Parte 5

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Carlisle detuvo el vehículo en el estacionamiento de una tienda de neumáticos cerrada. Se desabrochó el cinturón y Edward hizo lo mismo. Estaban a tres manzanas del callejón al que los tres vampiros habían llevado a su víctima.

―Podemos advertirles de que ya llamaron la atención de los humanos con las desapariciones.

Edward estuvo de acuerdo con su padre.

―Se marcharán cuando sepan que nos están perjudicando al alimentarse cerca.

El de pelo cobrizo miró hacia el asiento trasero y se preocupó cuando percibió el terror desmedido en los ojos de Megan. Carlisle también se volteó y comprendió que la joven entraría en pánico en unos segundos. Le indicó a su hijo que le hablara de forma pausada y tratara de que sintiera segura. Especialmente en ese momento cuando ambos estaba tan lejos del cuerpo de Megan para ayudarla en caso de que hubiera alguna complicación.

―Megan, estás en un lugar seguro. No tienes que preocuparte. No permitiré que nada te haga daño.

Megan lo escuchó, pero estaba al borde de un ataque de pánico y parecía que nada podría impedirlo. Cerró los ojos y tapó sus oídos en un gesto inútil ya que podía oírlo todo. Temía que el vehículo se acercara más y eso le permitiera oír lo que esos tres monstruos estaban haciendo.

―Megan, concéntrate en mi voz. Estás a salvo. No te acercarás al callejón y ellos no vendrán por ti. ¿Me oyes?

―Pero...

―Mírame.

La joven hizo su mejor esfuerzo para obedecer. Los ojos dorados se veían serios y él no le había mentido hasta el momento.

―Respira de forma pausada. No estás sola. Te protegeré con todas mis fuerzas. Sabes que puedo hacerlo. Tú eres mi prioridad. ¿Confías en mí?

―Sí.

Megan tomó varias bocanadas de aire y él esperó hasta tener la certeza de que ella ya no corría el riesgo de sufrir un ataque de pánico.

―Lo has hecho muy bien. Estoy orgulloso de ti. Ahora tendrás que quedarte aquí mientras Carlisle y yo nos encargamos del asunto.

―¡No! Por favor, no te vayas.

―Estás segura aquí ―prometió.

―No es eso. No quiero que te hagan daño. Ellos son tres.

―Sigue confiando en mí. No iremos con la intención de iniciar una pelea. Y en caso de que la situación se torne peligrosa, cuento con una ventaja. Regresaré en un momento, ¿sí?

―Está bien.

Padre e hijo bajaron del auto. Carlisle activó la alarma y comenzó a caminar con Edward a su lado. Aunque las calles estaban vacías, la existencia de tiendas con cámaras de vigilancia exteriores impidió que se desplazaran a velocidad sobrenatural. A medida que se acercaban, el aroma de la sangre se intensificó.

―Estoy bien ―susurró Edward cuando el rubio lo miró con preocupación.

Para que esa sangre que imaginaba tibia y deliciosa no lo afectara, Edward recordó que había superado situaciones mucho más difíciles como estar cerca de Bella cada día. Carlisle asintió en su dirección antes de adentrarse al callejón, mucho más iluminado de lo que se podría esperar.

―Buenas noches ―saludó con amabilidad―. Disculpen la interrupción, pero mi hijo y yo pasábamos cerca y no pudimos evitar percibir la sangre.

La mujer con cabello encrespado de color rojo dejó de beber de su víctima al escuchar a los recién llegados. Dos líneas de sangre resaltaron sobre su pálida piel. Los hombres permanecieron recostados contra el muro, indiferentes después de haber percibido que los que se acercaban eran vampiros.

El secreto de los Cullen || Edward CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora