MISS VERÓNICA GÓMEZ

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Mi pasión por hornear nació de mi abuela. Cuando ella aún vivía con nosotros, solía hornear sin falta cada semana. Ella era una experta pastelera, y me traspasó todas las recetas de dulces habidas y por haber en el mundo de la pastelería. Mi postre favorito eran los cupcakes. Sencillos, rápidos, delicados y hermosos al decorar. Podía prepara magdalenas y muffins, pero los cupcakes eran mis favoritos. Fueron la razón por la que inicié mi negocio, en mi calle éramos conocidos por los cupcakes, si bien también vendíamos macarrones, pasteles, tartaletas, flanes, entre otras delicateses. Mi parte favorita eran hacer las mezclas -la química siempre me gustó, por lo que me gradué en ingeniería química. Los cupcakes eran química pura, para que fueran perfectos, tenían que llevar las medidas exactas- y la decoración. Amaba decorarlos, ponerles brillo, colores, fondant, algo para destacarlos y hacerlos más llamativos.

En fin, yo era feliz en esto. No era solo mi trabajo, era un pasatiempo. Era mi vida.

Por ello, descubrir que en Menevras lo que me daba vida no existía, era algo que no podía tolerar. Tenía que dar a conocer estas delicias, sí o sí. Entonces comencé a planear los cupcakes que necesitaría -cuatro tipos de cupcakes, doscientos cincuenta de cada uno: mil cupcakes. Una locura-. Envié a Eciar a comprar varias bandejas de las que usamos con los primeros cupcakes, habría que modificarlos todos. El festival sería pasado mañana por la noche, así que teníamos exactamente veinticuatro horas para preparar todos esos cupcakes.

Eciar y otros dos sirvientes se encargarían de traer el material para los cupcakes y preparar un puesto para venderlos -esto fue lo que más costó, ya con antelación se tenía que ir preparando. Tuvimos que hacer presión a base de dinero y aun así, Eciar llegó al palacio indicando que el puesto no sería tan grande. No me importó, solo necesitaba que fuera adecuado-, y lo más importante: tenía que disfrazarme. Le pedí prestado a una de mis sirvientas un vestido sencillo, así como adquirir una peluca. Solicité que fuera corto y castaño. Lo más cercano a como lo tenía en mi vida en Chile. Pasamos toda la noche y buena parte del día siguiente preparando esos pastelillos, incluso ordené a Eciar ayudarnos en algún momento, en especial ayudarme a batir. Tuve muchas limitaciones en este mundo, pero nada iba a detenerme para tener esto listo.

Tenía qué, iba a demostrarle a Bertrand que puedo sobresalir por mí misma.

Antes de que bajáramos, esa tarde del festival, dejé muy en claro a Eciar y a las dos sirvientas que me ayudarían, que tenían que llamarme Verónica. Con mi atuendo de plebeya y peluca, la apariencia de Evelyn cambió radicalmente. Era justo que también tuviera un nombre distinto. Bajé del carruaje, alisando la falda roja del vestido y ajusté mejor la camisa blanca que dejaba descubierto mis hombros.

El festival se llevaba a cabo en un amplio lugar de la plaza central de Menevras. Cuando llegamos, ya el festival tenía poco de haber iniciado, íbamos retrasados por unos percances con los cupcakes y el carruaje. No tuve oportunidad de apreciar bien los puestos, Eciar, las chicas y yo teníamos que colocar los cupcakes e iniciar las ventas.

Costó al principio, nadie se nos acercaba. Enfurruñada, tomé una bandeja pequeña con varios cupcakes y se lo di a Eciar.

—Ten. Ve por el festival y da unas muestras a las personas que veas. Llévalos acá, haz promoción.

Eciar parpadeó, observando la bandeja y a mí.

—¿Pro... promoción?

—Sí. Nadie se acerca porque no conocen el producto. Si les das una muestra gratis, y lo prueban, en cuanto les guste lo comentarán con otros y empezaremos a ganar confianza y popularidad. Cuestión de marketing. —Empujé a Eciar fuera del puesto—. Ve. Di que vengan al puesto de cupcakes de Miss Verónica.

✓ No Seguiré ese Destino [Destino #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora