Apreciada Stephanie Du Barry,
Nos complace comunicarte que has sido admitida en la universidad Venice Campus para cursar el Grado en Economía y Empresa. La admisión y matrícula...
—¡Lucas! —grita alzando la vista del papel.
Su cabeza se asoma por la puerta de la cocina, mirándome expectante. Mi cara de alegría hace que no hagan falta las palabras, se acerca a mi y me abraza con todas sus fuerzas, levantándome un poco del suelo.
—Estoy muy orgulloso de ti, Steph. —comenta una vez mis pies vuelven a tocar las baldosas.
—Pensaba que no llegaría nunca la maldita carta. —admito llevándome los papeles al pecho, estrujándolos contra mi a modo de protección.
—La mía llegó ayer, no seas melodramática. Ya he recogido las tazas, solo faltan tus velas. —se da la vuelta y vuelve a entrar en la cocina.
Me tiro en el sofá justo cuando la puerta principal se abre y Cristina entra pegando un grito. No puedo evitar poner los ojos en blanco, mis ganas de verla son inexistentes.
—¡Casi me atracan! —exclama tirando su bolso al sillón y luego sentándose encima de él.
¿No se le estrujan las cosas de dentro?
¿Quién demonios se sienta sobre su bolso?
—¿Casi? —pregunto extrañada.
¿Acaso he oído mal?
—Sí, casi. —replica ella maleducadamente.
Se aparta el flequillo rosa de los ojos y me mira fijamente, esperando que le pregunte que le ha sucedido, sin embargo, yo sigo sin tener el más mínimo interés en hacerlo.
—Le he sacado la navaja al capullo irlandés. —refunfuña finalmente.
Yo me limito a apartar la vista de ella y volver a centrarme en mis asuntos. Abro el sobre que sujeto entre las manos y empiezo a meter los papeles dentro. Cristina lo exagera todo y miente constantemente así que no se si es verdad o no lo que dice. Su ex-novio "el irlandés" como ella lo llama en realidad es argentino, imagínate la de incoherencias que decía.
—Ya he encontrado edificio. —comenta mi hermano saliendo de la cocina y rompiendo la tensión que hay en el salón.
—¿Ah sí? ¿Está cerca de la universidad? —pregunto incorporándome del sofá y caminando hasta la mesa del comedor para que podamos hablar.
Lucas asiente y se sienta a mi lado, sacando su móvil del bolsillo y dejándolo encima de la mesa.
—¿Sabes mi mejor amigo? El que has visto un par de veces, alto y con cara de chico duro. —explica con la voz algo ronca.
Desliza su móvil por la superficie y mis ojos lo siguen. Lo cojo y empeciezo a pasar las fotos del nuevo apartamento al que nos mudaremos.
—¿Víctor? —pregunto recordando que varias veces había venido a buscarle, sin embargo no le pongo cara.
—El mismo, vive en el piso de arriba. Ha hablado con la casera y nos hará un descuento pero tendremos que ponernos a trabajar igualmente.
—¿Cuando empezamos con la mudanza? —pregunto entusiasmada. Mis ganas de salir de aquí eran inmensas.
—¡Tan pronto os libráis de mi! —exclama Cristina captando nuestra atención.
Ambos nos giramos para mirarla, vuelve a alzar su mano para apartarse su estúpido flequillo rosa. Siento que me analiza detalladamente.
Pero no va a poder conmigo. No ha podido y no podrá.
Por fin nos libramos de ella. Lucas y yo llevábamos diez años de una casa de acogida a otra y sin duda Cristina era de las peores personas con las que habíamos convivido.
Fuimos amigas durante un tiempo, hasta que decidí que no quería malas energías en mi vida.
Los Lorris nos habían acogido en su casa, no pudieron tener hijos así que adoptaban a huérfanos durante un tiempo. Con ellos llevábamos ya dos años y Cristina apareció hace seis meses, peor que un grano en el culo.
Lucas y yo éramos hermanos de sangre, nuestros padres murieron en un accidente de tráfico y no teníamos familiares, así que nuestra vida dio un giro de trescientos sesenta grados.
Ahora que nos habían aceptado en la universidad nos íbamos a mudar, a empezar nuestra vida sin tener que depender de un tutor legal.
Lucas era un año mayor que yo, pero repitió un curso el año del fallecimiento de nuestros padres.
Éramos inseparables. Siempre íbamos a todos lados juntos, y nos lo contábamos casi todo.
Por unos segundos, que se sienten como años, por mi mente aparecen todos los momentos juntos, como cargábamos con nuestra ropa en bolsas y como nos cambiábamos de colegio una y otra vez.
Me aclaro la garganta y vuelvo a clavar mi vista en las fotografías del móvil. Dos habitaciones, un baño. No necesitamos más.
Tras cenar con los Lorris subo hasta nuestra habitación y termino de empaquetar las pocas cosas que teníamos. Siempre teníamos que viajar ligeros de equipaje por si nos echaban sin previo aviso, por lo que no tardo mucho en recoger mis pertenencias.
Lo que más había recolectado estos dos años habían sido libros, un escape de la vida real.
Después de guardar el resto de mi ropa en la última caja me estiro en la cama y Lucas entra por la puerta de la habitación, bostezando y con una lámpara entre las manos.
—Te he comprado esto. —susurra intentando no hacer ruido para no despertar a los Lorris.
—¿Una lámpara? —rio yo mientras él me la entrega.
—Para que la pongas en tu mesita de noche mañana, así seguirás acordándote de tu hermano mayor antes de irte a dormir. —argumenta estirándose en su cama.
—Gracias, Lucks. ¿Crees que nos irá bien? —pregunto girándome para mirarle.
—Yo creo que sí —responde colocando sus brazos detrás de su cabeza. —mientras sigamos las reglas no creo que tengamos ningún problema.
Y entonces en mi mente aparece la lista de reglas que habíamos hecho cuando murieron nuestros padres.
1- No ocultarnos secretos
2- Prohibido mentir
3- Siempre estar ahí para ayudar al otro
4- Prohibido chantajear
5- No separarnos nunca
6- No traicionar al otro
7- Quererse siempre, hasta la eternidad
8- Odiaré a quién haga daño al otro
9- Si se rompe una regla, se ha de decir (aunque el otro pueda enfadarse)Y desde que la hicimos nunca habíamos incumplido ninguna regla, jamás. Las habíamos discutido alguna vez, por ejemplo sobre que sería una traición para él.
Su respuesta en esa fue muy clara, no podía salir con ningún amigo suyo. Pero aunque tuviésemos ocho y nueve años teníamos una cosa clara, nos queríamos el uno al otro con toda nuestra alma.
Mañana será la mudanza y me muero de ganas de amueblar el apartamento y conocer a los nuevos vecinos.
No tengo ni idea de lo que nos deparará el futuro, pero eso no me asusta lo más mínimo.
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¡Hola! Este ha sido el primer capítulo, es para poner contexto.Stephanie y Lucas son dos hermanos que tendrán que enfrentarse a vivir solos y empezar la universidad.
Piensan que lo tienen todo bajo control, pero a veces las reglas están para que se rompan ¿no?
Deseo que os guste mucho la historia :)
Un abrazo, Valery.
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Mil veces tú, Steph.
Teen Fiction-Vas a subir o tengo que saltar hasta tu balcón? -pregunta jugando conmigo. -No sé, lo cierto es que aquí abajo se está muy a gusto. -respondo todavía con el libro entre las manos. Sin alzar la vista puedo ver cómo baja desde su piso hasta el mío...