Las horas pasaron lentas, muy lentas. Al llegar las ocho de la tarde, le puse una excusa a Ryujin para poder irme antes del atardecer, que se posponía cada día más debido a las generosas horas de sol que nos proporcionaba el verano. Tras discutir brevemente y tratar de evitar que me acompañara a casa como quería ella, pactamos que nos despediríamos en la parada del autobús.
Y así fue.
Recorrimos un par de metros hasta la más cercana sin apenas hablar, y nos despedimos cuando llegó su bus, aunque al mío le faltaban aún cinco minutos. Conecté los auriculares y empecé a escuchar "fuxxin' love" de OoOo, mi cantante favorita, aunque eso no me impidió oír el claxon del coche que había parado justo frente a mí.
Bajó del vehículo una cara que ya había visto antes, en la heladería, concretamente, aunque fingí no saber de quién se trataba para no levantar sus sospechas.
Bajó las ventanillas del mercedes negro que conducía y dio una instrucción clara y concisa.
—Sube.
—¿Quién eres?
—Jay. —Contestó cumpliendo mi misión de esquivar su orden. —Te he dicho que subas. —Repitió serio, impaciente, tal vez irritado por mi tardanza.
Había un par de señores mayores caminando por las calles en esa zona, y un grupo de niños jugando al otro lado de la avenida. Ninguno de ellos vio la pequeña pistola que sacó el chico de la guantera, apuntándome directamente. Abrí la puerta trasera, dispuesta a montar de una vez por todas, pero estaba ocupada por dos personas más: Jackson y un rubio que pude identificar del día en que nos amenazó a Yeji y a mí.
—Ocupado. Delante. —Gruñó aquel rubio furioso.
Una vez en el asiento del copiloto, Jay arrancó el mercedes sigilosamente y nos perdimos entre los boulevares de Seúl en completo silencio. Nadie dijo nada hasta llegar al garaje-trastero al que me había llevado Jackson no hace demasiado.
Tal vez esta vez estaba más consciente del mundo que me rodeaba o tal vez desde que conocí a Jackson mis sentidos se agudizaron, pero noté detalles que habían pasado desapercibidos ante mi vista la última vez. Al entrar por la pesada puerta, el olor a humedad penetró mis fosas nasales, aunque no llegaba a ser del todo desagradable. Es más, me gustaba. Aspiré fuerte un par de veces para poder disfrutar de él.
En la mesa central había una maleta negra abierta, probablemente más ancha que yo, donde cabría fácilmente si me encogiera de no ser por todas las armas colocadas cuidadosamente junto a una etiqueta con su nombre y precio. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al mismo tiempo que la débil luz amarilla de la única bombilla de la sala parpadeaba, queriendo apagarse, pero resistiendo.
Entré la penúltima, con Jackson detrás. Sentí como todos iban demasiado deprisa, y mi cerebro no tenía tiempo para procesar todo. Me quedé parada en la entrada, con dos hombres ocupando su sitio alrededor de la mesa junto a otros cuatro que parecían llevar ahí un buen rato.
Todos los ojos estaban sobre mi.
Jackson me agarró de la cintura y me apartó de su camino con suavidad. Esperó de pie tras su silla y me miró. Después, hizo un gesto con la cabeza dando a entender que debía sentarme. En ningún momento sonrió y la situación cada vez me daba más miedo. Con paso tembloroso me senté en el borde del mueble, esperando a que alguien dijera cualquier cosa.
Hice contacto visual con Jay, quien me lanzó una mirada con aire despectivo. Paseé mis ojos por todos los que se encontraban allí, y no fui capaz de aguantar la mirada por más de cinco segundos en cada uno.
—¿Me lo dejáis a mi? —Preguntó en rubio, pasando su pulgar por la herida abierta que partía sus labios.
—Eh, Tuan... Rápido. —Contestó Jay, quien era al parecer el que tenía papel de líder en lo que quiera que fuera este... Grupo.
El ya mencionado se levantó de su asiento y se acercó a mi con calma mientras yo trataba de no perder los nervios. Podría jurar que olían el miedo, o peor, se alimentaban de él y lo saboreaban como su fuera el pan de la última cena.
—Levántate. —Ordenó. Obedecí. —Desabróchate la camisa.
—¿Cómo? -Respondí confusa. Alguno de los que estaban sentados se rieron. Todos, para ser exactos. Todos salvo Jackson, quien observaba la situación con su característica mirada insoportable a pesar de que mis ojos gritaban auxilio. Se permitió el lujo de esbozar una pequeña sonrisa.
—Si no lo haces, tú, voy a hacerlo yo. —Al ver que no respondí, desabrochó bruscamente los dos primeros botones de mi camisa y extrajo un aparato plano, casi invisible. —No seas cría. —Se giró para mirar Jay. —El micrófono está intacto. —Me miró de nuevo, burlón. —Tápate ya.
—¿Cómo y para qué habéis puesto eso ahí? ¿Jackson? —Nuestras miradas se cruzaron n un instante donde mi sangre comenzó a hervir, ya fuera debido al miedo o al enfado o a las ganas de pegar al traidor de Wang que me observaba impasible.
—Yo me negué. —Vaciló un instante en el que creí haber oído cómo tartamudeaba en la primera palabra.
—No seas idiota Wang. No te justifiques. —Ordenó Jay.
—Entiende que no es por ti. —Continuó, haciendo caso omiso a su líder. —Yo te avisé, he hecho todo lo posible para mantenerte al margen.
—Pero ella ya lo sabe. —Replicó Jay. —Ryujin. Ya lo sabe. Va a ir a por todas, y por todas significa a por ti. —Me miró fijamente y tuve que evitar sus ojos. Me causaban terror. —Ahora es demasiado tarde, imposible mantenerla al margen.
—¿En qué estáis metidos? —Inquirí.
—Cállate, no tienes por qué saber.
—Me habéis metido en esta mierda también.
Jay se levantó bruscamente de su silla y los pasos furiosos del chico resonaron por todo el cuarto. Su figura ancha se paró frente a mi, cubriendo la luz amarillenta de la bombilla que luchaba por sobrevivir.
—Te has metido tú sola, y a mi me importa una puta mierda lo que pase contigo, niñata, y tengo que ocuparme de que no te pase nada. Solo porque me lo pidió Jackson. Así que cierra la boca y sé útil, ahora que puedes. —La violencia en su tono de voz puso en alerta todos mis sentidos y tensó mis músculos. Obedecí.
En cuestión de segundos, Jay y Jackson habían comenzado a discutir y pelear. Para mi desgracia, yo estaba parada detrás del segundo, observando como el resto de chicos comenzaban a tomar opiniones del lado de Jay en un "todos contra uno" más que evidente. Y entendía su posición, puesto que yo había, en cierto modo, confiado en que Jackson no me haría nada malo, resultando ser cómplice de un espionaje hacia mi persona. Una parte de mí deseaba que Jay se acercara a Jackson y le pegara un puñetazo, pero en el fondo, muy en el fondo, le tenía cierto aprecio y comenzaba a darme un poco de pena que peleara con sus amigos por mi culpa.
Jay soltaba todo tipo de insultos referidos a mi mientras Jackson traba de defenderme y argumentar de forma tranquila, como siempre hace, pero perdió el control y comenzó a gritar hasta que de repente, dejó de hablar y se dejó caer sobre la silla. El resto de chicos le imitaron, acompañando sus gestos con suspiros, y la sala quedó sumida en el silencio.
—Creo que debería irme ya. —Dije antes de girar sobre mis talones camino de la puerta antes de que Jackson tirara de mi muñeca de un movimiento brusco.
—No puedes irte hasta que pensemos qué hacer contigo.
—Ya tengo algo pensado. Hana, hazte las maletas. Te mudas. —Aclaró Jay después de mirar a Jackson con recelo una última vez antes de salir del cuarto con un enfado importante.
¿Qué se siente que vuestra escritora fav os haga el mejor regalo de Navidad? jeje.
> republicado porque añadí una cosita muy esencial para la trama.
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half past five : jackson wang
Fanfiction❝Los delincuentes de la ciudad actúan por una única ley: la paz deberá reinar en las calles desde cinco y media de la madrugada y durante cinco horas y media❞ Hwang Hana podría simplemente haberle ignorado, pero había algo en sus profundos ojos negr...