Capítulo 11: Edipo

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- Creía que nunca vendrías ¿La has traído?

- La gente normal saluda con un "Hola ¿Qué tal?", pero bueno, supongo que no somos amigos precisamente, no importa.

- Déjate de rollos.

- Ciro, Ciro, Ciro, Cirooo... ¿No vas muy rápido?

- ¡No! Si estuvieras en mi lugar, no te gustaría tanto ser chantajeado...

- Ah... Ah... Ah... Yo no te estoy chantajeando. Solo quiero que me contestes a unas preguntas y me hagas un favor.

- ¡No ves! ¿Por qué tendría yo que ayudarte en algo si se puede saber?

- No lo sé, quizá tenga que ignorar que mandaste a mi primo Hodei al hospital, te peleaste conmigo y con su hermano por los alrededores, atacaste a mi hermano y a mis primos en Santander. Mmmm... No sé ¿Por congelar mi pueblo tal vez?

- Valeee... Ya lo he entendido ¿Qué quieres saber?

- ¿Por qué querías matarnos?

- Si os quitaba del medio, hasta dentro de mucho tiempo no habría más realeza en los reinos de las sirenas. Sin vosotros al frente, me sería mucho más fácil apoderarme del cetro de la reina del agua. Además, estando muertos, podría usar las perlas para invocarla y no tener que buscarla.

- Solo tres cosas: La primera, si nos matas, los siguientes herederos aparecerían automáticamente incluyendo a sus perlas, es decir, al morir, las perlas se desvanecen y a parecen con sus nuevos dueños, segundo, al no tener perlas no podrías invocar a la reina del agua, y tercero, al no tener absolutamente nada, tendrías que buscar a los herederos de las perlas, que por la maldición que tienen, aparecerían en una familia nueva, en vete tú a saber en qué sitio de la superficie.

- No lo sabía... Mi padre tiene mucha confianza en vosotros... Siempre habla bien de la reina del agua y de las sirenas. Desde pequeño me ha inculcado que todos los seres tienen que respetarse, tolerarse y aceptarse para vivir en paz.

- Y razón no le falta ¿Por qué quieres el bastón de la reina del agua?

- ... ¿Viste lo que había en la caracola?

- No quise hacerlo, pero, por un pequeño accidente, se rompió el sello y al intentar volverla a sellar, me mostró todo lo que contenía. Si te sirve de consuelo, solo yo la he visto y desde entonces, no he dejado que nadie la viera.

- Gracias por eso, supongo. Bueno, pues entonces ya sabrás que, una noche, a mi padre se le olvidó comprarme los inhibidores y supresores que acostumbro tomar cuando llega mi celo. En casa además de mi padre, hay otros dos alfas, mis hermanos Alejandro y Cayetano, ambos son mayores que yo, y mi madre quería evitar que él o ellos terminaran siendo afectados.

- ¿Tú padre? ¿Ser afectado?

- Sí. Mi madre es beta por lo que mi padre no estaba enlazado con nadie por aquel entonces. El enlace solo es posible entre un alfa y un omega mediante un mordisco del alfa en el cuello del omega.

- Ah, ahora entiendo todo...

- Bueno, en principio los gemelos estaban dormidos en su habitación. Habían estado trabajando todo el día en las termas de mi padre, yo, por el contrario, permanecía encerrado en mi habitación, para impedir que, si mi celo empezase, afectara a mi padre o mis hermanos.

- ¿Pero qué tiene que ver todo esto con el bastón?

- Déjame terminar de contarte. Mi padre también estaba en casa, pero estaba en la cocina preparando la mesa para cenar en cuanto llegase mi madre. Unos diez minutos después de que mi madre se fuera a la farmacia de guardia, tuve que salir de mi habitación al baño, traté de hacerlo rápido para evitar que me llegara el celo en el pasillo. En la ida no pasó nada, pero a la vuelta, sucedió. Él reaccionó, y nos descontrolamos en mi dormitorio, éramos plenamente conscientes, pero no pudimos controlarnos, ni él ni yo.

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