Epílogo

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Enzo despertó de golpe. Sentía la respiración agitada y el miedo recorría aún por sus venas. Sentía que los pulmones no se expandían lo suficiente, que le faltaba oxígeno y que se iba a desmayar. Sentía unas enormes ganas de llorar...

—¿Enzo? —Esa voz calmada casi logró que derramara lágrimas, recordándole lo ocurrido—. Cariño, ¿estás bien?

Enzo asintió sin decir nada; tenía presente un nudo en la garganta y este le impedía hablar para explicar lo que sentía. Su cuerpo estaba temblando y no podía calmarse.

—Amor, me estás asustando.

—No... No pasa nada, cariño —expresó con voz ronca tratando de tranquilizarla. No quería que se estresara, no era bueno para el bebé.

—¿Seguro?

—Sí, solo... fue un mal sueño.

Se puso de pie y se dirigió a la cocina por un vaso de agua. Necesitaba aclarar toda la bruma en su cabeza.

¿Qué había sido eso?

Tras unos minutos caminando y después de beber dos vasos de agua, regresó al dormitorio, donde se detuvo antes de entrar, en el marco de la puerta, para observarla dormir. Solo era un bulto bajo la sábana, pero era el vientre lo que resaltaba más. Sonrió al darse cuenta de que todo estaba bien. Milay y él estaban juntos, sanos, y su bebé nacería pronto. Su familia estaba junta, todos vivos, sin problemas... No pedía nada más.

Despues de haberse calmado, entró a la habitación y admiró la decoración. Siempre lo relajaba ver la manera en que su mujer había decorado todo, manifestaba un ambiente pacífico, tal y como ella era. Colores cremas y unos cuantos cuadros colgando de las paredes, donde se apreciaban unas hermosas fotografías tomadas por ella misma. En una estaban ellos dos sonriendo, otra era de un puente en un día nublado, y por último una donde se veía a varios niños jugueteando en un parque.

Enzo sonrió sin ser consciente de ello. Amaba la manera en que Mil parecía capturar la paz en todo, un entorno relajante y alegre, así como lo transformaba con solo su presencia en un lugar. Ella era la luz que iluminaba su vida, y no podía imaginarse una vida sin su presencia.

Levantando el cobertor con cuidado, se hundió en el colchón y se acercó a Milay para poder abrazarla. Ella sonrió cuando sintió su pecho pegado a su espalda, amaba que hiciera eso, pero seguía preocupada por lo que había pasado para que él despertara así.

—¿Ahora me vas a contar? —preguntó un poco adormilada. Se encontraba cansada, sin embargo no podría dormir tranquila hasta saber qué tenía Enzo.

—Fue... un sueño largo. Y loco.

—Tenemos tiempo.

—Pero es tarde.

—Nunca es tarde para escuchar lo que te atormenta. Suéltalo.

Enzo besó la parte posterior de su cabeza y suspiró sin querer recordar lo realista que se sintió todo por un segundo. Lo mal que lo pasó cuando abrió los ojos y se creyó sin Milay, su mente aún nublada por el sueño.

—¿Alguna vez... has tenido ese tipo de sueños donde conoces a las personas, pero no son ellas? ¿Donde tú eres tú, pero no haces lo que harías normalmente? ¿Esos donde pasan cosas tan locas, pero que igual se sienten tan... normales y verdaderas? —preguntó sin saber muy bien cómo explicarse.

—No te entiendo, cariño.

—Uhm, por ejemplo... Yo soy Enzo, pero no soy yo. Eh... soy el vecino, por ejemplo.

Milay rio.

—Sigo sin entenderte.

—Bah. El punto es que soñé... —Respiró profundo—. Soñé que tenías un accidente y quedabas en coma durante tres años. Y que... yo encontraba  alguien más y me enamoraba de ella. Y que tú despertabas y ella estaba embarazada y yo no sabía qué hacer y... Joder. Fue horrible, Mil. Te dejé y ambos éramos miserables, pero todo era mi culpa. Y luego tú decías que te ibas a casar y que ya no me amabas y...

Momentos contigo ✔ [2015]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora