Capítulo 2

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Iba avanzando cada vez más. Empecé por un pequeño corte en mi dedo, y terminé mutilando mis muñecas y piernas como si no sufriera al hacerlo. Dolía, pero a comparación de otras cosas, no era absolutamente nada, y me enviciaba.

Me levanté un lunes, como de costumbre, totalmente desanimada. Me cambié para ir al colegio, y cuando me miré en el espejo, me odié.

-¿En qué momento engordé tanto?-me pregunté a mí misma mientras observaba mi cuerpo con asco.

Me alejé bruscamente y no desayuné, ni tampoco saqué dinero para comprar en los recreos, de ahí en más había decidido hacer una estricta dieta.

El autobús llegó pronto, tomé asiento y me dormí hasta llegar a la escuela, donde me bajé ya preparada para enfrentar el infierno que se me hacía entrar en ese lugar y pasar horas allí. Crucé por la puerta e inmediatamente dirigí mi mirada al piso, y empecé a sentirme invisible, tal como deseaba. De repente, una voz me hizo sobresaltar.

-Paulita-era un hombre, su tono era firme, pero dulce a la vez.

Volteé para ver quién era, y lo vi, era Marcos, el lindo moreno de 5° año que volvía locas a todas. Me sorprendió bastante que supiera mi nombre.

-¿Si?-balbuceé al fin.

-¿Puedo hablar contigo un segundo?

Me sonrojé.

-Claro.

Marcos se acercó mucho a mí y clavó sus ojos en los míos.

-Eres linda, muy linda.

Yo no podía creerlo.

-Gracias...-tartamudeé.

-Quería preguntarte si saldrías conmigo mañana.

Mi corazón saltó de alegría, y de seguro mis ojos brillaron de emoción.

-Por supuesto que sí-respondí.

Él sonrió y me dio un tierno beso en la mejilla.

-Entonces te espero mañana en el bar de la plaza.

Asentí sonriente y dejé que se fuera. Era insólito, el chico más lindo de todo el colegio me había invitado a salir a mí, la persona más fracasada del...¿país?

Luego de un aburrido día de rutina, volví a mi casa y lo primero que hice fue buscar a mi mamá.

-Ma-la llamé.

-¿Qué?

-Tengo buenas noticias.

Se le iluminó el rostro.

-¿Cuáles?-me interrogó.

-Es...yo...me han invitado al bar.

Ella no pudo disimular su felicidad.

-¿De verdad? ¿Quién?

-Marcos, el bonito de 5°.

Mi madre miró al cielo como agradeciéndole a Dios.

-Te felicito, hija, esto era de lo que hablaba.

-Estoy feliz.

-¡También yo!-me abrazó.

Esa noche cené. Si Marcos me había visto algo, de seguro no estaba gorda. El cuchillo que tenía en mi habitación, exclusivamente para cortarme, lo dejé en la cocina, donde estaba antes. Comenzaba a sentirme bien conmigo misma y decidí dejar de a poco las cosas que me hacían daño. Me fui a dormir en paz recordando que al día siguiente me esperaba la mejor cita de todas, en realidad, mi primera cita.

No hables con extrañosМесто, где живут истории. Откройте их для себя