Capítulo 11 | Amanda

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El rostro de Amanda era de desconcierto total, sus ojos duplicado su tamaño normal de abertura y sus labios estaban ligeramente abiertos. Luego de un segundo, ladeó la cabeza y giró sobre sí en dirección a la puerta.

—Lo siento —dijo y salió del lugar dando grandes pasos. Tuve el instinto de seguirla, pero Agustín me tomó del antebrazo y me detuvo.

—Dejala, necesita procesarlo —comentó mientras caminaba hacia mi escritorio en busca de unos papeles.

Luego de sujetarlos, caminó hasta el amplio y cómodo sillón y se sentó en él, luego, hizo me hizo una seña para que caminara hasta allá.

Fui en su dirección y me senté a su lado. Concentré mi vista al frente, la superficie de vidrio me permitía apreciar la bella vista del exterior. Agustín pasó una mano detrás de mi espalda para posicionarla en mi cintura. Sentí un leve hormigueo.

—Vení a mi casa después del trabajo —propuso Agustín con una leve sonrisa, disumulándola llevando su vista a las hojas que tenía en mano.

Lo pensé por un momento, no tenía nada para hacer luego, así que acepté.

—Debería ir a hablar con Amanda —sugerí.

—Está bien, creo que merece una explicación —respondió mientras yo me levantaba caminando hacia la salida —. Decile la verdad, ¿sí?

Yo solo asentí con la cabeza mientras salía. Me sentía bien de que por primera vez desde que nos reencontramos, no se avergonzaba de mí. Y lo agradecía, porque no estaba segura de poder soportar su rechazo una vez más.

Salí con una sonrisa en mis labios hasta el ascensor, al percibir que las personas dentro me miraban extrañadas, volví a mi expresión seria habitual. Cuando bajé, visualicé el imponente peinado de Amanda junto con su vestido rojo. Apresuré mis pasos hasta ella y cuando me vio, abrió ligeramente los ojos pero se quedó plantada en su lugar, sin demostrar emoción alguna.

Entré a su oficina sin tocar y la miré casi en tono de disculpa.

—No quería que te enteraras así.

—Debí suponerlo... ese viaje con tan sólo unos días, que te haya pedido regresar personalmente —murmuraba para sí misma mirando al suelo.

—Perdón Amanda, ya sé que me he portado horrible comparado con todo lo que hiciste por mi.

Ella finalmente levantó la vista y sus ojos marrones me miraron.

—No estoy enojada, simplemente no sé cómo reaccionar —contestó —. Nunca imaginé que le gustara una chica como vos, es decir, tan natural. Cada tanto solía coquetear con las secretarias que duraban cinco días.

Le sonreí agradecida y ella me devolvió la sonrisa de forma acogedora. Debajo de su escritorio sacó un pequeño banquito y me señaló que me sentara. Lo hice y noté que quedaba algo ridícula en un asiento tan pequeño, la diferencia de la altura con el de Amanda se percibía notablemente y reí por lo bajo mientras ella revolvía su primer cajón, en busca de algo.

Finalmente sacó un pequeño cuadro, en él, había una foto de ella, junto a un hombre que lucía de su misma edad, quizá un par de años más y entre ellos dos niños pequeños, uno era un niño de rizos colorados y algunas pequitas, y la otra una pequeña niña con cabellos negros y una hermosa sonrisa. Todos parecían felices, relajados.

—Esa es mi familia.

—Tus hijos son hermosos, la niña tiene una sonrisa increíble.

—Tenía —corrige —, falleció hace un año —sentí mi corazón romperse y una sensación de tristeza y empatía me sacumbió de golpe.

Superando el pasado | AguslinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora