LA NUEVA VIDA DE UNA HONESTA VILLANA

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Nicolette Rothschild hizo su presentación durante una fiesta efectuada en palacio.

El palacio real nunca perdía oportunidad para realizar eventos e invitar a cada noble de la aristocracia en el imperio. Una noche del tercer mes, durante el año 1242 de la Primera Bendición, la elegante figura de una mujer cuyo lacio cabello estaba arreglado en un hermoso peinado y un vestido azul que envolvía bellamente su figura, atrajo la atención de cada invitado, mucho más de la propia prometida del príncipe heredero, quien en ese instante gozaba de la popularidad y las miradas de todos los invitados.

Nunca antes Evelyn Herschel pasó a ser el segundo plano para todos. Con sus extravagantes pero reveladores atuendos, atrapaba las miradas lujuriosas de los hombres y la envidia de las mujeres. Eso estaba bien. Necesitaba ser el centro de atención, siempre. Era lo que su madre le repetía. Si pasaba desapercibida, jamás atraería la riqueza y el poder.

En el fondo, Evelyn lo odiaba.

En el fondo, Evelyn se sintió parcialmente aliviada de que las miradas pasaran a la desconocida recién llegada.

Pero cuando vio que una de esas miradas era la de Bertrand, entró en pánico.

Porque perder a Bertrand era perderlo todo.

Porque perder a Bertrand era demostrarle a su madre que era una fracasada.

Perder a Bertrand le demostraría a sus padres que no era capaz de lograr sujetar la correa del perro más fuerte con sus propias manos.

Y la única manera de demostrar su pánico era a través del enojo. De la ira. No sabía reaccionar de otra forma. No podía, por más que lo intentaba.

Así que fue la primera en acercarse a Nicolette esa noche, ocultando su pánico, ocultando su enojo, ocultando cuán molesta era ella por atraer la atención de Bertrand. Parecía una noble que había pasado mucho tiempo en el extranjero, debido a que resultaba claro que todos eran desconocidos para ella. Dado que nunca antes asistió a una de las fiestas, no tenía cercanía con ningún noble presente, en especial jovencitas de su edad.

Evelyn llegó a ella, efectuando una inclinación.

—Bendiciones, lady Rothschild. Permítame presentarme. Soy Evelyn Herschel, la hija del conde Herschel y la prometida del príncipe Bertrand.

Nicolette demoró un segundo en reaccionar.

—Mis disculpas, excelencia. Bendiciones a la futura luna del imperio. Soy Nicolette Rothschild, es un honor conocerla.

Elegante, delicada, sin ser excesiva. Cada gesto de Nicolette era controlado y educado. No que dudara que recibiera lecciones fuera del imperio, sin embargo había esperado que fueran un poco toscos, un poco anticuados. Eso sin mencionar que su voz era dulce, aguda. Evelyn se jactaba de que incluso su propia voz era capaz de tentar la más ligera lujuria en los hombres con solo saludarlos. Con suerte, Nicolette solo los alentaría a sostenerla en brazos para protegerla...

Aburrida.

Sosa.

¿Era solo por la adorable belleza de sus rasgos lo que les llamaba la atención a todos? Ridículo.

—Jamás me había topado antes con lady Rothschild.

—He permanecido un tiempo en el extranjero, viajando entre Bromstung y Dovelush. —Su sonrisa era bonita, lo sería más si sus dos dientes frontales no fueran tan grandes. A Evelyn le recordó a una rata.

Una bonita rata con un lazo azul en su pelaje negro, tratando de atraer para sí la atención del gato. Y este juego que llevaba con Bertrand solo permitía dos jugadores, no tres.

✓ No Seguiré ese Destino [Destino #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora