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Puedo ver una inexistente línea entre hacer lo que debes y lo que quieres

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Puedo ver una inexistente línea entre hacer lo que debes y lo que quieres


Ya no sentía frío, tampoco sentía calor; el mundo parecía que iba en cámara lenta pero no avanzaba, tampoco retrocedía, solo estaba ahí, respirando. Tal como un árbol, a través de sus hojas adquiere vida, pero no puede moverse de su lugar por más que lo desee, en este preciso instante, soy un árbol.

Mis brazos estaban estirados sobre la mesa, nadie me prestaba atención, pero algo en mi me decía que me observaban discretamente, criticándome en silencio.

–Nadie te está mirando. Bueno, yo, pero nadie más. –Caleb me dijo al oído al notar que mi respiración se estaba acelerando. Estaba teniendo pánico ¿Por qué? No sé, podría ser miedo de que me juzgaran por algún movimiento, podría ser simplemente ansiedad por estar en un lugar con público, o bien podría ser que no estaba acostumbrada a comer en un lugar que no fuera mi casa. En este instante no me importaba la razón, solo me importaba tranquilizar mi respiración.

–Voy al baño. –hablé en voz baja y me alejé de la mesa. No iría al de mi cuarto, fui al que estaba del otro lado de la estancia.

Una pareja de viejitos jugaba algo en la mesa, no supe distinguir si era ajedrez o damas chinas. Los miré de reojo y ellos ni se percataron de que pasé a su lado.

Entré al baño, estaba decente, mucho mejor que el de mi habitación. Le abrí a la llave y moje mis manos, me las pasé por la cara. Frente al lavabo estaba un espejo, me mire en éste, no me había percatado que tenía unas ojeras bastantes marcadas, mis labios estaban resecos, no un poco, mucho.

Mi rostro se frunció, la que estaba en ese reflejo no era yo, jamás permitiría que alguien me viese así. Ahora entiendo mejor el motivo de mi familia al traerme aquí, en realidad estaba mal, me deterioraba lentamente y no lo notaba.

Hubo una voz en mi cabeza que me dijo que levantara mi blusa, por instinto lo hice, un pequeño moretón apareció en mi costado izquierdo, hasta ahora no lo había visto y tampoco sentido, no dolía. Lo toqué con miedo, pero no pasó nada, no lo sentí. Tal vez solo me golpeé con algo sin darme cuenta.

Volví a echarme agua en el rostro, y salí del sanitario.

Todos seguían envueltos en sus asuntos, una chica que bien podría ser de mi edad, estaba sentada en uno de los sillones mirando una planta, creo que no sabía lo que es parpadear.

Mi vista se dirigió a la mesa en la que estaba sentada con anterioridad, Caleb ya no estaba y la bandeja con mi plato de sopa tampoco, alguien debió llevárselo.

–¿Me estabas buscando? –su voz en mi oreja me espantó, solté un pequeño grito y la chica de la maseta me observó mal.

–¿Qué hiciste en el baño? –cuestionó

El otro lado de la sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora