9.

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Pasar una hora extra, tal vez dos, en el café después del cierre sehabía convertido en una tradición. De vez en cuando, Xue Yang llegaba minutos antes de las siete, ponía ojitos de cachorro para conseguir una bebida gratis (nunca café, Xingchen no tenía intención de darle cafeína después del mediodía), y se sentaba esperando que llegara la hora de cerrar y voltear el cartel. Para sorpresa de Xingchen, en algún momento, incluso había comenzado a ayudar en la limpieza, ocupándose de fregar y limpiar las mesas mientras Xingchen se ocupaba del inventario en la parte de atrás.

Cuando terminaron y Xingchen se paró sobre la registradora, contando las finanzas del día, Xue Yang se acercó y saltó sobre el mostrador, balanceando las piernas.

Ese era otro hábito suyo. Encimeras, mesas y aparadores, trepando a cualquier cosa que lo pusiera al mismo nivel de Xingchen, aunque no existiera mucha diferencia de altura entre ellos. Por lo general, cuando se besaban, Xingchen se agachaba y Xue Yang se ponía de puntillas, encontrándose a mitad de camino. A veces, Xingchen se negaba a ceder, se divertía con el mohín de Xue Yang, ya que los labios que quería besar estaban fuera de su alcance. Todo el asunto de la provocación era divertido. Ahora entendía la fascinación de Xue Yang por hacerlo.

Sin embargo, la brecha de altura también tenía sus ventajas. Encajaban como piezas de un rompecabezas, cuando Xue Yang ponía la cabeza debajo de la barbilla de Xingchen o Xingchen dejaba suaves besos en la frente de Xue Yang, todo encajaba a la perfección. Entonces, no había necesidad de agacharse, subirse sobre algún mueble o estirar el cuello.

Ahora, Xue Yang se deslizó sobre el mostrador hasta que estuvo justo al lado de Xingchen, mirándolo con la cabeza inclinada y adoración en la mirada. Por muy molesto que fuera, Xingchen no era capaz de decirle que se fuera. Le encantaba ser el objeto del afecto de Xue Yang, por lo que obviamente, sin lugar a duda, esa pequeña y tierna sonrisa estaba reservada solo para él. Xue Yang, el galán, sarcástico e intenso, era suave solo con él.

—Estaba pensando, podríamos pasar por el Dragón Verde a cenar.

Xingchen tarareó, aun atendiendo su trabajo.

—Hay lasaña en la nevera.

—Todavía estará allí mañana. Tengo ganas de algo picante.

—Entonces puedes echarle Tabasco a tu lasaña.

—Yo pago —insistió Xue Yang—. Yo invito. Por favor. Por mí. Xingchen, quiero pollo picante.

Xingchen lo miró. La cabeza de Xue Yang estaba agachada y miraba suplicantemente a Xingchen, con el labio inferior levantado. No podía decirle que no. Por mucho que lo intentara, las palabras nunca podrían salir de su garganta.

—Está bien —concedió—. Pero llámalos para pedir para llevar. Lo recogeremos de camino a casa.

La expresión de Xue Yang se volvió preocupada.

—Estás agotado.

—Siempre lo estoy—dijo Xingchen, con una sonrisa cansada.

Xue Yang levantó la mano hacia la mejilla izquierda de Xingchen y acercó su rostro para besar la derecha, la más cercana a él, antes de deslizarse al suelo. Sacó el teléfono del bolsillo de la sudadera y marcó el número del restaurante.

Las pequeñas cosas que hacía, los pequeños gestos, significaban tanto para Xingchen que no podía expresarlo con palabras. Todo era tan casual, tan intuitivo. Xue Yang no necesitaba pensar en nada de eso. Cuando quería tomar la mano de Xingchen, lo hacía. Cuando quería tocarlo, besarlo, lo hacía, así de simple. Siempre había sido el tipo de persona que seguía ciegamente sus impulsos, y Xingchen había llegado a adorar ese lado de él, a deleitarse con ser amado profundamente.

Piece by Piece | XueXiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora