Uno para todos, y té para dos

Parte 4

Sawamura, sumergido en el agua de la gran bañera de los baños de los dormitorios de Seidou, suspiraba cansado recordando lo que había pasado ese día.

(Flashback)

Se había visto incapaz de abrir la puerta para salir de su cuarto cuando iba a salir a correr por la mañana. Parpadeó, confundido, y se preguntó si su senpai habría cerrado la puerta con llave por la noche —cosa que nunca había hecho antes. No se preocupó demasiado e, intentando no hacer ruido, se dirigió al escritorio, a los cajones, a buscar la llave para poder empezar su carrera matutina. No la encontró, sin embargo, y empezó a desesperarse pensando que quizás la había perdido.

Al menos pensó eso, soltando gemidos de frustración y frotándose el pelo como un idiota, hasta que notó cómo una muy familiar figura se erguía en la parte superior de la litera. Parpadeó mientras intentaba distinguir los rasgos serios de su compañero de cuarto recién levantado; y, entonces, vislumbró algo destellar en la mano que este mostraba.

Era la llave.

Miró a Kuramochi mientras este bostezaba y bajaba poco a poco de su cama, y lo miró extrañado en el transcurso. — ¿Por qué tienes tú mi llave, Kuramochi-senpai? —le preguntó, e hizo algo parecido a un puchero. ¿Todavía estaba enfadado porque el día anterior había declinado estar con él al igual que con Miyuki? Quizá era una forma retorcida de venganza.

Vio cómo se metía la mano por debajo de la camiseta para rascarse el abdomen y cómo se echaba el flequillo —que tenía aplastado y sin peinar hacia arriba— hacia atrás a la vez que soltaba otro bostezo. No estaba acostumbrado a levantarse a esas horas pero aun así lo hizo, ¿por qué? 
Kuramochi por fin pareció estar más despierto, y entonces miró a Eijun con unos ojos demasiado serios, muy intensos. Él casi tembló ante la fuerza de su mirada. Tartamudeó. — ¿¡Q-qu-qu-qué te pasa!? —y el otro, por fin, chasqueó la lengua.

Guardó la llave en el bolsillo de su pantalón de deporte, y apartó los ojos de él para ir a sentarse en la silla de escritorio de la esquina. — No seas tan ruidoso desde la mañana, Bakamura. —había mascullado, y Sawamura dibujó una mordaza imaginaria alrededor de su boca, acallándose. El mayor suspiró—. Y te he quitado tu llave porque no quería que huyeras esta mañana, idiota.

Aquella información logró que Sawamura pusiera sus típicos ojos de gato. — ¿Huir? —Kuramochi asintió, para, entonces, lanzar otra de esas miradas intimidantes suyas hacia él—. ¿¡Qué pasa!?

Se levantó y se estaba rascando el pelo mientras comentaba. — Le comenté el tema a Masuko-san pero como debí suponer no supo qué decirme, por lo que ayer fui a hablar con Ryou-san. —dijo, y se paró al lado de Sawamura. Este tragó, ¿no estaban muy cerca? Kuramochi tenía sus manos en los bolsillos y lo miraba fijamente—. Según él lo mejor es ir de frente porque si no podría ser demasiado tarde después, y creo que tiene más razón que un santo. —él seguía sin saber de qué le estaba hablando, hasta que... Su senpai levantó su fuerte y callosa mano, y lo tomó de la nuca.

Eijun comenzó a sudar frío. — ¿S-senpai? —no le dieron mucho tiempo para deliberar.

— Me gustas, Sawamura. Bastante. Joder, mucho. ¿No lo entiendes? —y brusco como él era, tiró de su nuca hasta ponerlo frente a su cara, e hizo que juntaran sus frentes mientras le seguía mirando a los ojos con la seriedad palpable—. Así que, ¿saldrías conmigo?

(Fin Flashback)

Su cara se volvió una mezcla entre azul y rojo, y acabó medio asfixiándose en un color púrpura que no podría ser sano. ¡Cada vez que recordaba ese momento con su senpai esa mañana no podía dejar de sentirse en peligro de muerte! Había sido una de las experiencias más espeluznantes de su vida, sobre todo porque Kuramochi se lo había estado tomando demasiado en serio. Qué demonios, ¿que le gustaba...? ¡Debía estar bromeando! Si lo único que su senpai hacía era torturarlo física y mentalmente con palizas en los videojuegos y sesiones unilaterales de lucha libre...