Narra Samantha
Tres de los cuatro días de espera para entrar en el internado habían pasado, mentiría si dijera que no estaba nerviosa.
Aunque por encima de los nervios pasaba el miedo, miedo a que alguien se acerque demasiado, porque un cambio de lugar también implica conocer a personas nuevas, nunca se me había dado mal y era bastante sociable con la gente, pero esta vez no.
En tan sol estos días había construido una coraza que nadie podía traspasar, ni nadie iba a hacerlo. Porque a veces es mejor estar sola y así no tener que sufrir por personas ajenas. Voy a ser introvertida por una vez.Me meto en la ducha y dejo que el agua caliente recorra mi cuerpo, me tomo el lujo de estar así durante largos minutos, sin hacer nada.
Me quedo embobada mirando las gotas que ay en el cristal de la puerta por el vapor del agua caliente, y para cuando me doy cuenta tengo lágrimas en la cara aunque están disimuladas con el agua de la ducha. Nunca pensé que diría esto pero tal vez hecho de menos a mis padres. No a esas dos personas que murieron hace tres días en un accidente de tráfico, me refiero a los padres que me hubiera gustado tener, la vida que me hubiera gustado vivir, que está muy lejos de la que tengo. Mis padres me han enseñado a conformarme con lo que me dan y nunca reclamar más, ahora me doy cuenta de que como todo lo que ellos me han inculcado, también está mal.Salgo de la ducha con las ideas menos claras que al entrar y me miro desnuda al espejo "tal vez no estoy tan mal" pienso mirándome de perfil. Voy sin ninguna toalla hasta el comedor, pues en esta casa ahora no hay nadie y las cortinas están cerradas desde la última vez que han venido los periodistas, ósea esta mañana.
Mi abuela ya está en una residencia, la mejor de Madrid, bueno, la mejor no, la más cara, aunque la gente rica piensa que caro es sinónimo de calidad, empiezo a pensar que eso también es mentira. Mi vida es una mentira.Miro el gran reloj que ay en el comedor, las siete y doce de la tarde, aún es temprano así que me cambio y salgo de casa, no sin antes coger mis llaves y cerrar la puerta con las seis cerraduras de seguridad que tenemos.
Salgo de mi barrio y me dirijo al centro de Madrid para hacer algo que llevo años sin hacer, por no decir que no lo he hecho nunca.
Voy al centro comercial para comprarme ropa, mi ropa, no la que mi madre escogía para mi. Nada más entrar la realidad me golpea.
Las distintas conversaciones de la gente se mezclan entre sí haciendo que yo tenga que bajar mis sonotones para que no me explote la cabeza. Ay gente sentada en mesas tomando algo, personas con miles de bolsas, y niños jugando.
Sin embargo, lo que más me llama la atención son las cuatro personas que están sentadas en el suelo, uno en cada punta.
Los cuatro parece que van vestidos con trapos y solo tienen como casa una manta tendida en el suelo.
Van acompañados por un cartel de cartón donde explican las diferentes causas por las que se encuentran así, o porque necesitan el dinero que están pidiendo. La gente pasa de largo sin hacerles caso, nunca podré entender como he estado tantos años pensando que todo era igual de perfecto que en mi mundo de cuento de hadas, y no lo es en absoluto.
Me acerco a uno de ellos y abro mi cartera, como toda persona rica que tiene asta las cucharas de plata no tenía ninguna moneda.
Solo billetes de cincuenta y mi tarjeta. Saco uno de los billetes y se lo tiendo al hombre que está en el suelo, frunce el ceño y sube la cabeza para mirarme.X: señorita, fíjese bien, este billete es de cincuenta, no de cinco -yo dirijo mi mirada al billete y no lo aparto-
S: lo se, no tengo más pequeño y creo que lo necesita más que yo -sorprendido el señor coge el billete y me regala una sonrisa-
X: muchísimas gracias, es usted muy amable -me retiro y hago lo mismo con las otras tres personas que había-
Todos tienen la misma reacción, sin embargo a mi no me importa tener doscientos euros menos en mi cartera, como si la pierdo, tengo más.
Ojalá pudiera tener un cuarto del dinero que tengo tan solo por un día.Entro en una tienda de ropa y arraso con todo lo que me gusta, me sorprendo a mi misma viendo el montón de cosas que he escogido y me siento realmente bien cuando me las pruebo y me veo diferente.
Ya no pienso ir más con esos vestidos que tanto me molestan, ni llevar esa ropa con la que parece que vas a una boda todo el día.
Salgo de las tiendas con las manos reventadas de cargar las bolsas y me siento en una de las mesas de una cafetería.
Cojo la carta que está allí y la leo, paso por alto que ay un apartado de ensaladas y pido una hamburguesa saltándome la maldita dieta que mi madre me obligaba a seguir.Llegó a las nueve de la noche y entró discreta en casa para que los vecinos no me vean feliz, cuando se supone que me paso el día encerrada en casa tras la muerte de mis padres. A pesar de haber recorrido el centro comercial de arriba abajo no estoy nada cansada así que deshago la maleta que tenía hecha con toda esa ropa que ya no me pondré nunca y la vuelvo a hacer con la nueva.
Las diez y media, mañana por la mañana mi chofer me llevará a el internado y lo mejor será que me baya a dormir ya.Narra Flavio
Ya solo falta un día para que tenga que dejar mi casa y mis amigos. Supone un gran esfuerzo para mi conocer a gente nueva y en un internado lleno de personas será algo inevitable, por eso mismo no pienso volver a ser el chico introvertido de antes, bueno, lo seguiré siendo, pero la gente no lo notará. En estos días ya tengo mi coraza más que echa. Ahora soy un chico extrovertido y muy sociable.
En cuanto a la muerte de mis padres, bien no lo llevo, aunque como para llevar bien una cosa como está, sin embargo tampoco estoy tan mal como me esperaba, no me he venido abajo siempre pensando en que ellos no lo consentirían, aunque a lo mejor tengo que empezar a mantenerme feliz para estar bien conmigo mismo, no para que las demás personas lo están.Me siento en el banquillo de mi piano y toco una tecla para comprobar que está encendido.
Cierro la ventana para no dar un concierto a mis vecinos y empiezo a tocar una melodía sobre la marcha. Paró solo unos segundos para coger mi libreta y la abro en la última página escrita. Continuó tocando mientras leo la letra para introducirla en la melodía del piano.Y no
No hay personas que sientan
No hay personas que entiendan
Dabas la vuelta mi mundo interiorY no
Y es que no hallo respuesta
Solo mente sin alma
Cuerpo sin vida que busca dolorCanto los dos versos que tengo escritos y me sorprende lo bien que encajan con esa melodía, apunto los acordes para no olvidarme y releo la letra pensando en que podría añadir.
Esa canción representaba como me siento en este momento. Por lo visto la gente no acepta a las personas introvertidas como yo, las que viven mejor en su propio mundo interior que en el real. Todo el mundo me dice que debo tener más expresividad y mostrar más mis sentimientos. Por eso mismo me he creado esta coraza, para dejar atrás esta etapa de mi vida. Lo de mostrar mis sentimientos me sigue aterrando, por eso no voy a hacerlo, o al menos no voy a mostrar los de verdad.Sigo aporreando las teclas de mi piano, esta vez con rabia aunque no se muy bien porque.
Toco algunas de las miles de canciones que me se de memoria y tarareo algunas. Paró la canción a la mitad y apoyo mi cabeza en el piano haciendo que algunas de las teclas suenen de golpe. Me siento vacío por dentro, el vacío que antes llenaban mis padres y el que me encantaría poder llenar con otras personas, cosa que no voy a hacer. No quiero que nadie se acerque demasiado para no correr el riesgo de perderlo otra vez.
Miro la hora en mi reloj, las ocho y veinte seis, debería ir cenando ya pero no tengo nada de hambre.
Me desnudo en mi habitación y ando hacia la ducha, entro allí por tercera vez en todo el día y enciendo el agua. Me quedo quieto esperando a que salga caliente para poder meterme, y nada más entrar me quedo mirando como la pared de la ducha se humedece por el vapor.Pienso en todo lo que me ha estado pasando últimamente e incluso pienso unos segundos en Samantha Gilavert, aquella rubia que no deja de salir en las noticias y a la que yo me encontré en el hospital, al parecer por la misma causa. En la televisión sale con lágrimas en los ojos y muy afectada desde la muerte de sus padres, que hija de perra, como se puede ser tan cruel.
No le importa para nada que sus padres estén muertos y encima finge que si le importan.
Pienso en que ahora mismo mis padres están enterrados en el cementerio de Madrid y solo de imaginármelo se me ponen los pelos de punta al tiempo que lágrimas vuelven a bajar por mis mejillas. No es ningún secreto que los hecho de menos, pero aún así me duele muchísimo despertar y que no estén, a veces en mis sueños si están, y vivimos perfectamente como antes, pero siempre despierto y me encuentro con la cruda realidad.
Ahora mi realidad es esta, mañana por la mañana tengo que coger un taxi hasta el internado, y lo mejor será que me vaya a dormir porque si no me dormiré en el coche durante el trayecto.
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Te odio pero te necesito
RomanceSamantha vivía en el barrio más lujoso de Madrid, tenia mucho dinero, amigos, y era una chica guapa según los demás chicos decían. Pero nunca había sentido nada ni remotamente parecido a la felicidad. Algo falla. Su "maravillosa" vida da un giro cua...