Parte 1

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Estamos casi seis meses atrás.


El entrenamiento estaba siendo duro como siempre, el entrenador Kataoka no dejaba espacio para respirar si quiera, y los chicos no estaban haciendo más que sentadillas y más sentadillas. Les dolían los muslos una barbaridad.

Cuando cayó la tarde y terminaron con la práctica, estaban todos real y seriamente agotados. Una de las Manager le pasó una botella de agua a Kawakami.

— Muchas gracias. —le dijo.


Aun siendo otoño el calor en Tokio seguía siendo insoportable, todavía más incluso después de la sudada que se habían pegado después de horas y horas de ejercicio. Todos sus uniformes estaban empapados en sudor. Algunos, más que otros, como se veía en el caso de Sawamura y Miyuki. El primero no podía despegarse de sus ropas, mientras que el segundo parecía fresco como una rosa.

Se burlaba con los ojos de su estúpido kohai, y este, consciente de eso, se exasperaba.

— ¿¡Cómo es posible que te mantengas así después del entrenamiento del bossu!? —le gritba, tirándole para arriba de la camiseta de deporte azul, y el otro reía irritantemente.

— Así no te vas a conseguir una novia en la vida, Sa-wa-mu-ra. —le había respondido con creces, el otro alejándose, impactado. Su cara mostraba algo así como ¡¡es cierto!! Aunque en seguida añadió que, en realidad, aquello no le preocupaba mucho.


Nadie lo notó, pero Miyuki sonrió un poco para sí mismo, sabiendo de antemano que lo único que había en la cabeza de ese idiota era el béisbol. Se conformaba con eso, de alguna manera.


Así que no se quejó cuando este lo soltó con un toque quizá algo despectivo, y se marchó para conseguir algo líquido. Todo seguía normal, nada fuera de lo usual.

Una patada en la retaguardia sobresaltó a Sawamura en su camino a la hidratación. — ¡Gyaha! Hoy estabas más lento que de costumbre, idiota! —la chillona voz de Kuramochi hizo que este se diera la vuelta a la defensiva, colmillos y todo.

— ¡Mochi-senpai eres ruidoso! —le había echado en cara molesto, y se arrepintió al instante cuando una callosa y fuerte mano le apachurró las mejillas.

La cara fruncida en gesto de Yakuza de su senpai acercándose le mandó una advertencia silenciosa.

— ¿Qué has dicho maldito...? —aquél tono de delincuente que usaba para hacerle callar siempre conseguía subirle los cojones a la garganta. Sawamura se puso blanco.

— Ie, ie, ie, ie. Solo comentaba lo muy impresionante que te veías hoy, GRANDIOSO-KURAMOCHI-SAMA! —había exclamado para entonces, y solo por eso el del tupé lo soltó, diciendo está bien si lo entiendes  por lo bajo.

Se escapó de sus garras de maníaco en cuanto pudo, y siguió con su camino. 

De verdad, ¡jamás entendería a los jodidos superiores de su equipo! Casi lloraba patética y exageradamente mientras se alejaba todo lo que podía. Kuramochi, lo vio con gracia, sonriendo de lado.

Después, sin pensar mucho en ello, se miró la mano con la que había apretado ambos lados de la cara del chico y recordó los morros que había puesto el idiota por el apachurre. La cerró, sin poder contener ese impulso, y sacudió la cabeza con una sonrisa absurda al sentirse emocionado por ello.

Uno para todos, y té para dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora