Capítulo: 3

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Me cruzo de brazos enfadada, esto es el colmo, ¡estoy haciendo el castigo yo sola! ¿Dónde está Austin? ¿Qué se piensa ese capullo? ¿Qué voy a cargar yo con todo el trabajo? Como me cabrea que me quieran dejar a mí todo siempre, de pequeña también era la pringada que terminaba haciendo los trabajos grupales sola. Y me niego a que este me quiera tener por tonta.

El profesor de Educa, llega al despacho en el cual me dejó recogiendo unos papeles, venía regañando a Austin, que permanecía tranquilo aunque algo serio, en cuanto me vio, una sonrisa traviesa asomo por su cara, sin mostrar los dientes, como siempre. Yo mire a otro lado, su mirada es tan penetrante que me pone nerviosa.

- Muy bien, Monroe- dice mirando a su alrededor todos los papeles que recogí.

- ¿Puedo irme?- le pregunte optimista y poniendo voz de niña buena.

- No bonita, por más carita y vocecita de angelito que pongas. - me dice mirándome burlón- id al almacén y recoged las pelotas, las que estén desinfladas las llenáis de aire, la bomba está ahí también.

Nos fue explicando mientras íbamos de camino al pequeño almacén del instituto, allí estaban todo lo referido al deporte, es algo agobiante, sobre todo porque no hay ventanas y como se comprenderá, algo de mal olor hay.

- Vuelvo en diez minutos para ver como vais- dice y sale cerrando la puerta.

Dejándome sola con él.

Austin se apoya en una estantería de metal que se encuentra detrás de él y se queda mirándome todo el rato con la diversión marcada en la cara. Yo comienzo a recoger pelotas dándole la espalda intentando ocultar mi nerviosismo.

- ¿Qué pasa, pececito? ¿Te pongo nerviosa?- me pregunta acercándoseme, yo me di la vuelta sobresaltada y me doy cuenta de la cercanía entre nosotros.

- ¿Cómo me has llamado?- le pregunto a la defensiva.

- Pececito- dice riendo por mi expresión- pareces uno, que quieres que te diga- dice encogiéndose de hombros tranquilamente.

- ¡Yo no me parezco a un pez!- grito molesta.

- Calma, anda, no te enfades- dice levantando las manos como rindiéndose.

- ¿Qué es lo que tienes contra mí, eh?

- ¿Yo? Nada. Tu ni me vas ni me vienes- dice con indiferencia- pero pareces un pececito, hay veces que te quedas con la boca abierta en clase, absorta en saber qué cosas pensarás o como en educa, ¿te has visto después de correr? - dice y ríe- abres y cierras la boca como los peces. - dice e imita a los peces, o a mí, no lo tengo claro, miro a otro lado, intentando ocultar mi risa, porque lo quiera o no, es gracioso.

- Así que te dedicas a observarme en clase- le digo para intentar ponerle nervioso, pero no lo consigo, más bien se relaja más

- No te hagas ilusiones, pececito. Pero, a veces, resulta más interesante verte a ti que escuchar a los profesores.

- Bueno... ¿seguimos?- digo repentinamente cambiando de tema y señalando las pelotas desinfladas del suelo.

- Claro, sigue. - dice y se sienta en el suelo para verme.

Yo le miro enarcando una ceja, ¿aquello iba en serio? ¿De verdad piensa que me voy a encargar yo sola de organizar aquello? Encima, que yo ni debería estar allí, ya que organicé los papeles del despacho. Me cruzo de brazos y dejo de recoger pelotas.

- ¿De qué vas? El castigo es para los dos, ayúdame ¿no?

- Mmm, no me apetece, debería valerte con mi compañía.

- Uy si, gran compañía- digo con sarcasmo.

Austin se levanta de pronto del suelo, acercándose peligrosamente a mí, yo por mi propio bien doy un paso atrás y le miro algo temosa. ¡Si es que soy una bocazas! ¿Quién me manda a meterme con él? Estamos solos aquí y sonríe con malicia y diversión, como si estuviera planeando algo travieso. Ahora me dará una hostia que me mandará a la China.

Pero no. Me besa.

Y lo hace de una forma que me deja pasmada, sin habla, mejor dicho, ¿Cómo hablar con su lengua metida en mi boca? Estoy tan sorprendida que no hago nada, debería separarle de mí pero no reacciono y él me coge por la cintura acercándome a él, siento como explora mi boca, cada rincón de ella y entonces me relajo y sin quererlo (¡malditas hormonas!) comienzo a disfrutar del beso. Y dejo que nuestras lenguas jugueteen en una danza perfecta. Joder, sí que lo es. Sí que sabe besar. Siento que me voy a derretir en sus brazos. Permanezco con los ojos abiertos y un gemido involuntario sale de mi boca, Austin abre los ojos y me mira, siento que sonríe por la forma que adoptan sus labios y se separa de mí, no sin antes morderme el labio inferior, reprimo las ganas de volver a gemir en su boca.

- Y ahí estas de nuevo, con tu boquita como un pececito.- dice y ríe.

Yo me quedo callada, no sé qué decir, Austin me da la espalda y comienza a inflar pelotas como si nada hubiera ocurrido. Yo decido actuar igual, no quiero que piense que me embobo como estúpida por su beso. Aunque creo que es algo obvio.

Pasa la media hora de recreo, en la que ninguno de los dos hablamos, cada uno por su lado en el almacén, siento su mirada de vez en cuando encima de mí pero intento no ponerme nerviosa y actuar como si nada. ¿Qué habrá significado ese beso? ¿Debería preguntarle?

- Venga chicos, a clase- nos grita el profesor desde la puerta.

Austin es el primero en salir, pero, vete a saber porque salí corriendo detrás de él y me enganche a su brazo, él se detiene y me mira como si estuviese mal de cabeza, como preguntándome

"¿Qué haces, niña?".

- Austin yo...

- ¿Qué pasa pececito? ¿Quieres saber que significó ese beso?- Me pregunta con indiferencia

- Bueno es que... me sorprendió y... no se- digo encogiéndome de hombros nerviosa.

- Ay pececito, ¿es que nunca te han besado sin un porque detrás?

- ¿Cómo?- le pregunto sin entenderlo del todo, ¿me está diciendo que ese beso no ha tenido ningún significado?

- Joder pececito, que ingenua eres- dice riendo y se va.

Y aquí me quedo yo con cara de pringada. Vaya golpe. ¿Me estaba comenzando a hacer ilusiones por aquel beso o qué? Porque me ha sentado muy mal saber que para él fue un momento de diversión para después reírse de mí. Sí, es que lo eh dicho: soy patética.


Y así... el tiburón se enamoró del pececito (Austin Mahone y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora