22.EXPLICACIONES

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Narra Flavio
D: veras, yo ahora tengo veintisiete años, entonces solo tenia veintitrés y conocí a David...

F: ¿David González? -pregunto para tratar de entenderlo todo un poco mejor-

D: si -asiente acompañando sus palabras- lo conocí una noche en un callejón de Madrid, entonces el tenia veintiséis

F: pero... yo lo conocí que el tenia veinticinco -ella se lleva las manos a la boca y me mira con compasión-

D: dios, cuanto lo siento, solo tenias... once años -miro a mis pies nervioso y Deborah pone su mano en mi muslo- Flavio, yo no se mucho de tu historia, pero si tienes alguna pregunta, no se, sobre David o algo... a lo mejor puedo responderte -miro a un punto fijo de la habitación pensativo-

F: ¿donde está ahora? -digo por fin-

D: Murcia... -dice en un susurro sin mirarme y yo me giro inmediatamente hacia ella-

F: ¿y tú? ¿porque estás aquí? ¿que tienes que ver con el?

S: eso me gustaría saber a mi -interrumpe la conversación antes de que su hermana responda- ¿que está pasando con el David ese? ¿porque no se nada? -Devorah miro a Samantha como si fuera una madre que intenta proteger a su hija del peligro-

D: yo si quieres te lo cuento pero...

F: no -la corto- no se si será lo mejor

S: por favor... -dice suplicando dirigiéndose a mi-

D: no vamos a juzgarte Flavio. Tal vez contarlo sea lo que necesitas, de esta forma puedes terminar de atar los cabos que te quedan sueltos y olvidarte ya de todo -asiento lentamente y suspiro-

F: bueno...yo...¿podéis iros? -pregunto dirigiéndome a los demás intentando sonar lo más amable posible-

M: por supuesto bichito -todos se levantaron y Maialen vino a dejarme un beso en la cabeza-

AJ: puedes confiar en nosotros Flavio, cuando estes preparado té escuchamos -empezaron a salir del salón-

S: hasta luego -dice cabizbaja-

F: Samantha... -la llamo y ella se gira hacia mi- quédate si quieres -vi de reojo como Devorah abría los ojos con una pequeña sonrisa-

S: no hace falta fla, yo no quiero presionarte -sonrió tímidamente y niego-

F: te lo estoy pidiendo yo, no me estás presionando. Además, no me importa -ella asiente y se coloca a mi lado mientras me da un beso en la mejilla-

S: gracias... -me fijo en que tiene las mejillas un tanto sonrojadas y vuelvo a sonreír girándome otra vez hacia su hermana-

F: vale, ufff -me coloco la camiseta por los hombros- pues yo tenía once años y cuando llegue a casa después del colegio mis padres me dijeron que me mudaba a Madrid, por aquel entonces yo aún vivía en Murcia y no quería dejar mi ciudad así que me enfadé mucho y me escapé -hago una pausa y miro por la puerta de vidrio del comedor como los chicos hablan entre ellos al otro lado- entre en un bar y pedí, pedí una Coca-Cola pero el señor no quiso dármela así que me cabree mucho -Samantha me mira frunciendo el ceño-

S: ¿te cabreaste porque no te dio una Coca-Cola? -asiento resoplando-

F: si, verás... yo entonces era un niño muy... -me quedo callado pensando la palabra más adecuada- muy problemático que digamos. Y creí buena idea ponerme a discutir con un señor de un bar en el callejón más oscuro de todo Murcia

Te odio pero te necesitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora