Capítulo 9: Mordida

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Summer gritaba desesperadamente. Sentía como los pequeños arácnidos la arrastraban ¿Cómo era posible que la hicieran perder el equilibrio? ¿Cómo era posible que la arrastraran como si fuera una muñeca de papel? Debían ser miles, no estaba segura porque no podía verlas, su visión estaba nublada por las criaturas que caminaban por todo su rostro, podía sentir sus patas sobre su piel. Luego de unos minutos sintió que comenzaban a alejarse de ella.

Abrió los ojos y vio a la reina sobre su trono hecho con los ciudadanos de esa ciudad. Ella era la única humana en aquella habitación con esos arácnidos de otro planeta, pues había visto como el anciano y Charlotte habían escapado. Los millones de ojos de la reina la miraban con atención, pudo sentir a la reina dentro de su cabeza, no quería matarla, quería hacerla su esclava como había hecho con otras personas, los demás serian comida para sus hijos, ella conquistaría este planeta, tal como había hecho con muchos otros antes.

La chica se intentó poner de pie, pero se dio cuenta que unos delgados hilos de seda la sujetaban de pies y manos. Trato de arrastrarse, pero la araña la sujetó con una de sus patas contra el suelo duramente.

—Déjame ir —le rogó—, sé que me entiendes —agregó observando como el rostro del arácnido se acercaba más a ella.

Summer se cubrió el rostro rápidamente para evitar la mordedura, pero no fue suficiente. La araña le picó la mano izquierda con sus colmillos que parecían navajas. De inmediato un chorro de sangre caliente comenzó a correr por su brazo mientras ella gritaba desesperadamente al sentir semejante dolor. La araña rápidamente se alejó y se posó nuevamente sobre su trono, esperando que su mordida hiciera efecto.

El veneno comenzó a avanzar rápidamente por su brazo. Podía sentir un agudo dolor desde el codo del brazo derecho hasta la punta de sus dedos. Este le latía, sentía como la sangre hervía en su interior. Su cuerpo entero comenzó a temblar, sentía los espasmos incontrolables, giraba y se retorcía de dolor en el suelo gritando por ayuda. Luego de unos segundos, ya ni siquiera podía pronunciar palabra alguna, solo gritaba desesperadamente ¿por qué no la había matado? Sabia la razón, se lo había dicho de alguna manera. "Esos insectos tienen poderes síquicos, no insectos: arácnidos", pensó. De todas maneras, prefería estar muerta que sentir ese dolor, se había quebrado huesos, había caído de su motocicleta, se había hecho moretones, pero nada dolía tanto como eso. Unos minutos después, los cuales parecieron horas, ya no dolía, pero la fiebre se había esparcido por todo su cuerpo, su visión se nublaba, mientras emitía quejidos y seguía moviéndose en el suelo como un gusano al que le han echado sal. Otros minutos después, perdió el conocimiento.

Abrió sus ojos suavemente y pudo darse cuenta que seguía en esa gigantesca, húmeda y mal oliente habitación. No había sido un sueño, era real y el dolor en la mano derecha se lo recordó. Dificultosamente se sentó y pudo ver las consecuencias de la mordida. Su mano parecía que hubiera sido hervida viva, estaba roja y la piel hecha pedazos, y unas cosas como ampollas llenas de pus parecían seguir palpitando. Dolía, pero no demasiado.

Trato de liberarse de la seda de las arañas con su mano sana, pero eran demasiado resistentes. Había escuchado una vez que una araña gigante podría con su tela frenar a un avión comercial en movimiento, no sabía si era verdad, pero estaba segura que no podría liberarse de esa seda. Intento nuevamente usando ambas manos, y un agudo dolor cubrió su mano derecha, pero inesperadamente la seda que ataba sus pies cedió, luego separó ambos brazos con fuerza y logro deshacerse de la que ataba sus muñecas.

Sin pensarlo dos veces corrió hasta la puerta más cercana y la abrió. Podía sentir como las arañas la seguían, pero la reina no. "No me quiere, no me necesita, me ha infectado y si muto, si me convierto, volveré a ella", pensó entrando en pánico. Siguió corriendo y doblando por los oscuros pasillos hasta que llego a otra puerta. Esta estaba cerrada con llave, miro hacia atrás y vio un mar de arácnidos negros que caminaban hacia ella. Casi por instinto le dio un golpe con su mano herida a la puerta desencajándola y casi haciéndola caer, y sintió como las ampollas de sus manos reventaban de manera dolorosa ¿Cómo era posible que hubiera roto esa puerta con su mano herida? No tenía tiempo para pensar en ello. Salió rápidamente por la puerta y sintió el aire del exterior contra su rostro, el que le hacía mover su largo y rubio cabello. No sabía si la seguían o no, pero corrió, y corrió sin mirar atrás.

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