Capítulo 11

271 18 4
                                    

Un mes ha pasado ya. Un mes de ocultar una verdad que me hace morir por dentro. Ahora no estoy en época de clases, las vacaciones han comenzado hace unas semanas, pero hoy tengo que volver a mi casa. Sé que mi madre estará aquí dentro de un rato y quizás, si algo me salva en este mundo, todo pueda mejorar. Mi abuela dice que soy fuerte, pero yo no lo creo. Si yo fuera fuerte, no tendría una colección de marcas de navajas y cuchillos distribuidas por todo el cuerpo como respuesta a todos mis problemas. Si yo fuera fuerte no me la pasaría un día entero sin comer o una noche completa vomitando. Si yo fuera fuerte no estaría buscando la forma más discreta de morir y desaparecer por fin de este mundo en el cual nada parece ser para mí.

Por fin oigo el timbre y bajo corriendo las escaleras. Veo a mi madre en la puerta y voy a abrazarla, pero como era de esperar, ella no me responde el gesto.

-Ya, ya. Espero que vuelvas con mejor humor.

Solo bajo la vista y asiento. Me despido de mi abuela que me estrecha sus brazos y por fin siento el calor y el amor de alguien, pero dudo que vuelva a verla, así que suelto un par de las pocas lágrimas que me quedan.

-Adiós, linda-me dice-Te quiero.

Sonrío.

-Adiós abu, yo también te quiero.

Mi madre me agarra del hombro y nos vamos. Camino a su lado hasta el taxi que está en la puerta. Voy mirando por la ventana, pero llueve así que no la abro. Miro las calles, la gente feliz, con paraguas o mojándose, pero feliz. Veo que paramos en una esquina porque el semáforo da rojo. Allí veo a un chico...rubio y de mi edad, sin compañía, con un abrigo impermeable...y de repente me acordé de aquella frase.
'No hables con extraños'

Yo solo le había dicho 'hola' a un niño. Yo solo quería tener amigos, pero me habían reprimido toda la vida. Todos mis sueños de ser alguien se habían ido por el tacho. Llorando, coloco la mano en el vidrio y noto que el chico me observa, extrañado, pero me hace un gesto de saludo. Él de seguro es alguien normal, pero yo no. El auto arranca y yo me despego de la ventana para mirar mis pies. Sin tener noción del espacio, mi madre me saca de mi ensoñación, gritándome.

-Te estoy diciendo que ya hemos llegado, bájate.

Sin responder, le hago caso y me bajo del automóvil. Veo mi casa frente a mí y me pregunto qué sucedió. Mi vida nunca fue perfecta, pero estoy segura que antes era mucho mejor que ésto.

Lo primero que mi madre preguntó, fue lo siguiente:

-¿Has hecho amigos?

No niego pero tampoco asiento. Me quedo inmóvil y sin hablar.

-¿Qué te pasa?

Entonces me desvanezco, pierdo el conocimiento y entro en un trance. Dentro de mi cabeza sé que esto no está sucediendo, pero siento que no puedo salir de allí. Me encuentro en un cuarto minúscula, sola, y en las paredes hay millones de cuadros. En ellos, veo retratada a mi madre infinitas veces, a Isabel, a Mateo con un marco roto, a mi abuela, y finalmente a un hombre que no tiene rostro. Es borroso, no distingo sus rasgos, y cuando me acerco, vuelvo en mí. Estoy en el piso, mi madre me toma de los brazos.

-Despierta, hija, por favor-dice.

Entonces mis labios se curvan en una sonrisa y abro mis ojos.

No hables con extrañosWhere stories live. Discover now