Prefacio

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Fue Okumura el primero y único en preguntar lo que, de hecho, todo el mundo se había estado preguntado desde hacía mucho, mucho tiempo atrás. Había removido su comida, pensado un par de veces en qué palabras utilizar, y, cuando por fin supo, abrió la boca.

— ¿Qué... es lo que se supone que vosotros tres tenéis? —había preguntado, por fin.


Una simple y concisa pregunta que hizo que Miyuki se riera suave, Kuramochi soltara un Gyahaha! de los usuales, y Sawamura se atragantara con la comida y estuviera puntito de ahogarse. Una simple pregunta que muchos habían mantenido durante tiempo, sin saber exactamente qué es lo que tenían el Vice capitán y el propio líder del equipo con el ruidoso idiota.

Sawamura recuperó el aire que había perdido e intentó recomponerse, tosiendo y mirando con ojos de loco al tipo rubio. Sus mejillas estaban rojas como un campo de amapolas.

— ¿¡Qué clase de pregunta es esa!?

— Una como cualquier otra.

Al pitcher no le pareció tan irrelevante. — ¡Estás invadiendo la intimidad de tu senpai! —gritó exageradamente. Zono hizo un gesto afirmativo con la cabeza.

— O sea que hay intimidad... —murmuró para sí mismo, y un brillo humorístico pasó por los ojos de Kazuya al mismo tiempo que un escalofrío atacó al ruidoso castaño.


Haruichi podría haber jurado que eso que caía como cascadas de las cuencas de los ojos de este, eran lágrimas.


— Está bien. Estamos saliendo. SALIENDO, ¿¡VALE!? —admitió por fin, y mientras seguía gritando, se tapó la cara roja de vergüenza—. Esto es embarazoso, maldición. ¡Maldito seas MIYUKI KAZUYA!

Al cátcher se le cayó una gotita, sonriendo suavemente. — ¿Por qué solo me maldices a mí? Al fin y al cabo si acabamos así fue por la intervención de Kuramochi. —entonces, fue el turno del campo-corto de fruncir el cejo, y sí, intervenir.

— ¡Nadie te dijo que te metieras en mi camino! Sigo sin estar contento con tener que compartir contigo, cuatro ojos sádico.

Kazuya pareció no discrepar en eso. — Como si hubiera dejado que me dejaras sin postre.

Y entonces...

— ¿Hay postre? —dijo Eijun, y todos se cayeron de sus sillas dramáticamente.


Tomó más de unos diez segundos el volver asimilar la estupidez y lentitud del tipo, y entonces, fue tiempo de que el joven cátcher volviera a hacer la pregunta. Pidió, por favor, que explicaran un poco más la situación, y varios de segundo y tercer año también se unieron a la conversación. Todos estaban interesados en saber más del tema. Había varios que habían vivido junto con ellos los primeros pasos, o los intentos de seducir —el acoso—, y estaban los que siempre habían tenido muy claro lo que se habían estado trayendo entre manos aquellos tres.

Aunque, de todas maneras, nadie sabía cómo fue que acabaron así.


— Oe, Bakamura.

Fue Kuramochi, rodeando los hombros de este, quien sonrió enorme y pícaramente quien le instó—. ¿Por qué no les cuentas cómo hice que cayeras por mí? —mientras Sawamura ponía sus ojos de gato y empezaba a sudar frío. La otra presencia no se hizo esperar.

— Sí, sí, Sawamura... —y Miyuki se acercó muuucho para ponerlo incómodo, ante lo que Sawamura no pudo hacer más que quedarse quieto como un pobre idiota—. ¿Por qué no le dices a todos cómo te enamoraste de mí?

Sawamura quería matarlos, o morirse él. Estaba con una cara estropeada de póker, cubierto de sudor, mientras esos dos molestos tipos a los que solía llamar "novios" lo tenía amarrado sin escapatoria.

Todo el equipo tenía sus ojos en él. Estaba incluso más nervioso que al estar en el montículo.


Y podría haber puesto una excusa y huido, si no fuera porque su kohai volvió a sacar el tema tan tranquilamente como él era.

— Entonces... —había dicho.


¿Cómo empezasteis a salir?





¡Espero que os guste esta historieta de Daiya no Ace! Serán capítulos cortos de cómo Miyuki y Kuramochi intentaron ganarse el favor de Sawamura.

¡Muchas gracias por leer, opinad lo que queráis! 

Uno para todos, y té para dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora