Una suave pero fría corriente de aire, acarició su mejilla descubierta de forma delicada, haciéndole estremecerse ligeramente.
Probablemente, en otro tiempo aquel insignificante contacto no habría causado nada en su ser, especialmente cuando se encontraba siendo rodeado por unos amorosos brazos. Pero el tiempo no perdonaba, y su piel no era ya lo que solía. Se había vuelto más sensible a su entorno con el paso de los años, y algunas arrugas se dibujaban en el borde de sus ojos a medida que apretaba los párpados, comenzando a despertar de a poco.
Jeon Wonwoo dio un gruñido casi inaudible mientras recuperaba la consciencia y observaba a su alrededor, abandonando el plácido sueño en que se había mantenido durante toda la noche sólo para encontrarse con una conocida imagen a su lado.
Conocía perfectamente qué era lo que observaría aquella mañana, qué cosas haría en cuanto abandonara el calor de las mantas y cómo pasaría el resto del día. Pero no le importaba seguir la rutina realmente porque, de una u otra forma, la compañía de su esposo siempre agregaba un toque distinto a cada nuevo despertar. Quizá era por ello que se habían mantenido juntos durante tanto tiempo.
Wonwoo se giró en la cama, liberándose suavemente del abrazo en que era mantenido, para encontrarse con la imagen del hombre que le había acompañado a lo largo de su vida; aquel que conocía sus pasiones y miedos, que consolaba sus tristezas en los momentos oportunos y le brindaba sonrisas cuando más le era necesario.
Kim Mingyu todavía dormía a su lado, aferrando ligeramente su pijama como si temiera perderle en el sueño y luciendo tan encantador, de la misma forma en que hacía cuando su bronceada piel todavía lucía inmaculada.
Una pequeña sonrisa curvó los labios del azabache, quien no podía controlar el que su corazón se acelerara ante la sola imagen de ese hombre, incluso si había pasado a su lado más de cincuenta años. Mingyu siempre podía embelesarle como la primera vez que se encontraron, y era esa una de las cosas que hacía saber a Wonwoo que había elegido bien a su compañero de vida, que no había errado al aceptar el insistente amor que aquel chico de dieciocho años le ofrecía en su tiempo. Él nunca había estado tan seguro de nada en su vida como de que amaba a su esposo, y que quería pertenecer a su lado hasta que las manecillas del reloj se detuvieran para ellos.
Wonwoo llevó sus falanges hasta ese rostro apiñonado, donde el transcurso de los años y sus vivencias se veían reflejadas en cada pequeña arruga que se dibujaba sobre la tez de su amado. Recorrió esos suaves cabellos donde las canas predominaban y habían pintado de gris la que alguna vez fuera una perfecta mata de pelo oscuro. Pero la edad no se había llevado consigo el encanto de Mingyu; no le había robado ni un poco de lo atractivo que era, ni había mermado la bondad de su espíritu. Para Wonwoo, verle envejecer había sido sólo obtener a un hombre mucho más guapo y sabio, pero que continuaba siendo un niño en su interior; un pequeño lleno de algunos temores e inseguridades todavía, incluso a pesar de su edad, y que seguía siendo feliz con pequeños detalles y las pequeñas cosas que el mundo y las palabras adecuadas podían brindarle.
El mayor bien sabía que todavía podía obtener una hermosa sonrisa por parte de ese alto hombre al decirle que lo amaba, o escucharle reír mientras compartían una suave pieza musical en la sala de estar de su hogar. Y eran esas mínimas acciones las que daban sentido a los días de Wonwoo, y le volvían mucho más afortunado que cualquier persona que poseyera millones.
Y aunque el pelinegro supiera que tenían el tiempo encima y que debían darse un poco más de prisa para despertar en ese amanecer, quiso robar a las horas algunos segundos, los cuales aprovechó para acercarse a su amado y besar suavemente uno de sus pómulos, mientras se refugiaba contra su cuerpo como había hecho noches antes desde que había comenzado a notar que su corazón latía por ese chico de forma que no había hecho con nadie. Deseaba poder quedarse en la cama y evitar el frío y el tráfico, pero tenían que asistir al hospital y no podía dejar pasar más consultas si quería que Mingyu mejorara. Ese encantador sujeto no le iba a convencer otra vez sólo sonriéndole bonito y enredándole con palabras amorosas.
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Seventy
Hayran KurguEl paso de los años había dejado en Wonwoo y Mingyu mucho más que algunas canas y unas cuantas arrugas. Mientras los amaneceres transcurren, y otro año termina, Wonwoo comienza a preguntarse cuánto tiempo le restará junto al amor de su vida.