Capítulo 2

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Estaba cachifeando en mi casa con canciones de Queen en mis harapos de elfo doméstico conformado por una camisa de la divina pastora talla L que parece una bata, un mono que era de educación física viejo del colegio todo roto, cocido por la que les habla y arremangao hasta arriba de las rodillas, y las chancletas que tengo desde los catorce años que en estos momentos me piden que las mate, pero chamo, son coqui, esas resisten cuatro años más. Barría y cantaba con mi inglés de Oxford, mientras mi mamá estaba haciendo la comida y mi papá estaba montao en el techo haciendo cualquier mariquera loca que se le ocurriera porque esas vainas de subirse al techo es por temporadas.

—¡Buenas! –grito Yeonjun que hasta su voz la tenía memorizada de tanto que lo mandan a comprar. Esito, me da vaina.

—Buenas, ya lo atienden –dijo mi amá revolviendo la pasta para que no le quedará como la propaganda de Mary “Unidos cómo la pasta” que le ha quedado así muchas veces– Ana, vaya a atender.

—Pero estoy limpiando. Vasie –dije y con la mirada de mi mamá que decía “O lo haces o no comes” y como a mí me encanta jartar como la gorda interna que llevo dentro pero en el exterior soy un palo.

Fui a atender para encontrarme a Yeonjun rojo, cansado y todo sudado. Hasta rima me salió, fíjate tú.

—Hola Nana.

—Hola ¿De dónde venís tu?

—De la treinta y seis porque me mandaron a comprar un refresco y no habían en ninguna de las bodegas de por aquí y también a recargar el botellón pero esa agua sabe a sucio y hace poquito me dijeron que les habían salido clavitos en el agua y no gracias. Yo podré ser muy pendejo y vaina pero a mí no me van a vender agua cochina.

—Es que si ¿Y si no limpian ni cambian los filtros como no va a saber a sucio? Y lo de los clavitos es horrible y también pasa con el agua de la treinta y cuatro –hablar paja de la competencia es mi pasión.

—Que pinta tan fina, pareces un vago de la calle. Estás como un sol y tienes mucho aceite como pa’ hacer tajadas y también empanadas.

—Mi amá me dice que tengo que atender decente, pero contigo ya hay más confianza mano y esta ropa es más cómoda que quien sabe… No me digas nada de estos arapos que estaba limpiando la casa. Y lo del pelo, tú sabes que yo siempre soy un sol por estos rulos estúpidos que tengo por greñas. Y brillo más que tu futuro. Mi apariencia es preciosa, lo sé, no me lo tienes que decir –dije agarrando el botellón.

—Uy si, te ves arrechísima, mejor que una Miss. Pero con el pelo suelto no se te notan esos pelitos

—O sea no se me notan porque los dejo pegados pero en una cola o moño no puedo y no me voy a poner medio pote de gelatina para aplacar tres pelos.

—¿Y por qué no atendió tu papá?

—Está en el techo arreglando yo no sé que vaina, una loquetera ahí. Y mi amá está cocinando.

—Naguará, que feo. Ahora eres cachifa sin sueldo y trabajadora con menos del salario mínimo.

—No me digas, estoy siendo explotada. Y lo peor es que me falta casi toda la casa, solo limpié los baños. Que arrechera.

—Yo solo tengo que limpiar y barrer después de comer pero más nada.

—Mi rutina de limpieza depende de si mi amá está brava conmigo o no. Si está bien conmigo y quiere que solo limpie, me manda a nada más barrer y pasar coleto y si mi amá está brava conmigo me manda a limpiar toda esta vaina, hasta la más mínima mariquera me mandan a limpiar, los corotos de Alexa que ella puede recoger me manda a arreglarlos en ese chiquero que tiene por cuarto y a restregar el piso como tres veces con la escoba agua, jabón y cloro.

—Coño, mi mamá si me tiene arrechera me manda a limpiar mi cuarto pero más nada.

—Lo que pasa es que tú no eres cachifo como yo, sino que tú eres burro de mandado. Son oficios distintos, pero igual de arrechos.

—Ya yo me conozco todas las bodegas de aquí y lo peor es que la urbanización es de cuarenta y cinco calles. Casi cada calle tiene una bodega, charcutería, papelería y en la diecinueve hay una ferretería y no me acuerdo si hay más porque mi mamá no necesita que vaya a comprar esas mariqueras. Para eso está mi papá.

—Eso ya es caminar por amor al arte, yo le digo a mi mamá que no había y me devuelvo. Yo solo me conozco las charcutería de la siete, la nueve y otras más –dije dándole el botellón.

—O sea, yo no puedo porque mi mamá siempre sabe cuándo uno dice mentiras. Mi mamá es una vaina arrecha… Bueno, chao. Nos vemos otro día.

—Chao. Nos vemos

Yeonjun se fue y mi lista de reproducción tan variada cambió de una canción de Queen a una de Chayanne.

Cuando quiera yo salir a buscarte. Cuando miras a la luna y no está… –canté mientras bailaba con el palo de la escoba– Cuando lleguen los humanos a marte. Mira dejaré la vida pasar. Cuando tengas la intención de casarte. Cuando sepas que ya no puedo más.

—¡Buenas! –gritó Yeonjun otra vez.

—Ana, vaya a atender.

—Tu si eres cortanota vale –le dije a mi mamá soltando la escoba.

Fui a atender por segunda vez a Yeonjun, con mis mismas fachas y con el mismo peinado solo que estaba sudando como puerco y los pelos se me habían aplacado un poquito.

—Buenas –dije y me apoyé en la pared del negocio.

—Solo vine para decir que ya mi mamá pagó el botellón pero no sabía que me ibas a recibir con un concierto.

—Ay no, estaba limpiando y mi amá me deja usar la corneta, cosa que no pasa todos los días y como buena cantante, canto cualquier canción que suene. Las canciones de Chayanne son culpa de mi amá. Ella me las pegó.

—Mi mamá también se pone con la corneta a cantar mientras limpia, pero tú también bailas. Coño está fino.

—Si está fino, yo te bailo hasta el himno. Limpiar la casa con el calor que hay es mejor que un gimnasio. Mi amá me dice que no tengo que cantar mucho porque me va a quitar el teléfono y me va a forzar a salir.

—Nojoda, a mí también me dicen la misma vaina y me tiene arrecho. Si no quiero salir es mi peo. Que huevo.

—Exacto, ese es peo de uno y si uno no quiere salir no le tiene que importar. Cada quien en su vaina.

—Bueno, me voy pa’ que termines de cachifear.

—Está bien, chao. Nos vemos otro día.

Y seguí bailando con la escoba las canciones de mi papi Chayanne mientras limpiaba el marranero que tengo por casa.

¡Buenas! - Choi YeonjunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora