Fue una mañana silenciosa e incómoda. Trataron de preparar el equipaje y estar listos para el viaje mientras mantenían las distancias.
Más tarde, Harry estuvo algún tiempo fuera del hotel y ella pudo por fin respirar tranquila.
El helicóptero que iba a trasladarlos llegó puntual. El piloto les dijo que el viaje iba a durar treinta minutos y que volarían sobre la costa.
____ nunca había volado en un helicóptero y le pareció que era una especie de alfombra mágica.
En un momento dado, Harry le pasó un brazo por los hombros y le señaló un grupo de animales que se desplazaba por las dunas de arena.
-¿Son camellos? -le preguntó ella tratando de ignorar su cercanía y su aroma.
-Sí, las tribus beduinas los usan como dote para las novias.
-Mi padre habría tenido que entregar camellos para deshacerse de mí -murmuró ella.
-Yo te habría aceptado, rubia -le aseguró Harry-. Incluso sin camellos.
Durante unos minutos, se olvidó de que estaban actuando y se apoyó en él, admirando la vista y disfrutando de su compañía.
Había dunas de arena de todos los colores y escasa vegetación. El helicóptero comenzó a descender cerca de una casa que parecía un castillo rodeado de palmeras.
Allí los esperaba Kadar, un conductor con un todoterreno. Atravesaron con él las enormes puertas de seguridad y subieron por unas dunas hasta llegar a la cima.
Se quedaron sin palabras al ver el paradisiaco jardín. Les pareció que estaban dentro de un sueño o de una exótica película.
Habían levantado una enorme carpa blanca, como las que se utilizaban en las bodas. También había una piscina de aguas esmeraldas y una relajante fuente entre exuberantes palmeras y otros tipos de vegetación.
-Es precioso -susurró ella.
-Y está lo suficientemente cerca de la costa para que llegue la brisa marina -les dijo Kadar mientras sacaba sus bolsas del todoterreno y las llevaba a la tienda.
-Vamos, rubia -le pidió Harry tomándole de la mano mientras bajaban del coche-. Vamos a explorar lo que será nuestro hogar las próximas veinte horas.
El interior de la tienda era más fresco de lo que esperaba. Se quitó las gafas de sol y miró a su alrededor. Aquello parecía un palacio. Había cómodos sofás de piel, cortinas de seda, alfombras persas, delicados cojines de todos los colores y tamaños, lámparas marroquíes... Alguien les había dejado en una mesa de centro un plato de fruta fresca y una botella de vino enfriándose en una cubitera con hielo.
En el otro extremo de la tienda había una enorme cama con dosel y cortinas de seda doradas y granates. Los almohadones parecían muy suaves y cómodos. Harry tiró de su mano y la hizo girar hacia él con una sonrisa juguetona.
-Se me ocurren muchas maneras de pasar el día en un sitio como este... -le dijo él.
Kadar se aclaró la garganta para recordarles su presencia.
-Si necesitan algo en cualquier momento, un miembro del personal estará a su servicio. Puede utilizar este dispositivo de comunicación -le explicó mientras se lo entregaba a Harry-. Avisen cuando estén listos para comer o cenar. Aquí tienen una nevera llena y ropa de cama extra. La comunicación con el mundo exterior no es posible desde la tienda. Si necesitan ponerse en contacto con alguien, puedo recogerlos y llevarlos a la casa -agregó mirando a uno y al otro-. Nadie los interrumpirá aquí. Es privado.
