008. Temor / Rosstrange

644 82 9
                                    

Everett llevaba sin dormir unos días. La cama, de repente, se convirtió en una mucho más amplia. Más solitaria. El templo jamás le parecía tan aburrido como ahora; tal vez el corazón del lugar se había marchado. Se preparó y estiró en su cama para dormir.

Strange se había ido unas semanas para resolver un poblema -que obviamente no entendería Ross. Cosas de realidades, le dijo-, y prometió regresar lo más pronto posible. A pesar de que Wong haya ido con él, ese picazón de la idea de que Stephen podría no volver no dejaba de incomodar. Le habían dejado en el santuario, según ellos, era lo más seguro para él. Se resguardo entre las sábanas. En ningún momento de su vida había imaginado extrañar tanto a un estúpido mago. Superheroe. Lo que se supone que Strange sea.

Quería verlo, saber si estaba bien. Saber si pensaba volver.

Sus pensamientos volaban, como los minutos, exactamente por eso mismo no podía dormir las horas necesarias. El no saber cómo funcionaban los universos alternos, le causaban una profunda ansiedad. ¿Qué tal en esas Stephen se olvidaba de donde vino? ¿Qué tal si no puede regresar? ¿Y si se olvida de él?

Se sentía como un jovencito enamorado.

Daba vueltas y vueltas por su cama, hasta que se quedó dormido.

Un ruido estruendoso en la planta baja lo despertó, las marcas de su tiempo en el ejército le entregaron nervios de acero. Se levantó apresurado, su cabeza estaba adormecida, asi que no sabía qué esperar encontrar ahí abajo. Agarró su arma instintivamente, bajó en oscuras las escaleras y trató de escuchar otro sonido más. No hubo ninguna señal. Pensó, entonces, que pudo haberse imaginado aquello; podría haber confundido un sueño con la realidad.

Sin embargo, cuando estaba dispuesto a volver a dormir, escuchó otro golpe. Esta vez, en una habitación en exclusivo. El almacén. Avanzó con pasos veloces, tratando de no lastimarse con los objetos en oscuridad en la sala.

Abrió la puerta de golpe, su arma apuntando al frente.

Entre la oscuridad y con solo la luz de la luna, y en el medio de todas las cosas tiradas reconoció esa silueta en especial.

-Strange-dijo en un murmullo. Inseguro de estar despierto por completo, esa sombra no se movía. Asustado se acercó al cuerpo y lo movió. Escuchó un sonido ronco, efectivamente, era él. Prendió la luz, que era muy pobre, y notó que tenía golpes en sus brazos y cabeza, tal vez heridas más graves en su pecho. No pudo observar más- Dios santo...

Se regresó y corrió a traer el botiquín. En ese momento ya todas las luces estaban prendidas en todo el lugar. Se dejó caer con la caja al costado del cuerpo de Strange. No sabía nada de curar heridas, pero sabía lo de siempre.

-Mírame-susurró con sus manos alrededor de los pómulos del otro. Stephen tenía una mirada perdida, pero con toques de calidez; sabía que estaba a salvo- Tú... ¿Cómo te atreves?

-Mmm-soltó Strange cuando sintió el algodón rozar con la herida de su quijada. Le incomodaba. Aún así, sus ojos azules, lo miraban con intensidad. Everett tenía su ceño obviamente fruncido, tenía una combinación de temor y de enojo; algo muy normal en él. Stephen quiso hablar varias veces, abría su boca y la cerraba, su voz no salía.

Pasaron varios minutos en silencio. Solo con los quejidos del ex cirujano, adolorido. Felizmente, las mayoría de las heridas no eran tan graves, la única que tomó más tiempo la tuvo en su cadera, era un corte profundo. Ross limpió con agua y jabón esa parte, aplicó una pomada antibacteriana y colocó un vendaje limpio. Cosillas que aprendió en uno de las ramas para entrar a la fuerza de tareas.

-Te traeré unas almohadas. Debe dolerte mucho-dijo, se levanto rumbo a la habitación sin esperar respuesta.

Cuando llegó, Strange estaba acostado en una pared tocando su cadera. Ross colocó un cojín detrás de su cabeza, otros más alrededor de su cuerpo, además de una manta que encontró en la sala.

-Gracias-dijo Strange mucho mejor de como estaba antes. Ross se acercó y se colocó al costado suyo. Tenía dudas, varias. No sabía qué decir. Todo pasó nuy rápido, y dijo todo instintivamente; ni siquiera se habían saludado. Después de tanto tiempo... -¿Cómo estás?

Everett soltó una carcajada, había olvidado que Stephen era un rompe hielos total. Todo era tan extraño. Enserio que lo amaba- Bien. Sí. Pensé que estabas muerto.

El mago se arrastró juntando su cuerpo un poco más hacia el piloto.

-Estaba a punto, de hecho- soltó sonriente. -Pero no vivirias sin mí. Asi que regresé.

-No. No podría. -Strange volteó a verlo, pensando que estaba bromeando. Cuando vio que decía la verdad, acercó con su mano el rostro de su pareja y le dio suaves besos-Oh. ¿Qué ocurrió? ¿Dónde está Wong? ¿Ganaron? Porque yo no estoy con perdedores.

-Y yo no estoy con quienes no saben poner una venda correctamente-respondió, con una sonrisa de costado juguetón, su relación era especial. Ignoró sus preguntas, pues tenía pensado responderlas más tarde. Strange palpo su corte. -No es lo suficiente ajustado. Podría haberme desangrado. Casi te equivocas de pomada, estabas dispuesto a ponerme cualquier cosa. En lo general, no está nada mal; aunque, como dije, una decepción que no sepas poner bien vendas.

-Cállate-dijo Everett entre risas. De repente, sus anteriores ganas de dormir se habían disipado. -¿Te duele algo más?

-El corazón.

-¿Qué mierda te pasó?

Strange estalló a risotadas, no duró mucho por su dolor en la cadera y se fue silenciando- En realidad me duele todo el cuerpo, no puedo moverme, me quedaré a dormir aquí, supongo.

-Te acompañaré, supongo-dijo Ross. Lo abrazó y se acomodó para descansar las horas que quedaban. Todo estaba bien, ahora.









...

¿Se enteraron lo de Chadwick? Estoy destrozada. Totalmente inesperado. Que rey.

; 12  M e s e sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora