Piece by Piece | XueXiao

8.

Xingchen era bueno con los problemas. Cualquiera que fuera la dificultad a la que se enfrentaba, hacía todo lo posible por superarla, sin importar cuánto tiempo tomara y cuánto esfuerzo tuviera que dedicarle. Se había graduado con honores, comenzado su propio negocio, construyéndolo desde cero. Pagaba sus facturas a tiempo, se dejaba la piel en el trabajo, incluso se las ingeniaba para tener tiempo para sus pasatiempos. Conoció a un hombre de ojos oscuros y modales terribles y consiguió robarle el corazón.

No había nada que Xingchen no pudiera hacer.

No.

Había una cosa.

No podía lograr que Xue Yang y Song Lan pasaran más de cinco minutos en la misma habitación sin intentar estrangularse el uno al otro.

Actuaban como niños. Xingchen había perdido la cuenta de cuántas veces había tenido que regañarlos. Compórtate. No lo hostigues. No lo provoques. Por favor, no se maten entre ustedes. Lo que le divertía era que Song Lan, viéndose tan maduro y sereno, pareciera tan involucrado en esa riña tanto como Xue Yang. Sin embargo, no podía negar que sólo por él intentaban ser corteses. Eran tercos y se negaban a dejar de lado sus diferencias, pero con Xingchen en la habitación, hacían un valiente esfuerzo por no estar todo el tiempo intentando arrancarse las cabezas. Y, de hecho, eso era todo lo que podía pedirles a las dos personas que más amaba en el mundo.

Un sábado por la tarde, Xingchen salió a hacer la compra. Había invitado a Song Lan a cenar esa noche. Hizo que Xue Yang jurara comportarse lo mejor posible, bajo la amenaza de negarle los privilegios de la cuchara pequeña durante una semana entera.

Mientras estaba parado en medio del pasillo del supermercado, inspeccionando una caja de macarrones, su teléfono sonó. Song Lan estaba abajo, esperando fuera del apartamento de Xingchen.

Xingchen tenía sentido del humor, aunque pocas personas parecían notarlo. No era tan vulgar como el de Xue Yang o tan refinado como el de Song Lan, pero lo tenía, y cobró vida en ese momento, lo que lo llevó a responderle: "puedes subir".

Pensó que sería divertido que Song Lan llamara a la puerta y ver que Xue Yang era quien la abría. Trató de imaginar la expresión del rostro de Song Lan cuando Xue Yang le dijera que Xingchen aún no había vuelto a casa. Se preguntó qué tan difícil sería limpiar sangre de la alfombra de la sala.

Se guardó el teléfono en el bolsillo y fue a buscar pesto.

Cuando regresó, entrando sigilosamente, el apartamento estaba en silencio.

La luz estaba encendida cuando entró a la cocina. Song Lan estaba en mesa del comedor, con uno de los libros de Xingchen en la mano. Alzó la vista hacia Xingchen y le lanzó una mirada asesina.

Xingchen sonrió dulcemente y dejó caer las bolsas de comida sobre la mesa. Miró más allá de Song Lan hacia Xue Yang, quien estaba sentado en el sofá, mirando su teléfono. Xingchen los conocía a ambos lo suficientemente bien como para poder leer sus estados de ánimo: molesto, furioso, asesino, etcétera.

Sin una palabra, Song Lan dejó el libro y se levantó para ayudar a desempacar. No iba a permitir que el rencor se interpusiera en su caballerosidad. Mientras tanto, Xue Yang siguió fingiendo que no había notado que Xingchen había vuelto.

—Veo que siguen en una pieza... —Xingchen comentó casualmente, con una sonrisa inocente, tratando de romper la tensión.

Xue Yang bufó, era un sonido feroz, y golpeó su pantalla, negándose petulantemente a agraciar a Xingchen con toda su atención.