13. Una verdura no te matará.

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Qiân Ián siempre fue un niño con defensas débiles, que pasaba los cambios de estación enfermo o con alergia.

Está primavera no fue la excepción, su nariz y mejillas rojizas alertaban su próxima reacción alérgica al clima, además de sus estornudos repetidos a la par. Al principio creyeron que sería alergia al polen, pero el niño siempre había podido estar cerca de flores, así que lo descartaron.

Hua Cheng y Qiân Ián se habían quedado solos en el Templo Puji, Hua Cheng parecía casi recluido como una ama de casa, pero parecía disfrutar su tarea asignada por si mismo.

El fantasma pusó un cuenco en la mesa con estofado frente al menor, que pacíficamente había separado sus palillos para consumir lo que se le había dado, pero pronto frunció el ceño, al igual que sus labios, con una expresión complicada.

- ¿Qué sucede, A-Ián? - Hua Cheng inclinó su cabeza mirando el cuenco, no tenía nada de malo, tenía carne cocinada, vegetales, algo común.

- El estofado tiene pimiento verde...- Qiân Ián nunca había sido de echar pucheros, pero parecía como sí fuese a hacerlo pronto.

Hua Cheng alzó una ceja, ya había oido hablar a Xie Lian sobre eso, como Qiân Ián no gustaba de algunos alimentos pero no sabían por que.

- Pues claro, es lo que le da sabor al estofado. - Hua Cheng cruzó sus brazos, quizás era el momento de saber que sucedía. - ¿Es que acaso no te gusta? -

Qiân Ián se sobresaltó un poco, Hua Cheng tenía un caracteristico tono al hablar, que siempre le hacia sentir como sí fuese regañado.

- U-um..bueno..- el menor acercó sus palillos a los ingredientes dentro de este, llevándolos a su boca, pero generando un rostro de disgusto en el momento que los saboreó.

Aún así los tragó con dificultad al no querer masticarlos más tiempo. Pero rapidamente sintió una arcada recirrer su garganta, haciendole cubrir su boca y correr lejos de la mesa.

Hua Cheng aunque no se había movido, su rostro empresaba lijera sopresa, y con sus botas negras comenzó a sacudir el piso de madera siguiendole el pado al infante que había corrido hacia el patio.

El menor había escupido los pimientos verdes de antes, y se había agachado en el pasto cubriendo su rostro y cabeza debido a la vergüenza.

Hua Cheng se agachó junto a él, acariciando la espalda de Qiân Ián intento calmarle.

- Mira, no sé que fue todo eso, pero. - Intentó formular nuevamente sus palabras, al igual que ordenar sus pensamientos del momento. - No comprendo que acaba de pasar, pero no debí obligarte a comer eso. -

Un hipido escapó de los labios del menor, mientras que pequeñas gotas de agua caían sobre el verde pasto. Hua Cheng alejó su mano por la impresión, pero ahora sintiendose algo culpable.

Hasta ahora no habían intercambiado palabras de forma reciproca, y eso le incomodaba de sobremanera. Ya llevaban varios años viviendo juntos y no entendía como el menor podía hacerle sentir tan mal aveces.

Siguieron así un largo rato, cuando el menor por fin pudo calmarse, buscó los brazos del adulto pidiendo un abrazo. Hua Cheng suspiró, sintiendose más aliviado y abrazandole como este le pedía.

- Algunos tienen suerte de ser lindos hasta cuando lloran. - una voz de otro infante se hizo presente, llamando la atención de las dos personas que se encontraban ahí.

Hua Cheng se encontró con Hong Gui a unos metros al lado de ellos, en su mano tenía su emblemática pala y en su otra mano una canasta. El hombre de tunicas rojas no había tenido tiempo de cambiar su apariencia, así que usó a Qiân Ián como escudo.

Futuro Próspero [Hualian] ⚠ BAJO REMODELACIÓN ⚠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora