Tapo mi cuerpo con la cortina mientras Víctor deja algo encima de la pica. Gracias a dios no ha podido ver mi cuerpo desnudo, si me hubiese visto como mi madre me trajo al mundo, pegaba un grito seguro.
—Tu pijama, borde. —responde con tranquilidad, como si no acabase de invadir mi espacio personal.
Vuelvo a escuchar como se cierra la puerta de nuevo y los nervios empiezan a abandonar mi cuerpo. Suelto la cortina de la ducha y suspiro bajo el chorro de agua que golpea mi cuerpo. Ya le vale.
Me quito el jabón y cogo la toalla para secarme. Cuando mis pies aterrizan en la pequeña alfombra que he puesto antes de entrar, puedo ver lo que me había traído.
¿Una camiseta?
¿Acaso pretende que duerma desnuda en su casa, con solo su camiseta?
Abro la puerta y me lo encuentro en la cocina, con todas las luces encendidas y haciendo bastante ruido.
—Ehhhh, ¿Víctor? —digo llamando su atención.
Se gira para mirarme y puedo ver que él ya lleva puesto su pijama, un pantalón corto de color negro y una camiseta de manga corta que se ciñe a su cuerpo un poco, marcando lo definido que lo tiene.
—¿No puedes dejarme otra cosa?
Se gira y suelta una risa, debo estar graciosa envuelta en una toalla sujetando su camiseta como si fuese un balón de fútbol. Continua haciendo lo que quiera que haga y se queda callado, sin contestarme.
—Perfecto, vas a ignorarme. —comento antes de cerrar la puerta de nuevo.
Me pongo su camiseta, que desgraciadamente huele a él, y huele muy bien. Me pongo mis bragas y los tejanos cortos, sin ellos me niego a ir por su apartamento. Enjabono mis manos y empiezo a lavarme la cara para quitarme el maquillaje. Mis ojos quedan algo negros por el rímel, pero con un poco de papel higiénico lo consigo solucionar y dejo de parecer un oso panda.
Abro la puerta del baño y puedo oír como acaba de poner música. Empiezo a caminar hacia él y veo como coge dos platos del armario.
—¿Vas a cenar ahora? —pregunto extrañada.
—Vamos. —me corrige él.
Se da la vuelta, me entrega los platos y abre otro armario cogiendo dos vasos. Yo como una estúpida me quedo ahí de pie esperando a que me los entregue.
—A la terraza. —me indica agachándose para coger algo más.
Entro en su habitación y puedo ver cómo ya ha puesto dos tapetes en la pequeña mesa que tiene en su balcón. Coloco los platos y los vasos y me siento en una de las sillas, admirando la ciudad.
Además de que no somos camareras.
Bueno tal vez si, pero no sus camareras.
Alzo los brazos y empiezo a hacerme una trenza, sin duda tengo el pelo demasiado alborotado. Disfruto del sonido de estar a solas con el mundo hasta que aparece Víctor con una bolsa muy grande del McDonald's.
—No sé si te gustan las hamburguesas así que también te he cogido nuggets. ¿Qué quieres para beber, rubia?
Observó cómo va dejando todas las cosas que ha traído encima de la mesa. ¿Cuando ha ido a por comida? Esto parece surrealista, no está riéndose de mi ni mirándome fijamente, ¿es este el Víctor que tanto tiempo pasa con mi hermano?
—¿Tienes seven-up?
—No soy un puto supermercado. —replica metiéndose una patata en la boca.
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Mil veces tú, Steph.
Teen Fiction-Vas a subir o tengo que saltar hasta tu balcón? -pregunta jugando conmigo. -No sé, lo cierto es que aquí abajo se está muy a gusto. -respondo todavía con el libro entre las manos. Sin alzar la vista puedo ver cómo baja desde su piso hasta el mío...