Parte 10 - Un beso y una paliza

23 6 3
                                    

Una vez me subo al coche, cierro la puerta y me pongo el cinturón. Cojo el bolso, me lo pongo en las piernas y saco mi teléfono móvil para decirle a Lucas que llegaré hoy un poco más tarde y que no se preocupe.

Víctor se sienta a mi lado, enciende el coche y empieza a conducir por la calle, parándose en el semáforo ya que está en rojo.

—No es mi novia. —suelta de repente, rompiendo el silencio.

—¿Qué? —le pregunto sin alzar la vista de mi móvil, sigo escribiendo el mensaje para mi hermano.

—Que no es mi novia. Solo somos—

—No hace falta que me des explicaciones. —le interrumpo dándole a enviar. Suspiro y vuelvo a guardar el móvil en el bolso. —Lo que hagas y dejes de hacer con tu vida no me incumbe, no somos amigos. —añado girándome para mirar por la ventana.

—Solo follamos. —dice con la voz grave, como si no significase nada.

—Si os funciona, pues me alegro.

Le acabo de decir que no somos amigos y lo que me contesta es que folla con la brasileña.

No tiene neuronas.

—¿Por qué la llamas bombón? ¿es esa tu forma cariñosa de ponerle apodo?

Mi curiosidad no tiene límites, y sin duda, no voy a dejar de saberlo y quedarme con las ganas.

—No, esa es mi forma de no tener que acordarme de su nombre cada vez que le hablo. —me explica girándose para mirarme.

—Qué asco. —susurro, a saber a cuantas debe llamar bombón.

—Un bombón es algo dulce, que te metes entero en la boca y disfrutas unos segundos. Pero no te comerías cuarenta bombones seguidos, porque te empachas y te sientan mal. Así que ella es como un bombón, a veces te alegra el día pero no hay una continuidad, ¿sabes?

—Ajá.

¿Entonces me llama rubia para no tener que acordarse de mi nombre?

Mientras tú no le llames, no habrá ningún problema.

Continuo mirando la calle, sabiendo que él tiene sus ojos clavados en mi. Me giro y conecto mi mirada con la suya. Volvemos a pararnos en un semáforo pero no aparta la vista de mi, ni un solo segundo.

—¿Por qué siempre me miras tan fijamente?

—No lo hago. —niega él esta vez apartando la mirada.

—Sí, sí lo haces. —replico.

—¿Te molesta? —pregunta acelerando, el semáforo se acaba de poner en verde.

—Estás admitiendo que sí lo haces al hacerme esa pregunta.

Ladea la cabeza y se lleva la mano a la boca, ocultando su sonrisa.

—No me molesta, pero a veces me pone nerviosa. —admito con sinceridad.

—¿Te pongo nerviosa? —pregunta girándose de nuevo, haciendo que nuestras miradas choquen.

—Cuando me miras así, sí.

—¿Y cómo te miro? —su mano descansa en su pierna, moviéndose al ritmo de la música.

De lo sumida que estoy en la conversación ni me he dado cuenta de que está la radio puesta.

—No sé, fijamente... durante mucho rato. —susurro sin saber describirlo.

Pasan unos segundos de silencio en los que centro mi mirada en la ventana, viendo cómo hemos entrado en un nuevo vecindario. Pablo sin suda vive alejado de nosotros. Cuando vuelvo a mirar hacia delante Víctor se gira de nuevo y se me queda mirando, por quinta vez en lo que llevamos de trayecto.

Mil veces tú, Steph.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora