Parte 4

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Puppy levantó la cabeza al oír que la puerta de madera el patio trasero se abría y agitó su cola con alegría al ver que Edward se aproximada. Megan, que había estado esperando junto al cachorro, compartió el mismo entusiasmo y un involuntario estremecimiento cuando él dirigió la vista en su dirección. Como él no lograba verla, le preocupó que su reacción fuera imposible de disimular cuando recibiera esa mirada en su cuerpo. Si despertaba algún día.

El cachorro dio varias vueltas alrededor de los pies del inmortal, oliendo la botamanga de los pantalones y ambos tenis.

―¿Qué te has hecho? Luces mejor, menos pálido y tus ojos parecen más claros.

La expresión facial de Edward pareció relajarse completamente cuando la oyó.

―Tuve la oportunidad de alimentarme. Eso me permite soportar mejor la sed, mejora mi apariencia humana y pone dorado mis ojos.

―¿Es por esa Bella? ―preguntó al verlo colocarle la correa a Puppy y comenzar a guiarlo para salir.

―Sí. Digamos que encuentro su sangre más tentadora que la de las demás personas.

―¿Te había sucedido antes?

―No. Pero a uno de mis hermanos sí, un par de veces.

―Por tu expresión, asumo que no terminó bien.

Edward asintió y caminó hasta la puerta de madera. Se aseguró de que la correa estuviera bien sujeta y le dio la orden a Puppy de que caminara a su lado, con un tono suave pero firme. El cachorro obedeció y esperó a que él se moviera para avanzar. Megan los siguió y luego fue andando junto al vampiro.

―No debes preocuparte. A ti te irá bien. Cuando menos te lo esperes, te habrás acostumbrado lo suficiente para que su olor no te presente molestia. Además, ¿qué sería la vida sin un buen desafío de cuando en cuando?

El de pelo cobrizo sonrió y Megan se quedó mirándolo embobada. Por fortuna, él no podía verla o se habría sentido incómodo por su fascinación. 

―Tu optimismo sigue sorprendiéndome.

―Me lo enseñó mi tía Sara. ¿Te resultó difícil conseguir su permiso para sacar a Puppy?

―En absoluto. Ella tiene la extraña idea de que estoy colado por ti.

Macy se rió. 

―¿Extraña idea? Soy adorable y tu me has visitado varias veces. Me parece la respuesta más lógica.

La sonrisa de Edward se hizo más grande.

―Tienes razón. 

―¿Y te aprueba? Pasó por un divorcio después de apenas un año de matrimonio, a los veinte años, pero cree fervientemente en el amor. Siempre hemos sido muy unidas y, de haber estado saliendo con algún chico, se lo hubiera dicho.

―Le agrado. Pero en vista a una posible declaración de mi parte, lo primero en su lista cuando despiertes será recordarte la charla sobre las flores y las abejas.

Megan se echó a reír y le indicó el camino que solía tomar en compañía de su cachorro en las caminatas diurnas.

―Tengo el presentimiento de que eres más de los que esperan hasta la noche de bodas.

―¿Lo consideras anticuado?

La joven lo miró sorprendida.

―¿De verdad esperas que conteste eso? 

―Sí, a menos que no quieras. 

―Bueno, creo que hay distintas formas de amar y distintas formas de demostrarlo. La decisión debería ser de cada pareja, de forma consensuada. Suficiente de ese tema. Cuéntame más de ti. ¿Qué haces en tu tiempo libre? Además de guiar a los espíritus que vagan sin un propósito.

El secreto de los Cullen || Edward CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora