Capítulo 1

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—¡Buenas! –gritó Yeonjun, el chino de la calle cinco apoyando su cuerpo en la pared de la casa.

—¡Ya lo atienden! –gritó mi floja amá desde el cuarto mientras veía televisión echada en esa cama sin hacer nada y aquí la pendeja tiene que ir a atender.

Me tuve que parar de la computadora con arrechera por la flojera inmensa que tenía para tener que atender a la ladilla esta y dejar de ver a mis preciosos Stray kids.

—Buenas –dije fingiendo una sonrisa porque mis papás me dijeron que tenía que atender mejor, pero que ladilla.

—Hola Nana, le dices a tu papá que ya pagué los dos botellones.

—Está bien… Naguevoná ¿No tienen a otro burro de mandado en tu casa? Porque siempre te veo a ti en la calle y con una bolsa de tela de las que dan en la siete en la mano y si voy para algún abasto te encuentro a ti comprando cualquier mariquera –hablé agarrando el primer botellón para lavarlo.

—Parece que para mi mamá no hay otro burro de mandado y es una ladilla, porque se pone “Yeonjun vaya a comprar la mantequilla mire que ya estoy sirviendo” y cuando llegó me dice “Se me olvido decirte que vayas a comprar natilla” o cosas así, cuando está el ladillín de mi hermano que puede ir a comprarla, pero noo, tiene que ser al más pendejo y me amenazan con quitarme el teléfono y me dice que tengo que salir a agarrar sol porque me voy a poner amarillo cuando llevo más sol que una teja porque me manda a las tres de las tarde a comprar cualquier vaina que le parezca. Mi hermano ya tiene diez años, ya puede ir a comprar las cosas para que yo no tenga que ir tanto y no le va a pasar nada.

—Te pareces a mi pero cuando limpio la casa. Coño, yo parezco cachifa pero sin sueldo. Me mandan a limpiarla toda a mi sola mientras tengo a mi hermana que tranquilamente puede recoger el mierdero en el que duerme para hacer algo por la patria pero no, a ella le encanta hacer reguera y no recoger un coño –dije poniendo el botellón a llenar y poner mi vista en el porque si se empieza a botar el agua mi papá me va a echar el regaño y la coñiza de mi vida.

—Pero no te pases, es una carajita. Ni que fueran tan desastrosa.

—No me estoy pasando, la condenada parece Miss Venezuela de tanta ropa que se cambia al día y lo peor es que la deja tirada o en el piso para que uno se caiga de jeta al piso o en la cama que después tengo que acomodar. Que arrechera –dejé de llenar el botellón y le intenté colocar la tapa cosa que no pude hacer y Yeonjun me terminó ayudando y empecé a hacer lo mismo con el otro botellón.

—O sea, mi hermano no es tan desastroso, solo con los juguetes. Pero el los recoge cuando mi mamá lo amenaza con caerle a correazos.

—Pobre carajito.

—¿Qué pobre carajito un coño? Si deja todos los juguetes tirados en el piso y yo como mongólico no miro el piso y me caigo de culo.

—Nojoda, esa es otra. Una vez pisé una muñeca de ella y como estaba prendida empezó a llorar, yo me cagué porque de paso estaba a mitad de la noche y casi brinco y me voy de ahí a pata chueca porque me dolía el pie.

—Yo una vez pisé un carrito de esos que tiene regados por toda la casa y casi caigo de jeta al piso. Esas experiencias que me dan arrechera son horribles.

—Yo una vez me rajuñé la planta del pie con su monopatín y tuve que andar cómo por tres días con la pata torcida.

—¡Uy no! Eso me pasó también con una pista de carreras de plástico horroroso.

—Pobrecito, yo con una muñeca Barbie me torcí el pie.

—Yo me empecé a quejar de eso y mis papás no me pararon pelotas.

¡Buenas! - Choi YeonjunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora