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Renato Sinclair x Reader

❁Personaje: Renato Sinclair, nombre dado por el fandom a Adult Reborn

❁Anime al que pertenece: Katekyo Hitman Reborn

❁Alguna que otra curiosidad del personaje (opcional): Ambientado en el pasado desconocido de Reborn

❁Género del One-shot: Triste, ligeros toques de lemon, romance.

-Mira, mira Renato. El cielo está lleno de palomas- la emoción de la pequeña niña de 11 años era genuino, adorable. Sus cabellos de ondulaciones (color) estaba totalmente suelto y caía con gracia como cascada por su espalda, contrastando con el hermoso vestido azul de vuelos que traía puesto y el jardín que le rodeaba, una larga extensión de flores coloridas (sus favoritas) que le daban un aire más angelical al diminuto cuerpo. El adolescente al que le hablaba estaba a unos pasos de ella, vigilando que no tropezara o que nadie apareciese de la nada para intentar dañarla. El mundo de la mafia no es algo que se deba tomar como juego, menos siendo el preciso trabajo del de cabellera puntiaguda y azabache cuidar a la señorita.

-No es tan impresionante (N), son simples aves- el joven 3 años mayor que la muchachita simplemente no podía entender por qué tanta fascinación con algo tan inverosímil como un par de pajarracos que se veían en todos lados. ¡Ni siquiera eran tan lindos para admirarlos, los camaleones lo eran más! Pero claramente no podía decirle eso a su "jefa" puesto que lo que menos quería era hacerla llorar cuando estaban tan bien.

La niña, cómo era bastante normal a su edad, tenía sentimientos frágiles y no comprendía el mundo al que le adentraron desde antes de nacer. Comprometida con futuro jefe de una familia aliada desde la cuna, obligada a tomar aburridas clases de etiqueta cuando lo único que deseaba era observar el cielo por horas, escuchar a su padre (aunque le amaba mucho) parloteando sobre lo bien que se verá cuando llegue el día de su boda. Era simplemente horrible (según sus propias palabras) y los únicos momentos de libertad que tenía era cuando compartía el tiempo con su adorado guardaespaldas. La mocosa tenía una especie de amor platónico con el joven el cual no era secreto para el último, pero que si ignoraban a iguales cantidades. Por muy pequeña que fuese (N) sabía que nunca tendría algo públicamente posible con su guardaespaldas porque su destino estaba escrito y no quería guerras innecesarias por algo a lo que, seguramente, Renato se negase. El sol era libre, no se encadenaba a nadie porque simplemente era estúpido hacerlo. En la mafia todos mueren, tarde o temprano, su objetivo era impedir que eso le sucediera a (A) antes de tiempo y listo. Tampoco era un contrato de toda la vida, podía romperlo cuando quisiese así que no se preocupaba tanto por el sentimiento romántico que creaba en el corazoncito de la niña con su mera presencia. Lo único que le interesaba era que su madre tuviese dinero suficiente para vivir de forma cómoda aún con su enfermedad.

-Aburrido...- se quejó por lo bajo con un enorme y adorable puchero en sus labios. Sus bracitos se cruzaron entre sí antes de desviar la mirada al otro humano en las cercanías para reprocharle con la mirada lo que su puchero le impedía decir con la boca. Claro que el joven que desde piojo se entrenó en las calles iba a entender ese mensaje visual y negándose a retractarse simplemente tomó asiento en el cómodo pasto verdoso al lado de su señorita. Ambos con la mirada fija en los cielos naranjos que lentamente dejaban paso al manto nocturno. -Oye Renato...- la vocecita adorable de la menor rompió el cómodo silencio en que ambos de enfrascaron por largos y cómodos minutos. No recibió ninguna respuesta, pero por experiencia propia sabía que el fino oído del mayor estaba atento a cualquier sonido por los alrededores, su voz incluida claro está. -¿Crees que algún día pueda tocar las estrellas?- para hacer constancia de sus palabras sus manitas (color) se alzaron al cielo para intentar tocar los puntos pululantes de luz blanca que adornaban la negrura de la noche. El guardaespaldas no contestó de inmediato, demasiado ocupado en levantarse del suelo y agarrar a la princesita en volandas como a una recién casada.