Capítulo 4

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Estaba limpiando la casa sola porque era 24 ¿Cachifa hasta en días festivos? Obvio, no se descansa de esta vaina.

De repente escuché a alguien gritar "¡Buenas!" Desde el negocio, con mi nivel de inteligencia mental más grande que las desgracias de Venezuela reconocí la voz de Yeonjun y como no había nadie más tuve que ir a atenderlo.

—¿Qué lo qué convive? —me preguntó y yo solo lo miré con desdén— Ay perdón ¿Te hablo sifrineado entonces?

—Mejor háblame normal. Da asco escucharte hablar, pero es peor si es como un malandro.

—Ay pues, uno no puede ser libre en esta vaina porque ya lo están criticando, vasie.

—Bueno chacho, deja la quejadera... ¿Te compraron los estrenos?

—Sí, aunque no me gustan tanto. Son normalitos ¿Y a ti?

—Me los hizo mi mamá y mi abuela, también son normalitos. No me gusta nada extravagante.

—Ay, pero tú ves a la gente de aquí —giró los ojos cual vieja— Que horroroso, unas bromas todas horribles. Unas camisas que no se explican, unas faldas que le quedan peor que las ropas de las mujeres en el centro. Esas mujeres no saben combinar.

—Como dice mi mamá "Lo que no combina, contrasta"

—Chama, tú ves a la gente el 24 y ves a la gente bonita y otras que ni saben que ponerse, aunque tampoco se ponen nada feo, pero el resto del año parecen un mojón. Y esos son algunos, otros piensan que se ven bonitos el 24, pero se ven peor que Sondo cagando.

—Primero, Sondo cagando se ve precioso —yo soy mamá leona solo con mi bello perro, los demás se pueden ir pal coño pensando que los voy a defender— Y segundo, yo no puedo hablar mucho ¿No me ves?

—Yo sé que tú pareces una loquita del centro, pero al menos sabes que te ves así. La gente aquí no, el peo no es que se pongan lo que le da la gana sino que no lo saben combinar y empiezan a criticar la ropa de los demás. En cambio tú te ves mal, pero combinas y sabes que te ves así.

—Ah bueno gracias. Ten —le di el botellón, él se fue y yo seguí con mis labores de elfo doméstico.

A las cuatro ya me estaba bañando para plancharme este greñero ¿Quién me manda a mí a tener el pelo un poquito arriba de la nalga? ¿Nadie verdad? Me la calo. Qué ganas de mocharme el pelo.

Me terminé de planchar el cabello, me maquillé y me puse mis estrenos. Era una camisa roja un poquito ajustada, no apretaba ni medio, pero si se ajustaba a esta hermosa figura de una diosa griega que tengo. También una falda negra, milagro ya que yo siempre uno jeans porque es más chévere, aunque la falda no me molesta.

Salí con mis estrenos a comprar un refresco de colita porque mi mamá se estaba bañando, Alexa está muy pequeña y mi papá estaba atendiendo. Entré a la tienda y casualidades de la vida me encontré a Yeonjun comprando ¿Harina? ¿Azúcar? Cualquiera de esas.

En este punto de mi vida no me debería sorprender encontrármelo comprando”

—Hola —lo saludé con mi amabilidad al cien. Ja, eso ni yo me lo creo, más antipática y no nazco.

—Hola ¿Qué haces tan enfurrufullada? —me preguntó mirándome de arriba abajo. Ni en la revisión del uniforme en el colegio me miraban tanto.

—Son mis estrenos ¿Tú no te vas a cambiar es la vaina?

—Sí, pero más tarde. No soy tan fiebroso con eso.

Pasó la tarjeta y listo, se fue de allí. Luego yo hice eso y me fui para mí casa para arrecharme porque Alexa no se había bañado y mi mamá se iba a planchar el pelo.

Dios ¿Te los llevas?” pensé mientras miraba a mi mamá plancharme el pelo con una paciencia infinita.

Luego de diez años salimos de ahí para ir a la casa de mi abuela. Al fin.

Al llegar nos recibieron mi abuela y mis tíos. Ahí ya estaba Diego, mi hermano, más demacrado y Valeria, su novia, la carajita más bella que han presenciado mis ojos. Coronando siempre, yo pensaba que no se iba a encontrar una novia en su vida porque se la pasaba día y noche en la computadora, pero míralo ahora, tremenda mujer a demás de que es un amor.

Cómo a las diez llegaron mis otros tíos -yo pensaba que no iban a llegar y ya me estaba preparando pa hacer mi show porque no llevaron la ensalada de gallina- y arreglaron las mesas para comer, mis primos estaban abajo y mandaron a Diego a buscarlos con la excusa de que no hace nada, la típica flojos del coño que son mis tíos.

Y cuando llegaron esos muchachitos empezó la jartadera, todos comiéndose su hallaca, menos yo, no me gusta, no me juzguen.

Yo me comí todo lo que me pusieron en el plato -menos la hallaca- y me bebí mi Coca cola como una marranita. Es familia, hay confianza, a demás todos comieron igual que yo.

Valeria al principio tenía penita, comía con mucha gracia y delicadeza, pero después de unos tragos esa vaina se fue rapidito. Después de la primera botella de ron ya estaba bailando regueton con mi mamá, que pena vale.

Mientras yo estaba ahí cagándome de la risa con mi refresco en la mano, el alcohol no me gusta a menos que sea ponche crema, pero muy dulce.

Después de un rato largo se pusieron mis tíos a contar anécdotas de sus vidas. Pero al estar sabrositos daban más gracia y yo estaba ahí casi cayéndome de la silla mientras me reía con mi risa más delicada que una flor.

Entré cuento y cuento, risa y risa yo también me puse a contar también anécdotas.

—Coño, y yo pensaba que Luchi era así muy calladita, pero mírala ahora. —dijo mi tío luego de que yo me encadené como veinte minutos echando el mismo cuento— a Marli le gusta como echas los cuentos tú, quique "Como un tercio de acera" así que dices las huevonadas con mucho detalle. Yo me voy de pesca en unas semanas, ve pa la casa.

”Siempre que quiero ir pasa algo. Maldito Maduro"

Ya eran las dos de la mañana y se pusieron a hablar de que carrera debíamos escoger. Pero que arrechera, cada vez que yo quería decir alguito mi mamá me tapaba la jeta porque según "hablo mucho" pura paja. Aprecien que estoy hablando más bien, pa la próxima ni les pido la ción.

Luego de esa charla de que tenemos que estudiar tal y tal carrera que no importa si nos gusta o no, calabaza calabaza todo el mundo pa su casa. Cada uno estaba sabrosito porque no había mucho alcohol como pa terminar viéndolos hablar pajueses.

Yo estaba rezando mientras íbamos en el carro, no chico, yo no confío en borrachos conduciendo, un día de estos me muero pal coño. Llegamos y la calle estaba vacía. Ni Petare a media noche se veía así.

Alexa entró a la casa con cara de ahuevoneada porque se acababa de despertar del viaje en el carro y vio su nueva bicicleta como regalo del niño Jesús. Y a mí me dieron chucherías, está bien, tampoco pido mucho.

Mis papás se pusieron a beber cerveza en la sala y yo me fui a dormir porque ya estaba noqueada. Aunque casi todos los días me acuesto a esa hora.

¡Buenas! - Choi YeonjunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora