Parte 8 - Idea tentadora

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Todavía no puedo creerme la racha que llevo. Estamos en la última mano, cuatro partidas ya ganadas desde que hemos firmado el trato redactado por Lucas, y las caras de estos pobres hombres valen oro.

Jaime está emocionado, quiere que yo gane solo por fastidiar a Víctor, que pone cara de póker. A él es casi imposible leerle.

Por otro lado, tanto Fred como Pablo están cabreados, según un par de comentarios que han hecho he podido entender que es porque se sienten amenazados de que una mujer les gane. Lena se había mudado a uno de los sillones con su teléfono móvil durante las otras partidas, pero ahora que estamos en la última, se ha vuelto a sentar sobre las piernas de Fred para ver si yo gano o no.

—¿Cómo lo haces? —me susurra Pablo al oído.

Se que lo ha usado como excusa para mirarme las cartas, pero ha fallado. Yo siempre las tengo cerca de mi torso, para que justamente en una situación así, no me las puedan ver. Pero montar un pollo por su quinto intento de vérmelas no servirá de nada, es mejor intentar ganar y punto.

—No sé, Sherlock, ¿acaso observándome durante dos horas no te ha servido de nada?

Él sabe que yo veo que me las intenta mirar, pero aún así no pierde la vergüenza y sigue intentándolo en cada mano.

Lo que más me preocupa es lo que llevaba en las manos el chico de ojos azules, la verdadera lucha es con él. Sus ojos se van levantando de las cartas para mirarme, jamas he cruzado tantas miradas con nadie, nunca.

Cuando me pilla mirándole se le forma una media sonrisa en la cara, que disimula bebiendo de su cerveza.

—¿Cuál es el truco? —pregunta Rick mientras esperamos a que mi hermano se decida para robar del montón.

—Steph tiene poderes, no hay truco. —le contesta Jaime, dándome otro codazo.

Sin duda, la persona más alegre ahora mismo, es más, cuando me toca a mi él me mira con admiración, como si yo fuese un trofeo que él quiere limpiar.

—Vamos bro, algo tiene que hacer para no perder. —replica Rick colocándose bien las gafas.

—Ser un genio. —sonríe triunfante Lucas, conectando sus ojos con los míos.

Pasan diez minutos y yo empiezo a ponerme nerviosa, así que bajo mis cartas a la mesa en mi turno y gano la mano. Ya no hay nada que puedan hacer, cinco partidas seguidas... seis si contamos la primera de todas en la que el trato todavía no se había puesto sobre la mesa.

Mi hermano se levanta de la silla como un rayo y vuela hasta mi, empezando a darme un montón de besos en la cabeza. Lena empieza a aplaudir y Fred lanza sus cartas de mala gana sobre el cristal, completamente enfadado. Es la primera vez que juego apostando algo tan importante como gastarse tanto dinero y haber ganado sin duda es reconfortante.

—¡Eres la diosa de las cartas! —exclama Jaime riéndose. —Sabía que ganarías. ¡Lo sabía! Se lo dije, es que lo tenía claro. —empieza a decirme mientras abre los ojos como platos y menea las manos de un lado a otro. —¡Diosa! —exclama acercándose y plantándome un pico en la boca.

—Gracias, Jaime. —le susurro muerta de risa. Cambio mi campo de visión y puedo ver cómo Lena se levanta de las piernas de Rick y viene hacia mi.

—Enhorabuena linda, has jugado de maravilla. Solo he visto la mitad pero has estado fantástica. —me congratula agarrando mi cerveza y dándole un trago.

Me pongo de pie y me da un azote en el culo, entregándome la lata vacía. Bajo la vista hasta la mesa dejándola encima de mi posavasos y mis ojos encuentran los suyos azules. Me quedo quieta, mirándole con detenimiento mientras los demás siguen hablando. Le guiño un ojo y entonces él gira la cabeza de lado, sin apartar los ojos de mi.

Mil veces tú, Steph.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora