UNA CITA MUY PECULIAR

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—¿Dónde está Evelyn? —Bertrand exigió a una de las sirvientas en el palacio de la princesa apenas entró.

—La futura princesa está en su jardín, Su Alteza —titubeó ella, haciendo una inclinación—. Está bajo el sauce en...

Bertrand ni siquiera esperó a que ella acabara de hablar, sus largas piernas le permitieron dar pasos rápidos en la dirección que le indicó.

Tomaba respiraciones superficiales a causa de la irritación, que ni siquiera pudo aplacar durante la cena de anoche con la familia Rothschild. Envió una invitación al palacio de Evelyn para que se uniera a ellos, pero se había negado bajo la excusa de un dolor de cabeza. Él bien sabía que Evelyn no sufría dolores de cabeza, tan solo se las arregló para librarse de asistir.

No podía comprenderla para nada. De un día para otro, la Evelyn que lo seguía y respiraba sobre su cuello cambió por una que de pronto cumplía sus responsabilidades, era más recatada en sus vestimentas y actitudes y además huía de él como si tuviera la peste. Todo eso le hacía sentir inquieto. ¿Acaso planeaba algo? ¿Tenía algún amante? El solo pensar en que esa era la respuesta hacía que apretara los puños, los dientes, la tensión reinaba en su cuerpo. La imagen de Evelyn con aquel mago decrépito volvía su sangre lava. No podía recordar dónde o cómo ellos...

"¿Tan ciego eres que no reconociste a tu propia prometida en la pastelera del festival?"

Claro...

Cuando Nicolette y él se marcharon del festival, Deckard continuó en el puesto de aquellos dulces que aparentemente Evelyn estaba vendiendo. Tendrían bastante tiempo para intimar a sus espaldas. Eso demostraría el notable interés de ese maldito mago en ella.

Finalmente llegó al sauce, y al deslizar a un lado las ramas, se detuvo.

La primera vez que conoció a Evelyn había pensado que era la mujer más hermosa de todo el imperio. Sus cabellos eran largos y sedosos, de un rubio tan pálido como los primeros rayos del sol; su piel era pálida, tersa, en aquel momento sus mejillas se habían sonrojado cuando sus miradas se encontraron. Sus ojos eran lo que más le atrajeron, marrones como el chocolate fundido, con un brillo seductor. Todo el problema vino cuando ella abría la boca. Insistente, obstinada, mimada, expresaba siempre lo que quería y hasta no obtenerlo nunca paraba.

Sus atuendos también eran escandalosos como su actitud. En fuertes colores llamativos, escotados y resaltando notoriamente sus atributos. Cada hombre noble en el reino volteaba a verla, lo cual era una molestia todo el tiempo, pero ella solo jamás se estaba satisfecha hasta que él la mirase. Nunca le daba el gusto.

Ahora todo era diferente. Sus vestidos eran más elegantes, simples, en colores más sobrios. Durante las asambleas era callada, tranquila, escuchaba primero las opiniones de los nobles antes de expresar la suya, con diligencia. Lo más resaltante era lo último: Bertrand pasaba días enteros sin verla siguiendo su rastro como un sabueso.

En esos momentos ella estaba apoyada contra el tronco del roble, por primera vez la veía en un vestido en un blanco perla con un fino tul amarillo en la falda y las mangas. Jamás pensó en comparar a Evelyn con una imagen de pureza, pero en ese instante lo hacía. Además, su cabello entero estaba recogido en una elaborada trenza. En ningún momento en todos los años que la conocía Evelyn recogía su cabello por completo.

—...torre mágica en cada imperio —decía ella hacia ese guardia que siempre la acompañaba. Desde la primera vez que ella entró al palacio, ese hombre iba con ella. No recordaba cómo se llamaba—. Menevras tiene tres.

Ese guardia asintió.

—Menevras es quien posee más torres mágicas. Rasluan y Chadwick son los imperios que le siguen, con solo dos.

✓ No Seguiré ese Destino [Destino #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora