Parte 2

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Edward le devolvió la carpeta con la información de Megan a su padre adoptivo y tomó asiento frente al escritorio dentro del pequeño consultorio. Los resultados correspondían al de una persona sana, sin dar una pista de lo que sucedía.

―Este podría ser un episodio en que la persona inconsciente escucha lo que sucede a su alrededor ―dijo Carlisle―. No hay pruebas científicas irrefutables, pero cualquier médico ha oído esa clase de historias. En cualquier caso, ellos no tenían la forma de verificar si ocurre o no...

―Sin un lector de mentes ―completó el de pelo cobrizo―. Sé que te extraña la condición médica de Megan y que te preocupa que vuelva a sufrir otro ataque de pánico. Regresaré a su habitación en un momento, cuanto su tía se encuentre profundamente dormida.

Carlisle negó con la cabeza de inmediato.

―Tienes que alimentarte para que te resulte más sencillo soportar la sed que te provoca la sangre de la chica Swan. Esa debe ser la prioridad.

―Solamente me tomará unos minutos comprobar si puede escucharme ―declaró Edward―. Después saldré a cazar.

―No me agrada la idea de que te arriesgues.

Edward se encogió de hombros.

―Estaré bien. Me comunicaré con Jasper para preguntarle si encontró alguna manada de ciervos en las cercanías del bosque. Me crucé con él cuando estaba regresando de alimentarse.

Carlisle lo miró por un largo rato, considerando las opciones.

―Si estás convencido, adelante. Gracias, hijo.

El doctor se puso en pie y tomó la carpeta que estaba sobre su escritorio. Al pasar junto a su hijo, le dio una palmada afectuosa en el hombro y se retiró para continuar con su ronda nocturna.

Edward regresó al piso de internación y permaneció detrás de la puerta de la habitación número dos hasta que estuvo seguro de que la tía de Megan había traspasado el umbral de sueño profundo. Sin hacer el menor sonido, abrió la puerta y la volvió a cerrar. La habitación estaba a oscuras y la tenue luz de la luna se filtraba por la ventana. La señora Brown estaba acurrucada bajo una manta celeste, con el rostro hacia el sofá.

Edward avanzó hacia la cama y se inclinó cerca de la cabeza de Megan. En su mente, ella seguía mirando las estrellas que se alcanzaban a ver en los espacios entre las nubes que cubrían el cielo. Parecía estar tranquila.

―Megan.

***_***_***

La paz había regresado a aquel lugar en el que se encontraba y Megan estaba muy agradecida. La alternativa de ver otros monstruos no le agradaba nada.

Estrella, estrella, nube, nube, nube con forma de E, otra estrella.

Megan desvió la mirada del cielo hacia la caída mortal frente a sus pies. A sus oídos arribó un sonido lejano del choque de una rama que cedió por su peso y terminó en el suelo. Ni siquiera se volteó a mirar. Su audición estaba tan desarrollada que la imagen que se recreó en su mente era exactamente igual a la realidad.

Ella soltó un suspiro innecesario y regresó la vista a las luces del cielo.

―Megan.

Una voz sedosa y varonil pareció colarse en su mente de forma repentina, llamándola por su nombre. Había oído esa voz en algún momento de su vida, estaba segura de eso, pero no lograba identificar al dueño en sus recuerdos.

―¿Puedes oírme, Megan?

―Sí... Yo... No entiendo.

La joven pudo sentir como su corazón se aceleraba ligeramente. Estaba desconcertada. Sabía que era la única a varios kilómetros de su posición, podía sentirlo. ¿Entonces de dónde provenía aquella voz?

El secreto de los Cullen || Edward CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora