Parte 3 - La Laguna

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-¿De quién es el coche? - preguntó Lena una vez nos paramos delante de un Audi A8.

—Wow. —susurro nada más verlo. Esa bestia va más rápido que un avión, ¡por dios qué coche!

—Mío. —contesta con firmeza Víctor.

Cruzamos miradas un segundo y luego me muevo para separarlas, no me gusta que me mire tan fijamente, y no es la primera vez que lo hace. Parece que conozca mis más oscuros secretos. Y en realidad no sabemos casi nada el uno del otro, pero hace cinco minutos me ha hablado como si me conociese de toda la vida.

Entramos todos en el coche, yo sentándome en la parte trasera en medio de Lena y Pablo y emprendemos nuestro viaje hacia la Laguna. Víctor conduce con serenidad, como si llevase toda su vida haciéndolo. Mi hermano va cambiando canciones sin parar, es un tiquismiquis y nunca deja que terminen. Al parecer Lena ya conoce a Pablo porque mi hermano se lo ha presentado hace un par de semanas.

—¿Has avisado a Fred? —le susurro a Lena.

—¿Qué susurras? —me susurra Pablo, haciendo que yo me gire para mirarle.

—Nada. —contesto con una sonrisa.

Me aparto un mechón de pelo de la cara y coloco mis manos encima de mis piernas, las tengo una cruzada encima de la otra, suelo sentarme siempre así. Clavo mi vista en la mano de mi hermano, cambiando de emisora.

—Acabo de enviarle un mensaje. —susurra Lena, contestándome la pregunta.

—¿Qué acaba de hacer? —pregunta Pablo elevando un brazo y estirándolo por detrás de mi.

—No es asunto tuyo, Sherlock. —respondo conectando mis ojos con los suyos.

Se han vuelto más oscuros con la poca luz de la noche, casi puedo verme reflejada en ellos, el color de un café americano. Tiene la nariz algo regordeta y la mandíbula más afilada que he visto jamás. Sus labios son finos y rosados y mientras le miro, él me mira a mi. Sin embargo no tengo ni idea de lo que debe estar pensando él.

—¿De qué habláis? —pregunta Víctor mirándonos por el retrovisor.

—Nada bro, aquí las chicas, con sus cotilleos. —responde Pablo con la voz algo cansada, dejando salir un suspiro como si estuviese aburrido.

—Las chicas y Pablo con sus cotilleos. —rectifica Lena.

Ella tiene una nariz muy pequeña comparada con la de Pablo, y sus labios son gordos, más bien obesos, pero me ha confesado que es porque se ha puesto botox.

—He visto que querías sentarte a mi lado, ¿antes invítame a cenar, no? —me susurra Pablo rodeándome el cuello con el brazo que ha estirado antes.

Este chico quiere jugar, y tal vez no sepa las reglas que existían entre mi hermano y yo. De todas formas me extraña teniendo en cuenta que es uno de sus amigos más íntimos.

—Yo soy más de peli y manta. —contesto guiñándole el ojo y siguiendo su juego, si jugábamos, sin duda yo voy a ganar.

Pablo se empieza a reír y me acerco más hacia él, me planta un beso en la cabeza y luego se gira para mirar por la ventanilla.

Ojalá ese beso no hubiese sido en la cabeza si no entre las piernas.

Alzo la vista y vuelvo a cruzarme con los ojos azules de Víctor, mirándome por el retrovisor. De repente me guiña el ojo y eso me paraliza. ¿Por qué me ha guiñado el ojo? Mantengo mi mirada firme e inexpresiva y veo cómo vuelve a bajar los ojos a la carretera.

Al llegar a la discoteca Lena me coge de la mano y empieza a arrastrarme por entre la gente, gracias a Fred hemos podido entrar. La Laguna es +21 y nosotras tenemos dieciocho, así que entramos sin enseñar el DNI ni hacer cola. Los chicos no se cómo han conseguido entrar, supongo que también deberían tener contactos dentro.

Mil veces tú, Steph.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora