-Empezar de cero-

18.6K 1.6K 187
                                    

Milay estaba hecha un ovillo en la cama de su infancia llorando su perdida. Había terminado con el hombre con quien había planeado un futuro lleno de felicidad; un futuro que él se encargó de derrumbar cual castillo de naipes en pleno vendaval. Sus esperanzas, sueños y metas se habían evaporado con unas cuantas palabras murmuradas por sus labios, por esos que ella había besado y de los que no había escuchado nada más que palabras teñidas de amor; pero eso se había terminado ahora.

No sabía como sentirse, a quién culpar. ¿De verdad había alguien culpable aquí? El destino solamente; la vida que le jugaba las peores movidas y la dejaba a ella siendo la más afectada; la que terminaba perdiendo más.

Siguió llorando, dejando escapar lamentos; no le importaba que sus padres la escucharan, de igual manera a ellos nunca les había interesado si no era algo que interfiriera con sus planes. Fue por eso que se había ido de casa, para descubrirse a ella misma; pero ahora, todo lo que había pensado que era, estaba confuso en su mente. Parecía tener una neblina en su cabeza que no la dejaba discernir sus pensamientos, los reales de los falsos, sus metas de las de sus padres. Todo dentro de ella era una tormenta arrasando con sus ilusiones de la manera más dolorosa posible, y esa tempestad había sido causada por el hombre que juró cuidarla y nunca lastimarla.

Ironías de la vida, suponía. Quien promete nunca traicionarte ni hacerte daño, es el primero en abandonarte; en darte la espalda. Ahí estaban sus padres de ejemplo. Sus exnovios, sus amigas... Todos la habían olvidado cuando en algún momento le habían asegurado que jamás lo harían.

«¿Por qué pensé que sería diferente esta vez?», se preguntó. «¿Acaso no he aprendido ya la lección?».

 Se encontraba lamentándose aún, cuando la puerta de su habitación se abrió con suavidad y su madre asomó su rostro por la estrecha abertura. Se sentó de inmediato, alerta por lo que pudiera decirle; preparándose mentalmente por si le decía que no podía quedarse mucho tiempo ahí, pero todo lo que vino fue una sonrisa muy leve y su voz suave.

—¿Quieres cenar con nosotros? —le preguntó con dulzura. A Lisa, su madre, le dolía verla así. Era su madre después de todo y se encontraba arrepentida por haberla presionado tanto en el pasado. Su pobre niña era tan linda e inocente que a veces se preguntaba cómo un ser tan lleno de luz había salido de ella, quien era una persona sumamente amargada y lo reconocía. Había sido mejor que todas las hijas de sus amigas y estaba feliz por ella; la creía perfecta y por eso es que había planeado toda su vida sin siquiera preguntarle, sin cuestionarse qué era lo que ella en verdad quería y la había hecho sufrir; pero ahora lo sabía.

—N-no, gracias —susurró sorbiendo su nariz. A Milay no le gustaba que su madre la viera tan débil; siempre le había dicho que no llorara, que las niñas se miraban feas cuando lo hacían y por eso había tratado de complacerla al máximo; pero ahora ya estaba grande e incluso así trataba de volver a sus viejos hábitos. ¿Por qué? Tal vez solo buscaba que alguien la aceptara y quisiera. Ella creía merecerlo después de todo lo que había pasado.

Vio cómo el rostro de su madre caía por la negativa y se arrepintió. Estuvo a punto de decirle que sí, que bajaría a comer por ellos a pesar de no estar de ánimos, pero mejor se contuvo.

—Bueno, si cambias de opinión estaremos abajo, hija. —Milay asintió para darle a entender que la habia escuchado y Lisa sonrió girandose—. Oh, lo olvidaba —regresó diciendo—, me alegra mucho tenerte de vuelta.

Le brindó una sonrisa sincera y luego salió cerrando la puerta con cuidado tras de sí. Milay sonrió con pesar, con desconfianza; ahora ya no confiaba en las "buenas intenciones" de su madre. ¿Se convertiría en una mujer escéptica ahora? Eso es lo que parecía; pero cuando la vida te lanza tantas piedras, aprendes a cubrirte muy bien; no te desproteges tan fácil.

Dejando escapar un último pequeño sollozo, se volvió a recostar y aferró la esponjosa almohada entre sus brazos con una fuerza increíble; el sueño la alcanzó tan solo unos minutos después.

—A veces...  Es difícil. Seguir adelante, quiero decir. —Ladeo mi cabeza y miro a Enzo a los ojos y me doy cuenta de que toda su atención está puesta sobre mí. No hay reproches, ni desesperación, ni señales de fastidio o disgusto. Solo... un gran interés. Es lo que amo de él; que puedo hablar mil horas sin parar del clima y de igual manera me estará observando con atención como si fuera lo más interesante del mundo. Sonrío al ver devoción en esos ojos oscuros que me encantan—. Pero luego recuerdo que has llegado a mi vida; que por fin todo ha empezado a ser bueno contigo a mi lado, y me relajo. Hasta que de repente otro escenario llega a mi mente.

Desvío mi mirada de nuevo a las estrellas brillando en la noche y suspiro.

—¿Cuál escenario, Mil?—Pregunta poniendo su mano sobre la mía que está apoyada en el césped del patio. Solo ese simple toque aleja mis miedos; me hace estar segura de que él no me abandonará, pero de igual manera le pregunto sin verlo.

—¿Crees que algún día terminaremos esto, Enzo? Quiero decir, ¿crees que lo nuestro durará para siempre o se acabará el amor algún día?

El silencio se instala entre nosotros por un largo rato y un temor irracional se planta en el centro de mi pecho. Vuelvo a mirar a esos orbes color ónix y me topo con su ceño fruncido; no sé si de enojo, frustración o confusión. En un fluido movimiento se incorpora sobre su codo y coloca la palma de su mano contra mi mejilla; nuestras miradas enganchadas juntas.

—Creo que esa pregunta ni siquiera deberías hacerla, Milay —dice completamente convencido de lo que siente—. Te amo, hoy más que ayer y sé que así seguirá siendo. No importa el tiempo que pase o la distancia que nos separe. Lo que siento por ti nada ni nadie lo puede cambiar —finaliza logrando que mis ojos se rasen con lágrimas llenas de alivio y felicidad.

—Te amo, Enzo.

Milay se despertó con sus propios sollozos llenando sus oídos y se preguntó cuándo acabaría el sufrimiento; cuándo podría dejar todo el dolor atrás y comenzar de nuevo. Eso era lo único que quería. Un nuevo comienzo para ella; uno en el que no tuviera que sufrir ya tanto y donde encontrara gente que la valorara de verdad. De repente, un viejo recuerdo llego a su mente.

«Cuando él se canse de ti, yo estaré aquí esperando tu regreso. Siempre fui tuyo; siempre lo he sido y eso jamás cambiará». Las palabras que le regaló Samuel, su exnovio, aquella vez que había regresado a la cuidad y ella le dejó en claro que estaba con Enzo, que no tenía la intención de volver con él, la alegraron un poco.

Por lo menos había alguien ahí afuera que, a pesar de haber sido lastimado por ella, no la odiaba. Al contrario, la quería y le había prometido esperar. La pregunta era: ¿Todavía lo estaría haciendo? Ya había pasado algún tiempo y aunque Milay no tenía intención de tener ninguna relación en un plazo muy largo, quería volver a contactar con él. Tal vez eso aclararía un poco sus confusos pensamientos.

Al fin y al cabo, él era el segundo hombre al que más había querido.



Momentos contigo ✔ [2015]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora