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Los susurros del pasado retumban en mi mente

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Los susurros del pasado retumban en mi mente

Justo hoy el día era hermoso, tenía esa sensación de que debías salir a caminar para disfrutar el viento golpeando tu rostro y olvidarte de todo.
La luz atraviesa las nubes, era una intensidad hermosa que podrías mirarlo por horas sin importar que lastimar a tus ojos, porque, en esta vida así eran las cosas: hay cosas hermosas que valen la pena aunque duela.

Sin temor a equivocarme, este día era uno de los más hermosos que podría haber. Pero yo no lo sentía así, no ahora, y dudo mucho que en algún otro momento pueda sentir eso.

—Cat, hija, te estaremos esperando en el auto.

Mi mamá acaricio suave y delicadamente mi brazo, esperó a que dijera palabra alguna, pero cuando se dio cuenta no lo haría se marchó.

A la rosa blanca que sostenía entre mis manos ya se le podían notar unas pequeñas manchas amarillas, hace tan sólo unas horas que ma había comprado.
Me sorprende la facilidad con la que todo cambia en un instante.
Caleb Lambert era mi mejor amigo de toda la vida, nos conocíamos desde pequeños, su casa estaba al lado de la mía y siempre que quería verlo sólo debía asomar mi cabeza por la ventana.
Duele. Duele el saber que, ahora al ver por la ventana, él ya no estará.

Las lágrimas comenzaron a salir por mis ojos para invadir mi rostro, desde que sucedió el accidente no había llorado. Quería parecer fuerte, a Caleb no le gustaba verme llorar, pero sin nadie quién me viera ahora podía sacar lo que había retenido todo este tiempo.
Mis piernas se doblaron y caí de rodillas, finalmente los gritos aforados en mi garganta salieron. Mi vista empezó a verse afectada por las gotas que empañaban mis anteojos.
Solté la rosa, ni siquiera sé porqué la traje en un principio, a Caleb no le gustaban las flores.

Un ave negra se posó sobre el montón de tierra.
—Shu. —traté de ahuyentarlo, pero el pájaro solo movía la cabeza de un lado a otro. —Dije que largo —grité.

El ave emitió un sonido extraño y se fue volando del lugar, dejándome sola.

—Lo siento, Caleb. Lo siento tanto.

Tomé un puño de tierra con demasiada fuerza para después soltarlo, el viento se lo llevó consigo.

Quería quedarme toda la noche junto a él como solía hacerlo en los días que no podía dormir, pero solo conseguiría una discusión con mis padres.
Poco a poco me fui poniendo de pie, la rosa que antes estaba bien formada ahora solo se había convertido en pequeños pedazos de pétalos regados por todo el suelo.

Suspiré tratando de contener otro grito.

—Mañana vengo a verte. —susurré.

En el cielo las nubes corrían de un lado a otro, cambiando de forma cada que querían.
Las miré por un segundo, si tan solo mi vida fuera como una nube.

El otro lado de la sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora