Estaba ahí de pie, frente a sus ojos conteniendo con dificultad las lágrimas, pero ya no había pena, solo una profunda alegría que sentía iba a desbordar, su héroe, su amor, sosteniendo una espada negra y una rota, pero aún así, increíblemente fuerte ante su mirada avellana.
—Bienvenido, Kirito kun — volvió a mencionar con emoción, parecía algún cuento de hadas, él había pasado por tanto, había tenido tanto dolor que cargar, rompieron en mil pedazos una y mil veces su voluntad… su corazón… pero volvía a levantarse ante todos, y qué fuerza desprendía de su silueta.
Aquel hombre ante sus ojos, era en el que podía confiar, con su vida, con su alma, desde el chico que la había salvado en un laberinto oscuro en otro mundo, hasta la espalda firme en que ella misma se apoyaba tan solo con mirarlo.
Y Asuna solo contuvo de un suspiro completamente su respiración, sin parpadear ni un momento.
Kirito estaba frente a ese demonio, que aún mantenía en su pecho aquel hueco, donde debería ir su propio corazón, pero entendía aún con miedo, que realmente esa era una representación literal del hombre que buscaba acabar con lo que ella más amaba.
Y tembló, sus hombros se estremecieron al ver caer sus rodillas al suelo, pero confiaba en él, más que en todo en ese mundo, en todos los mundos. Y logró ver la imagen como si fuera un ángel de su amigo, ese chico que la noche en que había ingresado al inframundo, había sido recurrente en las historias sobre su amado, iba caminando tranquilo hacia él, y vio en sus ojos azules acerados la emoción de recibir el apoyo de una persona amada, porque los recuerdos que el corazón guardaba eran eternos, esperaba el momento para llegar a decírselo, para tomar su pecho dolido y posar su rostro sobre él, con su mano apoyada, oír sus latidos como lo hacía en el viejo aincrad, y decirle directamente que podía compartir ese dolor con él, y en su abrazo calmar el ardor de la herida, para día con día sanarla con amor.
La luz de su amado llenaría el mundo, ni la oscuridad más profunda podría opacar su alma, todo lo que había soportado, había hecho de él, un as de luz en las noches más oscuras, el faro que creaba ese camino dibujado sobre sus aguas, que guiaría su barca que se sentía a la deriva antes de volver a verlo.
Aunque el cegador con aquella arma endemoniada lo presionara, para traicionar lo que con lágrimas y sangre había construido, en ella, el orgullo ardió en su pecho, cuánto había crecido, y quería descubrir todo eso; por aquello, cuando se puso de pie entonando el hechizo, haciendo desaparecer a los 20.000 caballeros carmesí, por un momento el miedo acumulado en esa guerra volvía, es que mirar los recursos de vida flotar en el campo, dispuestos para ese demonio.
—No te preocupes — nuevamente esa calidez, ella no se había ido, seguía ahí, tal como lo hacía para su amado el portador de la bella espada rota.
Era así, los recursos esparcidos en el aire, eran diferentes, sin deseos de muerte, sólo esa curiosidad por aventuras y encuentro de nuevos y mágicos mundos, como en el que había conocido a aquella espadachina, que viviría eternamente dentro de ella.
Entonces la espada negra de su amante llamó aquellas vidas, absorbía aquellos recursos, como lo había hecho por cientos de años el árbol gigante del que fue creada, todo ante la mirada de odio del antiguo jefe del gremio de muerte.
Y al volver sus ojos a su amado, vio ante su mirada castaña, el milagro de una encarnación que aún no lograba entender muy bien, la espada azul volvía a estar completa, y su héroe volvía a verse como en ese viejo mundo que los unió, no pudo hacer más que caer de rodillas, mencionando entre sollozos su nombre, como si fuera un antiguo guerrero de leyenda, eso era, eso sería eternamente —Kirito kun…
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Indomable
RomansaLágrimas se esconden tras el reflejo de su mirada, ella las lleva con orgullo, se alza sobre los cielos aún sin volar, y pisa fuerte en la tierra, soportando el dolor, lo único que la domina es el amor, el mismo que la vuelve libre. Serie de pequeña...