Las aventuras de un homosexual y una loca parte 2

2 0 0
                                    

Miró el negro y espeso manto estelar, como quien mirase una obra de arte o escuchara una hermosa canción inspiradora, observando con detenimiento el tapiz de estrellas blanquecinas. Flotaba tranquilamente en el espacio, tratando de sentirse relajado y pensativo, intentando ahorrar oxígeno por si ocupaba hacer algún movimiento brusco.

-¡Oye! –Escuchó aquella espantosa vocecita de Dorothy, capaz de rajar vasos de vidrio, a través del transmisor de su casco. –Me queda media hora de oxígeno.

-Relájate. –Contestó él en un suave murmullo, absorto en su contemplación astral. –Entre más te agites, más oxígeno vas a gastar.

-¡¿Cómo puedes estar relajado en una situación así?!

Escenario: dos personitas en traje espacial color blanco flotando a la deriva en el espacio, con restos de lo que parecía ser la cola de un trasbordador espacial color rosa fucsia, a varios centenares de metros del satélite de recursos más cercano; uno de los monitos permanecía quieto como tabla, boca arriba, el otro monito, con un pecho bastante amplio, moviéndose como si nadara en el agua, intentando alcanzar el satélite.

-Hay una señal de urgencia. –Dijo Quatre, mientras un botón rojo parpadeaba en la cinta que llevaba en su muñeca. –No deben tardar en venir por nosotros.

-0-0-0-0-0-

Unas cuantas horas antes.

Quatre y Dorothy fueron indemnizados por casi siete ceros debido al trauma emocional de haber estado encerrados el uno con el otro durante tanto tiempo en la famosa bodega repleta de dulces, además de estudios médicos correspondientes, los cuales resultaron perfectos aun después de semejante ingesta de azúcar. Además, a Dorothy le regalaron un cargamento de Candy-Babies, el cual sería enviado a su residencia en la tierra... aunque era claro que ya no usarían esas bodegas, debido a la peligrosidad del asunto con las contraseñas. Optaron por usar un hotel de 9 estrellas que había en la colonia, que tenía un salón para 300 personas, debiendo recortar algunos invitados "no tan estelares".

Pronto comenzaron los famosos preparativos para lo que sería la gran fiesta; Quatre, de firmar aburridos documentos acerca de cargamentos y apellidos que ya se sabía de memoria, comenzó a dar autorizaciones de compra de flores, cortinas nuevas, sillas, mesas, comida, música...

-¿Qué es esto de "Clasico-Eléctrico Azul Fun Fun"? –Leyó una hoja, sentado cómodamente en su nuevo escritorio negro, en ausencia del anterior que no tuvo solución. –Instrumentos eléctricos y música clásica... que raro...

-Joven Winner. –Dijo el famoso Cristian, a través del intercom. –La señorita Catalonia ya...

Antes de que pudiera terminar de hablar, ambas puertas de la oficina se abrieron de golpe de forma imposible, rompiendo finalmente el vitral que se había rajado el capítulo anterior, ante la mirada de Quatre; dicho cuadro de vidrio, de cinco centímetros de espesor y 140 centímetros cuadrados de área, cayó desde seis metros sobre la cabeza de un incauto trabajador de la empresa que pasaba por allí, dejándolo inconsciente... aunque el vidrio no se hizo daño alguno.

-Cristian, llama a un vidriero. –Dijo el 04 por el intercom, como si fuese algo cotidiano.

-Sí, joven Quatre.

-¡Quatre! –Dorothy entró a paso veloz por la oficina, haciendo resonar sus pasos, sonrisa en cara. –Ya están listos los preparativos básicos, solo faltan los cirqueros y el elefante blanco.

Quatre la miró unos segundos, antes de comprender de lo que estaba hablando. La chica llevaba una ajustadísima y cortísima falda color guinda, un saco negro con las orillas rojas, y sus altísimas y estilizadas zapatillas (con las cuales parecía casi imposible que caminara) de color rojo intenso.

El Ángel de ShinigamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora