Capítulo 9

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¡Holi! Antes de seguir leyendo, quería avisaros de un detallito: en este capítulo hay unas cuantas escenas en que no se explica exactamente lo que le pasó a Mara, pero sí que soy bastante explícita con algunos detalles. Así que si te sientes extremadamente incómodx con el tema y no quieres saber de él, quizá no deberías leerte este capítulo. Un beso :)


Mini-maratón 2/2


9 - OJALÁ


(Tired - Gavin James)



—¿Tienes una cita?

Eché una ojeada molesta a Zaida, que estaba en el sofá con su nuevo novio —madre mía, ¿de dónde los sacaba?—, acurrucados el uno contra el otro bajo la manta naranja. Ambos me miraban con cierta burla en los ojos, como si el hecho de que yo tuviera una cita fuera algo totalmente impensable.

—¿Y a ti qué te importa? —murmuré, recogiendo el abrigo de la entrada.

—Es solo curiosidad, no te pongas así. ¿Es con el boxeador?

—Sigue sin ser problema tuyo, Zaida.

—Alguien no tendrá una muy buena cita si va con ese humor —canturreó su novio, y ambos se pusieron a reírse a carcajadas.

Decidí ignorarlos y salí de casa con el bolso colgando del hombro. Se suponía que Russell ya estaba abajo y la perspectiva de ir con él a algún lado se me hacía, no sé por qué, muy interesante.

Después de todo, hacía años que no quedaba con nadie en plan cita. Ni siquiera estaba segura de que lo que había pasado con Aiden pudiera considerarse como tal. Había sido todo un poco raro. Y precipitado.

Russell estaba apoyado en su coche jugueteando con las llaves cuando abrí la puerta de la entrada y esbozó una gran sonrisa al verme. El camino hacia el restaurante fue menos silencioso de lo que esperaba —más que nada porque a él se le daba bien sacar conversación, porque yo era horrible en ello— y me fui relajando a medida que nos acercábamos a nuestro destino, hasta el punto en que me pregunté por qué había estado tan nerviosa desde un principio.

—¿Quiénes son tus amigos? —me preguntó cuando ya íbamos hacia la puerta del restaurante.

—Oh, son Lisa, la chica que conociste en el parque conmigo, y su novio Holt. Son muy simpáticos.

Uno de los camareros asintió cuando le dijimos que nos estaban esperando y señaló una de las mesas del fondo, cosa que me extrañó porque había ido otras veces a ese lugar y las del fondo solían ser las mesas grandes, reservadas para grupos.

Sin embargo, lo entendí perfectamente cuando me acerqué un poco y vi que la mesa no estaba puesta para cuatro personas... sino para seis.

Antes de fijarme a los otros tres —que ya podía imaginarme quiénes eran, desgraciadamente—, clavé mi ácida mirada en Lisa, que me dedicó una sonrisa temblorosa de disculpa.

Vale, solo con eso ya sabía que no lo había planeado ella. Y que estaba bastante nerviosa, de hecho.

Me atreví a levantar la mirada y vi que Holt estaba un poco encogido en su lugar, como siempre que cierto señorito estaba a su alrededor. Y ese señorito, claro, estaba sentado al otro lado de la mesa con su espléndida esposa, que no había dejado de parlotear porque no se había dado cuenta de que estábamos ahí.

Tardes de otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora