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DAFNE

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No entiendo nada pero lo único evidente es que estos dos no se llevan bien.

Después de ochocientas miradas asesinas entre ellos, Mateo me agarra del brazo.

— Acompáñame — dice serio.

— Pero tenemos clas...

— Dafne, ahora — me interrumpe.

No hay dudas de que está enfadado, me guía hasta fuera y nos sentamos en los bancos de la pista de fútbol.

— ¿Se puede saber qué te pasa? — pregunto zafándome de su mano.

— ¿Qué hacías con ella? — posa su mirada fría en mi.

— ¿Tanto te molesta que haya hecho una amiga? ¿Estás celoso?

Necesito que la tensión del ambiente desaparezca.

— No me molesta — ha evitado completamente la segunda pregunta.

— ¿Entonces a qué viene todo esto?

— A que no es como tú te crees.

— Vamos a ver. Desapareces tres días y me quedo sola ya que por desgracia eres la única persona que conozco aquí, por suerte encuentro a alguien con quien pasar el rato y charlar, luego apareces de la nada y encima te enfadas... ¿Se puede saber de qué coño vas?

La mirada seria se suaviza y poco a poco le sale esa sonrisa que derrite corazones.

— ¿En serio? — le miro exasperada.

— Estás menos fea cuando te enfadas.

Le enseño mi precioso dedo corazón mientas me contagia su sonrisa.

— Dafne aléjate de ella, ¿sí? — dice mirándome.

— Nos parecemos más de lo que crees.

— ¿Por qué dices eso? — me observa sorprendido.

— Gala me ha contado lo mal que lo ha pasado con su ex, un tal trueno y también me dijo que le había puesto los cuernos repetidamente.

Noto como Mateo se pone pálido.

— ¿Todo bien? — pregunto preocupada.

— Sí... Vamos, quizás nos dejen entrar — carraspea mientras se adelanta.

Tengo la sensación de que me esconde algo y tarde o temprano descubriré de qué se trata.

MATEO

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Una vocecita muy dentro de mi me cuestiona por qué me preocupa tanto lo que piense Dafne y en realidad ni yo lo sé, supongo que por imagen, ¿no?

A nadie le gusta que le pinten como un cerdo infiel.

Estoy muy a lo mío cuando alguien me toca el hombro.

— ¿Qué pasa? — es Manuel.

— Hola — saludo con desgana.

— Siempre que te veo tienes una cara de perros.

Le explico por qué estoy así y su cara va cambiando hasta el enfado.

— Que piba más insoportable, ¿qué vas a hacer?

— Yo que sé — suspiro.

— Tienes que solucionarlo, ¿vas a dejar que se salga con la suya? ¿Eres tonto o qué?

Tiene razón, por lo que al final de la jornada voy en busca de Gala y cuando la encuentro me encaro a ella.

— Ni se te ocurra volver a decir mentiras sobre mi, ¿entendido?

— ¿Ya te ha ido la rubita con el chisme? Que mala amiga, no se le puede contar nada.

— ¿Qué yo fui quien te puso los cuernos?

— Me hiciste mucho daño Mateo — se pone la mano en el pecho.

— Yo ya te he superado y te confieso que no me costó nada, además de que la infiel en esa mierda de relación fuiste tú, ¿o se te ha olvidado ya? — su cara refleja dolor y no dudo en seguir por ese camino. — ¿Qué pasa Gala, no puedes olvidar al chico famosito de La Boca?

— Cállate.

— No me vuelvas a molestar en tu vida, ¿entendido? — le advierto lo más frío que puedo.

— Claro Trueno, descuida.

La jodida sonrisa de malvada que le sale cada vez que trama algo aparece en su máximo esplendor.

— No me llames así, joder.

— ¿Qué no te llame como, Mateo?

No, no, no, no. Mierda.

Me giro del todo y efectivamente me encuentro con Dafne, parece que ha decido aparecer en el peor momento.

— Ya estamos todos — habla Gala detrás mía entre risas.

en mis venas; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora