Solo eras tú

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Hola, Mil. Hoy es el cuarto día que vengo a visitarte. Acabo de salir de la oficina y... Bueno, estaba lloviendo, así que corrí por todo el estacionamiento hasta llegar a mi coche. ¿Sabes lo que hice una vez que entré? Lloré. Así es, recargué mi frente en el volante y dejé que las lágrimas corrieran libres al recordar tu gran obsesión con la lluvia.

¿Recuerdas cuando te pedí que fueras mía? Ya llevábamos saliendo dos meses y no te había besado en más de un par de ocasiones, pero aún no querías dar el siguiente paso. Era algo demasiado especial para ti y por un momento me pregunté si nunca habías estado con nadie, pero no era eso. Solo eras tú, así era tu manera de ser y me gustaste más por eso así que decidí que pasaría cuando tuviera que pasar. No te iba a presionar.

Bueno, ese día te llevé al zoológico. Estabas enamorada de los animales pero te ponía triste verlos encerrados; decías que tenían que ser libres, que ahí solo iban a morir de tristeza. Por un momento creí que estabas loca, ¿sabes? Pensé que eras de esas mujeres que se van a greenpeace y luchan por ellos, pero no. Solo eras tú y tu enorme corazón.

El punto es que ese día salimos y tu rostro estaba decaído. Yo no sabía que hacer o decir para que te sintieras mejor, así que solo me detuve en el centro del estacionamiento, tomé tu barbilla entre mis dedos y elevé tu cabeza. Vi tus ojos tristes, llenos de compasión, y supe algo en ese instante; algo que no había sabido con precisión cuando llegamos al lugar. Yo te amaba. Tú habías tomado mi corazón y te adueñaste de él sin siquiera pedirme permiso.

Así que te besé, y dos segundos después comenzamos a sentir las primeras gotas de lluvia caer sobre nosotros. Me sentí como en una película. Un chico normal con la chica más bonita, besándose bajo la lluvia. ¿Ridículo, no? Pero de igual manera la adrenalina corría por mis venas junto con la emoción de saber que ya era tuyo.

Joder, solo dos meses y yo ya era tu propiedad.

Cuando dejamos de besarnos corrimos al auto entre risas y nos refugiamos de la fría lluvia. Te miré con ojos sonrientes ahora y tus mejillas de ese tentador color rosa y lo solté. Te dije que te amaba. Y tú sonreíste con ternura antes de inclinarte a besarme de nuevo y pedirme que te llevara a mi casa.

Entonces supe que también me amabas, porque si no nunca hubieras accedido a darme tu cuerpo. Con ese conocimiento fuimos a mi lugar y te hice el amor mientras fuera el cielo lloraba. Y me sentí el hombre más afortunado del mundo. Tú, yo y la lluvia solamente. Fue entonces que tu obsesión por la lluvia comenzó.

Dios mío, Milay. No puedes dejarme. Despierta, nena, por favor, te necesito.



Momentos contigo ✔ [2015]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora