LA REVELACIÓN DE EVELYN

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—¿De qué estás hablando? —Está diciendo absolutas tonterías.

¿Maga, yo? Evelyn no hacía magia en la novela, era una simple mujer. Es más, creo que hubiera sentido la diferencia si tuviera magia.

—Un aura mágica es la marca que ayuda a identificar a alguien como un mago. Solo los magos y cualquier criatura mágica podemos verla. —Me explica él, su mano derecha me suelta y muestra la palma. Una llama roja, cálida y ligera se forma en su mano, iluminando nuestros rostros, es atrayente, palpita como si tuviera vida propia—. No todos los magos desarrollan un color mágico, se necesita un nivel excepcional para obtenerlo. El color de mi maestro era morado, el mío como ves, es rojo... —Sus ojos vuelven a los míos, que acabo de apartar de la llama—, el tuyo es verde.

—Pero..., yo no tengo magia. Evelyn no hace magia. —Aguarda, ¿a eso se refería Lothi antes con "esa aura que traes"?

—No tu cuerpo, tu alma es quien tiene la magia. —Deckard cierra la mano, extinguiendo la llama—. Presta atención a lo que voy a contarte.

»Hace un par de semanas, unos días antes de vernos en el festival, encontramos unos diarios escritos por mi maestro. En uno de ellos relataba una vieja profecía dada por Vita. Habla sobre su hijo y la hija de Naturae, dos almas únicas a su imagen y semejanza mágica que habitarán Menevras para unirse y liberar un poder sagrado. Ese poder aplacaría el intenso aumento de las quimeras que se ha estado desarrollando las últimas décadas y protegería eternamente la tierra de Menevras.

—Unos días atrás, descubrí que ambos hijos portan una marca y un aura mágica específica para identificarlos. Yo tengo la marca y aura mágica que me identifica como el hijo sagrado de Vita...

—Yo... no tengo ninguna marca —susurro, apenas sin voz.

—No, Evelyn no lo tendría en su cuerpo. Pero tú sí, tu alma porta el aura mágica.

—No... Es un error, yo no tengo marcas en mi cuerpo real, ni siquiera de nacimiento... —No..., no recuerdo... Estoy segura de que yo no...

—Verónica. Justo ahora... —Deckard toma mis manos, obligándome a concentrarme en él de nuevo—, tu magia está sellada. Pienso que algo debió ocurrirte, antes o después de venir aquí, que selló tu maná.

—No, espera. Para tu tren. —Suelto mis manos, recostando mi espalda ahora en el sillón y cubriendo mi rostro. Respiro una y dos veces, tratando de calmarme. Bajo mis brazos—. Me estás diciendo que fui creada por una diosa, y que tengo poderes y debo salvar este mundo como Sailor Moon porque lo dicta una profecía...

—¿Sailor...?

—Todo esto es absurdo —digo, ignorándolo. Pongo mis manos en sus hombros—. Weon, escúchame, mi objetivo en esta vida es sobrevivir. Evelyn estaba destinada a una muerte horrenda, aun cuando no vayas a matarme, no tengo seguridad sobre otros. Estoy tratando de salvar mi propio cuello, ¿y pretendes que salve un imperio entero?

—Verónica, si bien quiero que ese poder sagrado se desate sobre Menevras, no te lo digo para que lo hagas. —Deckard toma mis muñecas, mis manos seguían en sus hombros—. No voy a poner tu vida en riesgo y mucho menos a obligarte a tomar esa responsabilidad.

—Tú... ¿Por qué no? ¿Menevras no es importante para ti?

Deckard suspira, desvía su mirada y quita mis manos de él, sin soltarme. Su agarre es flojo, podría apartar mis manos pero no lo hago. No dejo de mirarlo. Él ha vivido miles de años en Menevras, no sé su edad exacta pero como mago es casi inmortal. Por lo tanto es capaz de anteponer la tierra sagrada por encima de la realeza, no obedece las reglas del imperio si eso pone en riesgo el lugar sagrado que bendijo los dioses y fue su hogar por tanto tiempo. Pensaba que me obligaría a cumplir esa profecía...

✓ No Seguiré ese Destino [Destino #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora