Piece by Piece | XueXiao

7.

Parte 2: resistir

Un año después

El apartamento de Xingchen era una mierda. No había otra forma de decirlo.

La entrada era oscura y estrecha, una pequeña alcoba que conducía a la sala de estar con cocina contigua. Desde allí, había un pasillo apenas lo suficientemente grande como para que uno pudiera extender los brazos, que conducía al baño por un lado y al dormitorio por el otro. Y eso era todo.

No había espacio para tener una multitud de personas (no es que Xingchen tuviera suficientes amigos para formar una multitud), solo un poco de espacio para hacer café, para cocinar la cena (el espacio del mostrador era atroz), apenas un lugar para colgar la ropa, o suministros del café y electrodomésticos; la aspiradora, por ejemplo, se doblaba como elemento decorativo cerca de la puerta de entrada, a veces sirviendo como perchero cuando todos los ganchos encima estaban ocupados con abrigos y bolsos.

Pero era suficiente. Era barato, decente, el ruido de la calle de abajo no era tan malo, la calefacción nunca se rompía, los grifos no goteaban. Era todo lo que Xingchen necesitaba cuando llegaba a casa del trabajo, agotado y que no quería nada más que comerse un bocadillo rápido y colapsar boca abajo en la cama.

Y ahora, incluso más que antes, ninguno de los detalles importaba, ni la pintura descascarada en las paredes ni el óxido en la escalera de incendios del exterior. No cuando estaba cálido y acogedor y envuelto en la cama, con Xue Yang acurrucado cómodamente a su alrededor.

La cama era pequeña. Tenían que dormir apretados, aunque ninguno de los dos se quejaba.

Todas las mañanas, al igual que hoy, Xue Yang se despertaba primero. Independientemente de si Xingchen se levantaba poco después de las seis para ir al trabajo o un poco más tarde los fines de semana, Xue Yang se levantaba antes que él. Pero nunca se movía, no daba vueltas ni nada, hasta que Xingchen lo hacía. Se quedaba quieto, acurrucado contra Xingchen, con los brazos apretados alrededor de él como si alguien pudiera venir e intentar robárselo. Su rostro estaba aplastado contra el pecho de Xingchen, sus dedos envueltos en la parte de atrás de la camisa de Xingchen. Se aferraba como un animalito del bosque, ferviente y desesperado, al árbol al que estaba trepando.

Era temprano en la mañana, veinte minutos antes de que la alarma de Xingchen sonara. La luz del exterior era de un azul pálido y brumoso; la ventana estaba entreabierta, el aire frío y fresco. Todo estaba quieto y silencioso. Incluso el tráfico de la mañana parecía estar tomándose un descanso. Días como este estaban pensados ​​para dormir hasta tarde, esconderse debajo de las sábanas, acercarte más a tu amado, besarse lánguidamente hasta que tuvieras hambre o sed, y no tuvieras más remedio que salir de la cama a trompicones y ocuparte de todas esas estúpidas necesidades humanas. Era una pena que Xingchen tuviera que levantarse tan pronto.

Se había convertido en un consuelo: la presencia constante de Xue Yang en su vida, en su cama. Servía como recordatorio de que había más en su vida que levantarse, cepillarse los dientes, peinarse, ir a trabajar, volver, y repetirlo todo al día siguiente. Ahora, todas las mañanas Xingchen se despertaba e instantáneamente lo sentía. Todo era un poco más brillante. Ciertamente, era más difícil alistarse por la mañana, más difícil salir de la cama con los dedos de Xue Yang envueltos en su camisa. Pero estaba bien, porque significaba que Xingchen tendría algo a lo que volver por la noche. Ahora tenía esto. Esta era su vida. Tenía a alguien con quien compartir toda la mundanidad.