¿ᴄᴏᴍᴏ ʟʟᴇɢᴀᴍᴏs ᴀ ᴇsᴛᴏ? [ᴋᴏᴜᴀᴍᴀ] [ɴᴀᴛsᴜᴋᴀsᴀ] (ᴄᴀɴᴄᴇʟᴀᴅᴀ)

12

— ¡Natsuhiko-kun! —

Aquella voz dulce que se escucho al entrar llamo la atención del nombrado, viendo con claridad a una chica de cabello morado que le veía con una sonrisa.

— ¿Hum?, Buenos días Aoi-San — sonrió de igual manera mientras se sentaba con una caja en manos —

— Buenos días, ¿oh?, ¿Quien quemo la olla? — pregunto viendo con claridad el utensilio sobre la hornilla —

— Ugh... No lo se, creo que fue el enano — confesó encogiéndose de hombros —

— ¿Tsukasa-kun?, ya veo... — suspiro y se sentó al lado del mayor, sonrió como solía hacerlo — Ahora que estamos solos... Quería aprovechar para poder hablar un poco acerca de Nanamine-Chan —

— ¿La señorita?, ¿por que? —

— Bueno... Ayer aunque ella lo niegue... Estaba hablando sobre ti, decía que no te correspondía aun, quería saber si en verdad la amabas... Ya sabes, como una prueba — su sonrisa no se borro, notando como el contrario estaba sorprendido — Pero no le digas que fui yo quien te lo dijo, ¿bien? —

— Oh, si, claro, ¡muchas gracias! —

— Pero, recuerda que Tsukasa-kun está cerca de Nanamine-Chan, y seguramente tratará de ganar su amor también —

Se levanto y salió del lugar, sabía que acababa de arruinar las esperanzas de amor de aquel azabache.

— Quiero ver tu cara, Tsukasa-kun — murmuró bajo sin dejar de sonreír —

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— ¿Tsukasa?, ¿que quieres hablar conmigo? —

Dos chicos se encontraban en lo profundo de la casa, el de ojos ámbar soltó un suspiro pesado, debía hablar, o todo sería por nada.

— Bien, Minamoto, yo tan solo... —

Amane escuchaba todo desde cierta lejanía, no sabía que pensaba hacer su hermano, y no dudaría en meterse si era necesario.

— ¿Amane-kun? —

El simple llamado le hizo llevar su mirada al frente viendo con claridad a su pareja, quien le veía confusa.

— Eh, Yashiro-San, Buenos días —

— Buenos días... Amane-kun, yo, necesito hablar contigo... —

El tan solo escuchar eso le hizo tratar saliva, cerró un poco sus puños, pero al final terminó accediendo, alejándose ambos del lugar, aunque era extraño.

Ninguno de los dos se atrevió a tomarse de la mano.

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— Tal vez... Tenga una oportunidad — sonrió y comenzó a comer — Aunque... —

“Maldita Aoi, maldito Daikon, ¡no quiero que Amane me odie!, ¡Aoi debe ir al infierno!”

— Me pregunto por qué habrá dicho eso el enano... Se supone que tenía una buena relación con... Espera, ¿habrá pasado algo cuando salió de la habitación?, ¿por que Amane lo odiaría? —

Vio el plato, ahora dudada si creerle a la de cabellos púrpura, tal vez debía hablar seriamente con Tsukasa. Pero.

¿Por qué debía hacerlo?

No era su vida.

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