Chapter XIV

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Mi pulso se disparó conforme la silueta se iba difuminando cada que avanzaba, sentí mucho miedo; me encontraba sola en medio de un lugar desconocido junto con una criatura desconocida. Eso es lo que era, una criatura. Nada que fuese normal se ve así: grande y con alas. Pero por la forma que iba adquiriendo era un humano, o al menos parecía serlo.

Cerré mis ojos cuando creí que eso ya estaba en una distancia prudente, evité hacer cualquier sonido, pero las rápidas pulsaciones de mi corazón era un enorme delato. Escuchaba el crujido de ramitas, hojas y tierra al ser pisadas, nada más allá. Ni siquiera el canto de un animalillo o el correr del río. Y eso me asustaba más.

—¿Estás bien? —escuché una voz varonil, tenía una nota de ligera preocupación y curiosidad. No me moví.

Esperé a que pasara algo, dejándome llevar por mis sentidos: no escuchaba nada más a parte de una respiración pausada y relajada, los aromas eran confusos y lo único que sentía a parte de pánico también era la humedad en el lugar.

—Despierta —escuché en un susurro, luego sentí el suave toque de algo recorrer uno de mis brazos, me tensé. —. No te haré daño, sé que estás despierta.

«Mierda, mierda, mierda»

Apreté fuerte los ojos sin saber qué hacer, debatiendo en si abrir los ojos o hacerme la dormida, aunque esto último ya hubiese sido descubierto. Opté por lo primero, solté una exhalación y abrí lentamente mis párpados adoloridos. En mi periferia encontré el rostro borroso de una persona, las hojas seguían suspendidas en el aire y eso no hizo que me relajara en absoluto, tenía el ligero presentimiento que algo malo sucedería conmigo, quizá talvez otro desmayo.

—¿Te sientes bien? —el rostro cada vez se acercaba más a mí y pude visualizar mejor las cosas: era un rostro joven, bastante varonil y marcado, no era algo común; y no, tampoco era un rostro atractivo había algo que lo hacía ver diferente a cualquier persona normal.

Incluso en la forma de su pose, el color y la intensidad de sus cejas, la palidez y el tono dorado en su tez, o el color tan extravagante en sus ojos. Casi como si fuese algo que hubiese salido de otro mundo.
Sus ojos me escaneaban de pies a cabeza y mientras sus cejas se fruncía, un destello de rabia y tristeza pasaba en ellos a la par que se acercaba un poco más.

Entonces caí en cuenta que seguramente yo era tan extraña como él.

Levantó una de sus manos e hizo que las hojas que estaban sobre mí se dispersaran, aún en el aire, también las hojas alrededor de él. Su boca se torció en disgusto y me miró como si me estuviese preguntado porqué no luché un poco más. Se agachó a mi lado, quedando sobre sus talones quedando a una distancia prudente de mí.

—Duele un poco —dije bajito y rasposo.

Él asintió y soltó un suspiro de reproche, no sabía quién era, tampoco si iba a ayudarme o terminar lo que la otra dejó a medias. Así que simplemente me quedé a la expectativa de lo que sea que me pasaría, no tenía las fuerzas suficientes tanto físicas como mentales. Me sentía tan cansada.
Lentamente acercó su mano a mi cuerpo, me asusté conforme avanzaba cada vez más. Posó su fría y firme mano en mi frente y cerré los ojos con fuerza.

Raramente la amenaza que sentía por su cercanía desapareció y una ola de tranquilidad y calma abarcó mi cuerpo de pies a cabeza, me relajé con su toque y casi me quedé dormida de no ser porque movió su mano lejos de mi piel, casi suelto un gruñido de reproche, pero me aguanté. No supe qué diablos hizo, pero bastó para calmar mis nervios. Cuando volví a abrir mis ojos él me miraba con verdadera curiosidad, como si fuese el espécimen más extraño que jamás había visto, la coincidencia que encontré de la situación es que yo me sentía igual respecto a él.

C R O WDonde viven las historias. Descúbrelo ahora