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Lo único que le consolaba era ver que su muerte iba a ser espectacular.

____ Montgomery se aferró con fuerza a la cuerda y trató de olvidar que se encontraba suspendida a una gran altura sobre una exclusiva sala de fiestas de Melbourne. Además, llevaba un minúsculo traje de lentejuelas que no le dejaba respirar.

-Todo irá bien -le susurró el hombre que le estaba colocando el arnés de seguridad-. Confía en mí, serás la gran sensación de la noche.

No sabía cómo iba a conseguir cantar Cumpleaños Feliz cuando tenía un nudo en la garganta.

-¿Estás lista? -murmuró el hombre.

Logró asentir con la cabeza.

Lamentaba haberse metido en esa situación. Había querido demostrarle a su nueva jefa que era una persona muy válida y que iba a convertirse en alguien imprescindible en su empresa de organización de eventos. Por eso, cuando se enteraron de que la artista que habían contratado se había visto involucrada en un accidente de coche, ____ se había ofrecido para sustituirla, aunque para ello tuviera que subirse a esa cuerda.

Si todo salía tal y como lo habían previsto, descendería hasta llegar al regazo del chico del cumpleaños y le daría entonces un beso en la mejilla. Creía que Dana iba a estarle muy agradecida y que así podría conseguir que la contratara a tiempo completo.

Se encendió de repente un gran foco que la iluminó. Oyó los murmullos de los invitados, que no tardaron en quedarse en silencio. Aunque no los veía, podía sentir que la miraban.

De repente, notó que comenzaba a descender y recordó que tenía
que cantar.

Buscó en medio de la penumbra su objetivo para centrarse en él. Miró hacia la mesa que tenía justo debajo de ella. Pudo distinguir la tarta con las velas encendidas y unas cuantas copas de champán. Un hombre la miraba con una leve sonrisa. O quizás fuera una mueca de desagrado. Era difícil distinguirlos con la tenue luz de las velas, pero le parecieron unos labios muy bonitos.

«Olvídate de los labios, imagínatelo desnudo», se dijo.

Se suponía que era eso lo que tenía que hacer la gente que temía hablar en público para tranquilizarse.

Pero recordó que su esposa estaba allí, era la que había organizado la sorpresa.

Carraspeó suavemente para aclararse la garganta y se puso a cantar. Su voz sonaba algo temblorosa y desafinada, pero continuó cantando con los ojos clavados en ese hombre y tratando de no imaginárselo desnudo.

Calculó perfectamente el tiempo y terminó la canción justo cuando llegaba a la mesa. Tuvo que maniobrar un poco en el aire para asegurarse de que aterrizaba en su regazo. El cuerpo se le estremeció cuando su trasero, apenas cubierto por el sexy atuendo que llevaba, tocó el par de muslos duros como piedras.

Sintió las palmas calientes de ese hombre deslizándose hacia su cintura y agarrándola con firmeza. Le costó no gritar al notar el contacto electrizante de esas manos sobre su piel desnuda. Se sintió muy avergonzada y le pareció una situación muy inapropiada.

Levantó la barbilla y lo miró a los ojos. Eran azules y la miraban con intensidad. No pudo evitarlo, esa mirada consiguió que se estremeciera de nuevo.

Terminó la canción de cumpleaños tratando de emular a Marilyn Monroe, pero se quedó un segundo paralizada. Se le había olvidado su nombre.

Trató de recordarlo, pero no lo logró.

Se inclinó hacia él para darle un beso en la mejilla y sintió que la envolvía el masculino aroma de su piel. Antes de que pudiera reaccionar, él giró la cabeza y la besó con firmeza en los labios. No podía creerlo.

En Busca de una EsposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora