Capítulo 28

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La mujer de mi padre se despertó y salió al living, donde yo esperaba sentada en un sillón. La vi, era pelirroja y algo desabrida.

-Hola-me saludó desganada.

Le respondí con un gesto que hice con la mano.

-¿No te enseñaron en tu casa que se responde hablando?-me reprochó.

A decir verdad, mi humor estaba de lo más alterado en ese momento, por lo que su comentario me sacó.

-Me enseñaron muchas cosas, ¿sabe? De ahí a que yo quiera aplicarlas es asunto mío, no de usted.

Me fulminó con la mirada.

-Como yo si soy educada, me presentaré. Me llamo Marcela y soy la actual esposa de tu padre.

-Dígame Paula-respondí.

Se retiró hacia la cocina y me dejó sola. Del pasillo izquierdo salió Joaquín y se sentó a mi lado.

-¿No quieres ver la televisión?-preguntó amablemente.

-Bueno, está bien-dije.

Me ofreció el control remoto y lo tomé. Prendí la televisión y cambié de canal hasta que encontré una novela de esas que son extremadamente dramáticas, y la dejé para entretenerme un rato. Cuando dieron el corte para los comerciales, agarré mi teléfono y le envié un mensaje a Santiago. Me respondió rápidamente. Hablamos bastante y le dije dónde me encontraba, había leído la dirección antes de entrar.

Mi hermano me trajo de la cocina unos snacks que agradecí ya que en verdad tenía hambre, y cuando menos lo esperaba, el timbre sonó. Oí unos pasos ligeros yendo hacia la puerta, así que no me molesté en levantarme de mi cómodo asiento. Mi hermana endulzó sus palabras al saludar a quien estuviera fuera, pero de repente la voz de Santiago me sacó de mi trance. Dejé los snacks sobre la mesa y corrí hacia la entrada.

-¡Paula!-se emocionó al verme y vino hacia mí para abrazarme.

Noté que mientras esto sucedía, mi hermana tenía cierta desilusión en sus ojos color café. Ella cerró la puerta y se retiró mirando al suelo.

-Hola-le dije a Santiago con una sonrisa.

-Me alegro mucho de verte.

-Y eso que nos vimos hace unas horas-me reí.

-Cierto.

-Me caen bien estas personas...excepto mi madrastra-dije revoleando los ojos.

-Oye, ¿y quién es la chica que me atendió?

-Es mi hermana, Jimena. Tiene 14 años.

-Ah...Tiene algo parecido a ti.

-¿Si? No me había dado cuenta, pero debe ser, después de todo, es mi hermana, ¿cierto?

-Sí. Bueno, ahora hablemos de ti.

-Ven.

Lo llevé al living y nos sentamos juntos en el sofá. Mientras entrelazaba mis dedos con los suyos, le contaba con nervios cómo me sentía.

-No quiero ir ahí, Santi-le dije en tono de súplica.

-Lo sé...Pero, ¿qué puedes hacer?

-Ni idea...Yo sí puedo solucionarlo todo...No hace falta...

-Piénsalo así: quizás allí mejoras en cuanto a tus problemas y tienes una vida más buena, ¿no crees?

Negué con la cabeza.

-Lo que pasa es que no. No quiero ir a vivir con gente que tiene muchos trastornos, más que yo. Eso solo me hará peor.

Él se quedó callado y apretó mi mano.

-No te preocupes, habrá una forma de arreglarlo.

El timbre volvió a sonar. Me sobresalté y esta vez sí fui a abrir la puerta. La cara de mi madre me dejó en shock.

-Mamá...-dije.

Me dio una cachetada y se puso a llorar.

-¿Estás loca? ¿Cómo se te ocurrió hacer semejante cosa?-dijo con la voz quebrada.

Yo no hice nada. Me quedé atónita e inexpresiva.

-¿Dónde estabas?-cuestioné al fin.

-Solo quise alejarme de todo por unos días. Pero necesito hablar contigo-dijo ya secándose las lágrimas.

-Pero, estoy aquí...

-Voy a llevarte a casa.

-Mamá, es que estoy con Santiago.

-Está bien. Ven aquí afuera y dile que te espere.

Le hice una seña a Santiago para que se quedara allí y lo aprobó. Cerré la puerta y me senté en el jardín con mi madre.

-¿Por qué lo has hecho?-preguntó luego de un largo silencio.

-Mira...han sido muchas cosas las que me han llevado a tal punto.

-Sé más específica, por favor.

-Tú sabes que yo no tengo amigos. Nunca he tenido....Pero, ¿te acuerdas de la chica que te conté? ¿Isabel?

Mi madre asintió.

-Ella tenía un novio. Se llamaba Mateo, y al principio me atrajo. Me quiso seducir, pero no lo dejé, aunque yo era bastante indefensa a comparación suya. Luego...me amenazó con decirle a Isabel que yo quería ligármelo, si yo no hacía lo que él me pedía.

Mi mamá se tapó la boca al ver como de a poco mis ojos se llenaban de lágrimas, mientras relataba lo que me había sucedido.

-Y...pues una vez me llamó. Él me dijo que vaya a un lugar y lo hice. Allí me manoseó, y le dije que pare, pero no me llevó el apunte...-mi voz se cortaba-Me hizo ir a un cuarto y vi una cama...-ya estaba llorando-Y entonces le dije que no iba a prestarme para eso, que tenía pruebas para que Isabel me creyera...pero me golpeó y me asustó, lo desafié y no sé...no sé en qué segundo me...violó.

Mi madre estaba sufriendo al igual que yo. Me abrazó.

-Pero...me siguió acosando y no paraba, y el día ese en que traté de...-no lo dije porque mi madre lo entendió-me lo había encontrado, me llevó a un callejón y volvió a hacerlo...en el piso-sentía que me picaban los ojos, y que mis mejillas hervían de tanto llorar. Mi mamá dio un golpe en el banco donde estábamos sentadas, para expresar la rabia que sentía al escuchar lo que me había hecho Mateo.

-Hija...-dijo-Perdóname por no haber estado...

-No te preocupes.

Me limpió la cara y me dio un beso en la frente.

-Yo lo voy a denunciar-me comunicó.

Yo solo asentí.

No hables con extrañosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora