Capítulo 9

270 16 8
                                    

Creí que una buena forma de quitarme de encima a Mateo era vistiéndome totalmente sin gracia y no arreglándome. Elegí un pantalón suelto que me hacía ver más gorda de lo que ya era, una remera que apenas me quedaba porque era de cuando yo tenía 13 años, y unas zapatillas algo rotas. Me lavé la cara y ni me perfumé, solo salí de mi casa diciéndole a mi abuela que iría a visitar a Isabel.

Cuando llegué a la dirección que él me había pasado, noté que daba miedo. Cabe aclarar que era de noche, pero además de eso, el lugar estaba ambientado con altos árboles casi sin hojas, una vereda muy rota que estaba tapada de pastos altos y para terminar, se oían varios perros ladrando de fondo, era como si estuviera caminando hacia una casa embrujada en la que moriría. Comencé a temblar, y cuando tuve en frente mío aquella casa, toqué el timbre atemorizada. Me abrió poco después. 

-Llegaste-dijo con una sonrisa malvada en su rostro.

-Sí...me costó encontrar tu casa.

-Está algo oculta, pero mejor, ¿verdad?

Bajé la vista al suelo, incómoda. Luego de que pasé a la casa, Mateo cerró la puerta detrás de mí, y sentí sus manos en mis hombros, bajando hasta mis manos.

-¿Qué haces?-solté.

-Shhh...recuerda que debes hacerme caso.

Me quedé quieta y cerré los ojos para intentar pensar en otra cosa. De repente se apartó de mí.

-Primero, vamos a cenar, ¿no te parece? Sería lo lógico.

Asentí. 

-De todas formas, ¿quién no quiere deleitarse un poco antes de la cena?

Me agarró de las muñecas y me llevó contra la pared. Al instante, me dio un beso sin dejarme escapar, me sentía muy indefensa y no sabía qué hacer, presa del temor. Lo dejé hacer lo que quisiera, solo porque quería conservar la amistad con Isabel. Sentí que él colocaba sus manos debajo de mi cintura, e instintivamente lo quité de encima mío.

-No hagas eso, por favor-le supliqué a punto de llorar.

Me sonrió con maldad.

-Déjame hacer lo que yo quiera y te dejaré en paz en poco tiempo. 

Se dirigió a lo que sería la cocina, y yo lo seguí. Nos sentamos a la mesa y él abrió una caja de pizza.

-¿Puedo no comer?-le pregunté, recordando mi dieta.

-¿Por qué? ¿Eres anoréxica?-se rió.

Me hirió bastante, así que solo miré al suelo.

-No. No tengo hambre-dije.

-Entonces no comas y pasemos a otra cosa. 

Lo vi acercarse a mí y me tomó de la mano. Fuimos escaleras arriba y vi una habitación, entonces me frené.

-No. No quiero.

-¿Qué dijiste? Tengo el móvil en el bolsillo. 

-Isabel no va a creerte...Ella me quiere.

-Piensa, niña. Hace siete meses que estamos juntos, y me conoce hace años, a ti te conoció por casualidad y hace unos días.

-No me manipules más. No tienes pruebas de nada.

-Y tú tampoco.

-Claro que las tengo, tengo tus mensajes. 

Me dio una cachetada. 

-Ni se te ocurra mostrarle eso, porque te irá muy mal. 

-¿Qué vas a hacer? ¿Golpearme otra vez?-dije llorando.

Me agarró bruscamente y me llevó a aquella habitación. Comencé a gritar, pero sabía que nadie me oiría. 

-Déjame, ya basta-le rogué.

-Cállate.

Prefiero no contar lo que sucedió después...Mi vista se nubló, mis mejillas estaban empapadas por mis lágrimas y mis muñecas no se despegaban de las sábanas porque él las tomaba con fuerza. Habrán sido 20 minutos...pero fueron los peores 20 minutos de toda mi vida. Luego, me dejó allí, tomó mi celular y borró la única evidencia que me quedaba, yo estaba en estado de shock así que ni siquiera me levanté.

-No vayas a hablar, si no quieres que esto empeore. Ahora vete.

No hables con extrañosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora