CAPITULO 23

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CAPITULO 23

Ciudad de Tartu.

Actualidad.

Abrió los ojos sintiendo el cuerpo tenso y tirante, la piel húmeda sobre la carne y una sensación de hormigueo que reconocía. Intentó contener la marea de su interior, pero los sueños de la noche habían tenido sus consecuencias en forma de manchas blancas sobre las sabanas. Jared las observó compungido, mientras sentía como el golpeteo de su pecho se aceleraba. Se movió todo lo rápido que le permitía el entumecimiento que asaltaba su cuerpo en los momentos previos al cambio. Estiró su cuerpo, sintiendo la piel tensa y quebradiza, y se obligó a descender al sótano de la casa, a pesar de que el ritmo acelerado de su corazón se había detenido ya. No quedaba mucho tiempo y se obligó a mover las extremidades a pesar de que empezaban a sentirse densas y ajenas. Alcanzó la bodega in extremis. Se hallaba directamente abierta sobre la tierra y se abría a un túnel excavado bajo la casa que conducía hacia las afueras de la ciudad. Hacia el bosque protegido de la periferia, directamente al pie del área destinada a los lobos. La única ventaja que podía verle a su situación ahora mismo era que ningún otro espécimen le retaría. La piel se estiraba y tensaba, incómoda, y Jared respiró hondo, concentrándose en su interior. Cerró los ojos, permitiendo el paso de su naturaleza instintiva hacia el exterior, recorriendo con los ojos de dentro la forma que le era tan íntima. Sintió la carne surgiendo de la vieja piel, dejándola atrás mientras su respiración se aceleraba y ralentizaba a trompicones. Por suerte el dolor de los primeros cambios se desvanecía con el tiempo. Casi ni sintió la piel rompiéndose para que surgiera su forma secreta. El sonido de la carne rasgada dejó paso al aullido del animal liberado.

Respiró aliviado posando sus patas sobre la tierra y se permitió correr velozmente a lo largo del túnel. No tardó en hallar la salida, encontrándose de golpe con la luz fría del amanecer y, jubiloso, escuchó su propio aullido satisfecho. Los pensamientos se habían simplificado, reduciéndose a elementos básicos pero aún humanos. Con la piel abandonada quedaban muchos de los temores y aprensiones de su forma humana. Comprendía su entorno de una manera mucho más sencilla, aprensible, agradable. Trotó feliz entre los árboles, la humedad de la nieve bajo sus pezuñas resultaba agradablemente estimulante, escuchó a otros como él corriendo cerca, se le aproximaron con cautela, como siempre. No hubo ningún desafío, nunca lo había. Reconocieron su liderazgo de inmediato. Aulló satisfecho marcando el paso de la jauría, corriendo veloz, libre, feliz... El tiempo no le preocupaba bajo aquella forma, su único deseo ahora era galopar feliz entre la maleza, sintiendo el viento helado en el hocico y la embriagadora sensación de expansión y calma. Los aromas del bosque le acunaban, el sonido de los otros lobos acompañándole, corriendo y corriendo, dejando atrás árboles y bestias. Tardó en agotar su ansia de avanzar contra el viento. Pero al fin llegó el momento de reposar, correteó un rato con los lobos más jóvenes del grupo, después de la pequeña demostración de fuerza con los mayores. Sencillo, civilizado.

Los pensamientos del hombre eran extraños en su mente, no podía acceder a ellos por carecer de una comprensión similar. Demasiadas emociones contradictorias. Hogar, refugio, afecto, velocidad, libertad, alegría, reunión, comprendía esas palabras, daban forma a sentimientos que reconocía, pero otras se le escapaban, ideas que afirmaban una realidad para referirse a otra. La mente del hombre era extraña a veces, aunque sus emociones eran las suyas, dolía dentro intentar abarcar sus imágenes y necesidades. Había elementos comunes, pero lo que él veía sencillo, su forma humana lo complicaba. Olfateó el aire, buscando rastros del agradable aroma de su pareja, podía verlo a través de los ojos del hombre, aunque a través de estos se cargaba de demasiadas emociones que no entendía, miedos y dudas que no tenían sentido para él. Reconocía a su pareja en el hombre y lo quería cerca. No era complicado, solo debía encontrarlo y reclamarlo, luego cabalgarían juntos el viento y formarían una familia. La mente del hombre parecía rebatirle aquello. Pero la mente del hombre era algo necia, familia era más que cachorros engendrados por el vientre de una compañera, familia era manada, clan, hogar.

Linaje. (WIP) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora